La represión no surtió el efecto esperado en Francia. El mal gobierno de Emmanuel Macron continúa congregando a más sectores a las movilizaciones contra la reforma del sistema de pensiones. La masiva movilización de bomberos consiguió que hoy el ministro del Interior, Christophe Castaner admitiera revalorizar la prima por fuego, poniéndole así fin a una huelga que ya llevaba ocho meses.

Hace apenas diez días Macron, el ministro Castaner y el Primer Ministro Edouard Phillippe salieron todos a buscar calmar el descontento social con el accionar violento de las fuerzas de seguridad, que costaron la vida de Cédric Chouviat el 5 de enero, cuando fue reducido por efectivos policiales de manera brutal.

Las denuncias de violencias contra los manifestantes de Chalecos Amarillos son centenares y para los abogados especializados en la violencia institucional se trata de “una práctica cotidiana” que se sufre en los barrios más populares. El abogado Raphaël Kempf denuncia la “militarización del mantenimiento del orden” y exige a través de todos los medios a los que accede a una “desescalada”, una “desmilitarización” y una “desjudicialización” de los manifestantes, al tiempo que lamenta el doble rasero con el que se juzga la violencia policial y los actos de ofensa o desacato a la autoridad, con los que se camuflan la mayor parte de los abusos policiales.

Sin embargo, las declaraciones del gobierno no fueron bien recibidas por la opinión pública que las consideró tibias y tardías, teniendo en cuenta el cúmulo de casos que se suceden desde noviembre de 2018 con los “chalecos amarillos” y desde diciembre 2019 con la huelga contra la reforma del sistema de pensiones. El país está levantado contra el gobierno y la brutalidad policial ha dejado víctimas fatales en Marsella, Nantes y el Loira.

Los recolectores de basura sostienen su huelga con fluctuación en el número de huelguistas, pero las calles de las principales ciudades muestran una clara tendencia de desafectar del servicio en los barrios de menor poder adquisitivo, alimentando el fastidio de los sectores “endeudados” y que denuncian “el alto costo de la vida”.

Tampoco los sindicatos policiales tomaron de buen grado las declaraciones críticas de su accionar. Linda Kebbab, delegada nacional de la Unidad SGP Policía FO, el sindicato mayoritario declaró a Liberation que “me hubiera gustado que el ministro (Castaner) […] hubiera pensado en los policías  que aseguraron la sostenibilidad del gobierno, en vez de tomarse un paseo mediático antes de las elecciones legislativas”.

Si bien los cuatro policías involucrados en la muerte de Cédric Chauviat fueron mantenidos en sus puestos sin cuestionamientos, Kebbab recriminó a Castaner “hacer juegos de palabras”, mientras los policías “están en duelo”, luego de que se suicidaran otros dos compañeros en Rennes y en Saint Nazaire y otro fuera “atropellado como un perro” en Lyon.

Hace años que los policías reniegan del exceso de trabajo y de la falta de descanso, además de utilizar una cantidad de pertrechos que los hace sofocarse y sufrir desmayos. Estas condiciones explosivas, además de la fuerte presión para obtener resultados numéricos, son algunos de los factores asociados a los altísimos índices de suicidios que viven los uniformados franceses. Al punto que en octubre del año pasado se declarara una alerta nacional para frenar este trágico fenómeno, con una movilización de miles de policías convocada por los sindicatos.

La crisis económica no le da respiro a la crisis política y en los últimos días el grupo de supermercados de grandes superficies Auchan despidió a 517 trabajadores, agudizando la crisis de un sector en el que el gigante Carrefour ya había hecho lo propio despidiendo 2400 asalariados. El modelo de hipermercados franceses ha sido exportado a todo el planeta, aniquilando los comercios de proximidad y favoreciendo las cadenas monopólicas de distribución que, como podemos ver, luego terminan sacrificando puestos de trabajo en pos de la modernización y la maximización de sus dividendos.

El periodista catalán Rafael Poch, quien fuera corresponsal de La Vanguardia en París considera que  las revueltas en Francia son trascendentales para que el modelo económico europeo se despegue del neoliberalismo campante. “A diferencia de España o Grecia, Francia es un país central en la Unión Europea, capaz de emitir impulsos de contagio. Y su Estado republicano todavía es menos débil que la mayoría de los Estados nacionales de Europa cuya soberanía ha sido corroída por el neoliberalismo al servicio del capital transnacional con centro en Estados Unidos. Como la Unión Europea es la institución del neoliberalismo por excelencia en esta parte del mundo, es muy posible que si la protesta francesa prospera, acabe cuestionando las instituciones de la UE. Creo que es bueno que las naciones de Europa mantengan un vínculo integrador entre ellas, pero no veo forma humana de “democratizar” las instituciones de la UE (como por ejemplo pretende Yannis Varufakis) que fueron diseñadas como autopista neoliberal y antidemocrática. Francia es la que está más cerca de esa necesaria deconstrucción liberadora de la UE, cuyo marco solo pueden ser los estados nacionales. Sin cambios ahí, Europa no aportará nada positivo al complicado mundo que se dibuja. Por eso creo que si no pasa nada en Francia, no pasará nada en Europa”, explicaba en una entrevista ofrecida a la colega española Josefina Martínez.