Confieso que me ha llamado profundamente la atención las críticas de las que ha estado siendo objeto Greta Thunberg, una adolescente ambientalista sueca de 16 años que está liderando un movimiento global contra la crisis climática, desde las más inverosímiles fuentes. Entre ellos me permitiré destacar a Putín, Trump y uno de los hijos de Bolsonaro. Los dos primeros, por ser los líderes de EEUU y de Rusia respectivamente, en tanto que el tercero, por ser el hijo del presidente de Brasil y posible embajador en los EEUU.

Putín, en el más reciente foro energético celebrado en Rusia hizo alusión a la complejidad del mundo moderno y a los altos niveles de pobreza que aún persisten en distintos lugares. Esta realidad dificultaría limitar el uso de combustibles fósiles para alcanzar el desarrollo en aquellos países que aún son subdesarrollados.

Trump por su parte, como es común en él, luego del discurso de Greta en la cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas, apeló al sarcasmo al afirmar que “parece una niña muy feliz que espera un futuro brillante y maravilloso. ¡qué lindo verla!”.

En tanto que el diputado brasileño, Eduardo Bolsonaro, no trepidó en acusar a Greta de estar siendo apoyada por una sociedad financiada por el magnate húngaro George Soros para fomentar una agenda de la izquierda.

Los tres, Putin, Trump y Bolsonaro, dan cuenta de la pobreza mental de los actuales líderes políticos mundiales y del negacionismo en materia climática.

Todas estas afirmaciones son complementadas con videos, fotos trucadas y noticias falsas que se distribuyen por las redes sociales como verdaderas bombas de racimo para contrarrestar el impacto que está teniendo el movimiento de carácter mundial encabezado por Greta. Un movimiento que acusa a los líderes políticos, económicos y financieros de traicionar a su generación con palabras vacías, por su incapacidad para limitar el calentamiento del planeta y enfatizar siempre en lo económico. En su apasionado discurso ante las Naciones Unidas llegó a acusar que “estamos en el comienzo de una extinción masiva, y de lo único que ustedes pueden hablar es de dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno”.

Las manifestaciones que se iniciaron frente al parlamento sueco, se han ido expandiendo a través de huelgas escolares pacíficas denominadas “Viernes para el futuro”. Un movimiento al que no pocos, sin prueba alguna, acusan de estar siendo instrumentalizado por oscuros intereses económicos-financieros o por el marxismo leninismo internacional.

Es hora de tomarse en serio lo que expresan, que no es otra cosa que la de hacer un alto en el camino para reflexionar respecto de un modo de vida, un modelo de desarrollo depredador, generador de pobreza y de desigualdades extremas. Los niños y jóvenes nos están invitando a compatibilizar el desarrollo humano con la naturaleza. Tras este movimiento no hay oscuros intereses, muy por el contrario, hay una invitación a actuar con mayor humanidad, mayor respeto por la madre tierra que nos cobija, por nosotros mismos. Una invitación a modificar nuestros actuales comportamientos y decisiones con miras a dejar de hipotecar el futuro de las generaciones que vienen. Nuestros hijos y nietos lo agradecerán. Nada de mal nos hace repensar lo que estamos haciendo.