Ningún sociólogo ni político pudo vaticinar lo que venía tras largos años de un sistema neoliberal que ha ejercido toda su violencia económica sobre el pueblo, pero que como vapor dentro de una olla a presión, se iba acumulando un hastío incontenible que detonó con la protesta estudiantil tras el alza de las tarifas del Metro.

Sin duda se debe a un modelo económico, político y social fallido que no da para más. Es violento e intrínsecamente perverso. Su sistema económico es generador de tremendas desigualdades de ingresos, no es capaz de asegurar sueldos dignos a la mayoría de la población. Genera ambiciones y codicias desmedidas que pervierten y corrompen al más honesto de los sujetos. Su sistema educacional tiende a crear tecnócratas ambiciosos altamente competitivos que carecen de valores cívicos fundamentales como el respeto, la solidaridad y espíritu fraternal que debe reinar en toda sociedad.

Como todo desborde social, los hechos de violencia se produjeron inexorablemente con la secuela de saqueos e incendios de los cuales todos hemos sido testigos, fundamentalmente sobre el agente detonador, el Metro, pero que alcanzó además a numerosos supermercados y tiendas del retail.

Probablemente este mismo fenómeno social se hubiera dado con la Nueva Mayoría o con otro gobierno de cualquier otro signo político que no se comprometiera a terminar con la inaceptable desigualdad que violenta el alma de todos los ciudadanos. Es también un sistema político, una forma de hacer política, violenta, descalificadora, discriminativa, que está totalmente desacreditada ante la ciudadanía. Es un fenómeno acumulativo que iba a reventar por cualquiera de sus costuras.

Sin embargo esta asonada social está siendo cooptada por los anarco-violentistas que amenazan con quemar todo hasta no dejar piedra sobre piedra. Tras ellos viene el lumpen que aprovecha estos desbordes para saquear y robar a su regalado gusto haciéndose pasar por legítimos manifestantes. Y sorprendentemente, a la cola vienen los aprovechados, los sinvergüenzas que sin ser delincuentes declarados, se suman a la turba saqueadora para robar como los más connotados ladrones. Lo que prueba que los ladrones son muchísimos más de los que creemos y que consagra el dicho que reza que es la oportunidad la que hace al ladrón. Es necesario buscar formas de defenderse de estos elementos que desacreditan y generan legítimo rechazo en la opinión pública.

La población no quiere más violencia, también se hartó de ella, y está comenzando a sentir miedo e inseguridad, también rabia contra los vándalos y los saqueadores que invaden sus barrios y las tiendas en donde se abastecen de los bienes esenciales para su subsistencia. Este miedo e inseguridad es compartido por los comerciantes grandes y pequeños que ya no se atreven a abrir sus negocios por temor a los saqueos a plena luz del día con los locales abiertos.

El haber decretado Estado de Emergencia y con ello el control militar de la seguridad pública, y el toque de queda como corolario, fue una medida desesperada de un gobierno que se sintió en jaque, tal vez necesaria para contener la violencia, pero con un tremendo repudio por parte de la población, sobre todo de los que vivieron los periodos más oscuros de la dictadura cívico-militar.

Desde Mundo sin Guerras y sin Violencia comprendemos la dinámica de esta expresión social fruto de tantos años de abusos y corrupción de prácticamente todos los estamentos sociales, pero la situación de violencia está llegando para quedarse y es necesario que vaya disminuyendo en frecuencia e intensidad.

Ante este escenario violento, Mundo sin Guerras y sin Violencia declara absolutamente necesario un Acuerdo Nacional amplio que incluya a todos los sectores políticos y sociales en un ambiente de respeto, humildad y generosidad, deponiendo todos los egos personales e institucionales, y que se comprometan de cara a la ciudadanía a realizar las reformas que sean necesarias, incluida una Nueva Constitución, a que se aseguren niveles de igualdad satisfactorios, a un nuevo sistema de pensiones que entregue jubilaciones dignas, a una reforma educacional para que sea verdaderamente gratuita y que forme verdaderos ciudadanos y también a un sistema de salud que prevenga las enfermedades y las recupere en cuanto se produzcan, políticas sociales todas que no deben permitir que estas actividades dirigida al bienestar de la ciudadanía, se transformen en un negocio que sólo persigue el lucro.

Mundo sin Guerras y sin Violencia propugna La No Violencia activa como forma legítima de lucha para lo cual se debe tender a neutralizar todos los hechos de violencia vandálicos que contaminan y desacreditan la legítima movilización social. Las movilizaciones no violentas que se han visto en nuestra capital son un ejemplo de esa lucha, aprobada y compartida por toda la población. Estas actividades se deben fomentar decididamente para lograr un ambiente de cohesión social, de reconocimiento y tolerancia por el otro, con todas las diferencias que puedan tener.

Si luego de esta legítima protesta y del Acuerdo Nacional amplio, no se modifican radicalmente las políticas sociales, cabe el siguiente paso que es el Paro Nacional, sin marchas ni otro tipo de expresiones que puedan ser contaminadas por la violencia, y la desobediencia civil frente a leyes y normas claramente injustas. Expresiones todas que no requieren de ruido ni de fanfarria ni de insultos ni descalificaciones para nadie, en un marco de pleno respeto por todos y para todo.

Todo por el bien de Chile y de su pueblo, Mundo sin Guerras y sin Violencia.