Por Dra. Helia Molina*

La investigación científica ha entregado conocimientos y evidencias que han sido fundamentales para entender la génesis de los problemas de salud, el tratamiento y la prevención de estos. Las vacunas son hasta ahora la forma más efectiva para prevenir la adquisición de enfermedades para las que se tiene este recurso. Las revisiones sistemáticas de evidencias no han mostrado efectos secundarios importantes en las vacunas que se colocan en el Plan de Inmunizaciones que se usan en Chile y en el mundo. Las vacunas han sido y seguirán siendo uno de los mayores logros de la humanidad, han determinado la reducción de millones de muertes infantiles, controlando las más frecuentes y graves enfermedades infecto contagiosas como viruela, sarampión, poliomielitis, hepatitis, difteria, coqueluche, entre otras.

Los niños y niñas tienen el derecho a recibir aquellas vacunas que protegerán su salud y su vida. Son derecho de la infancia, por lo tanto, quienes deciden no colocarlas a su hijos e hijas, lo están vulnerando. Por otra parte, cuando no se vacuna un niño, no solo él o ella se perjudica, sino que como en el caso del sarampión al acumularse un grupo de no vacunados se tienden a producir brotes epidémicos, como ha ocurrido en distintas partes del mundo poniendo en riesgo la salud y la vida de muchos otros menores. Ampliándose mucho más la vulneración de los derechos de la infancia.

Han surgido grupos de personas que se declaran antivacunas argumentando efectos nocivos que no tienen fundamento científico, incluso hay investigadores que han sido condenados por la comunidad científica por mostrar resultados falsos al respecto. Se han asociado las vacunas a temas muy diversos, como el autismo entre otras sin que haya evidencia con rigor científico. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras aumenta el número de no vacunados en muchas partes y que están en alto riesgo de enfermar e incluso morir.

La portada de un diario, poniendo en el tapete una batalla entre los científicos y los antivacunas, nos da la oportunidad de reflexionar sobre ese rol ¿Qué hemos hecho como comunidad científica para comunicar la ciencia? ¿Cuál ha sido la reacción de la comunidad científica frente a la aparición de estas corrientes de pensamiento pseudocientífico y con altos niveles de fanatismo?

¿Las sociedades científicas de pediatría de infectología y otras han llamado la atención sobre el hecho, pero y que hay con las Universidades?

Los científicos no le hemos dado el valor que tiene, no hemos considerado las consecuencias de dejar que otros instalen ideas en los medios, poniendo en peligro a la población y observamos pacíficamente la vulneración de derechos y los riesgos a la salud

Comunicar la ciencia es hoy un imperativo en lo técnico y en lo ético, la publicación científica no es suficiente, son importantes para el mundo científico, pero no llegan a la gente, esta reflexión es necesaria y urgente para tomas las medidas pertinentes, las universidades tenemos que ser autocríticas y entender que hoy es cada vez más fácil que se imponga la postverdad. Comunicación, educación, y discutir públicamente son la única vacuna contra esta enfermedad, que es la desinformación. Nuestra universidad, en su rol público, asume esta responsabilidad, y en su continua búsqueda de la excelencia, tiene una responsabilidad con la ciudadanía; democratizar el conocimiento y ponerlo al alcance de tod@s.

 

*Decana Facultad Ciencias Médicas, Universidad de Santiago de Chile