A medida que las temperaturas abrasadoras siguen batiendo récords en toda Europa, en el Ártico estallan incendios forestales sin precedentes, la capa de hielo marino polar vuelve a descender al punto más bajo de todos los tiempos, nunca antes la crisis climática había sido tan palpable para tanta gente.

La creciente intensidad y frecuencia de los fenómenos climáticos extremos afecta a la vida en la Tierra de muchas maneras.

Los ecosistemas oceánicos y terrestres, de los que todos dependemos, se ven igualmente afectados, así como la capacidad de nuestro planeta para satisfacer nuestras crecientes necesidades.

Un informe especial publicado el 8 de agosto de 2019 por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático revela cómo el cambio climático, la gestión de la tierra y la seguridad alimentaria mundial interactúan entre sí, creando complejos circuitos de retroalimentación.

Al contribuir a la desertificación y la degradación de la tierra, la crisis climática amenaza gravemente los ecosistemas terrestres, la biodiversidad y la seguridad alimentaria mundial. No es de extrañar que las personas que viven en zonas degradadas o secas, que a menudo ya sufren de falta de recursos y de agua, sean las más afectadas.

Pero, así como los extremos climáticos empeoran los procesos de degradación de la tierra en todo el mundo, «la gestión sostenible de la tierra puede contribuir a reducir los impactos negativos de múltiples factores de estrés, incluido el cambio climático, en los ecosistemas y las sociedades», señalan los autores del informe. Se pueden utilizar varias soluciones para proporcionar un respiro a corto, medio y largo plazo.

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Fotografía de Karsten Würth (@karsten.wuerth) (Fotografía de UN Environment)

Usando el poder curativo de la naturaleza

La agricultura, la forestación y otros usos de la tierra representan el 24% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según el Quinto Informe de Evaluación de 2014 del Panel.

Los programas de agrosilvicultura, reforestación y forestación, en particular en las regiones tropicales, pueden contribuir en gran medida a reducir la degradación de la tierra y actuar como sumideros de carbono, mitigando y ayudando así a los ecosistemas a hacer frente al cambio climático.

Estas soluciones basadas en la naturaleza, que incluyen un enfoque holístico del uso de la tierra aprovechando los recursos existentes que la naturaleza tiene en stock, nos permiten hacer uso de la capacidad restauradora intrínseca del planeta.

Proteger los sumideros de carbono vulnerables

De manera similar, un clima más cálido está asociado con mayores emisiones de gases de efecto invernadero a través del deshielo del suelo congelado y la deforestación, entre otros, por lo que la protección y preservación de las turberas y otros sumideros de carbono vulnerables es crucial para retardar la liberación de gases de efecto invernadero de estas fuentes naturales. Cuanto más esperemos, más graves serán los riesgos, señala el informe.

Los niveles actuales de calentamiento global se ven amplificados por el aumento de la escasez de agua, la erosión del suelo, la pérdida de vegetación, los daños causados por los incendios forestales, el deshielo del suelo congelado, la degradación de las costas y la disminución del rendimiento de los cultivos; menciona el informe.

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Imagen de Shutterstock (Imagen de UN Environment).

Aprovechar el poder de la acción colectiva

A medida que los gobiernos toman nota y las comunidades, las organizaciones internacionales y los agronegocios actúan para implementar cambios en toda la sociedad a fin de pasar rápidamente a la producción sostenible de alimentos y el uso de la tierra, nosotros, como individuos, también tenemos que hacer nuestra parte.

«El nivel de riesgo que plantea el cambio climático depende tanto del nivel de calentamiento como de la evolución de la población, el consumo, la producción, el desarrollo tecnológico y las pautas de ordenación de la tierra», señalan los autores del informe.

Dado que entre el 25% y el 30% de los alimentos producidos se pierden o se desperdician, se necesitan mejores prácticas posteriores a la cosecha, almacenamiento, transporte y educación del consumidor para hacer frente a los desechos de alimentos.

Hay otras formas en que los individuos pueden hacer su parte: a través de las elecciones cotidianas, podemos contribuir a reducir nuestro uso del agua, cambiar a una dieta más sostenible basada en las plantas y reducir nuestro consumo de productos tóxicos no reutilizables, como los plásticos de un solo uso que se están asfixiando y contaminando los ecosistemas del planeta.

Si bien puede ser necesario algún ajuste y sacrificio, «muchas opciones de respuesta pueden aplicarse sin competir por la tierra y tienen el potencial de proporcionar múltiples co- beneficios», agrega el informe.

«Desarrollar y permitir el acceso a fuentes de energía más limpias es una de esas soluciones», afirma Musonda Mumba, experta en ecosistemas ambientales de las Naciones Unidas.

«Al reducir la necesidad de quemar leña y carbón vegetal para producir energía, las tecnologías de energía limpia ayudan a reducir las emisiones de carbono y las prácticas de deforestación, al tiempo que proporcionan beneficios socioeconómicos y sanitarios, especialmente para las mujeres y los niños».

No habrá una solución milagrosa para resolver esta crisis provocada por el hombre, pero hay esperanza de que, si actuamos con rapidez y a todos los niveles de la sociedad, podremos reducir al menos una parte de la catástrofe que se está produciendo. Sólo que no podemos permitirnos esperar a que el próximo informe nos recuerde que ha llegado el momento de actuar.

La Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas tendrá lugar en la ciudad de Nueva York el 23 de septiembre de 2019, con el fin de aumentar la ambición y acelerar la acción ante la emergencia climática mundial y apoyar la rápida aplicación del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. La Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas de 2019 está organizada por el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres.

Fuente: Naciones Unidas por el Medioambiente. Visite ORIGINAL.


Traducción del inglés por Sofía Guevara

El artículo original se puede leer aquí