(Reseña de un libro: Comida o Guerra)

Por Robert Hunziker

«El objeto más destructivo del planeta…es la mandíbula humana». (Food or War, Cambridge University Press, 2019) pág 177

Ya sea por la vista, el gusto, el tacto, la sensación o el olfato, es demasiado obvio que la «comida» afecta todos los aspectos de la vida y es crucial para los ecosistemas que la sustentan vida. Día tras día, todos los seres vivos necesitan comida.

Si por casualidad los ecosistemas dejan de funcionar, la mandíbula humana se abriría y permanecería así y, con el tiempo, se transformaría en una especie de juego final de zombies en el que la gente se aprovecha de otra gente.

Todo aquello sirve como preludio a la brillantez de Julian Cribb como un reconocido y célebre escritor científico, ganador de 32 premios de periodismo y autor de diez libros, con un nuevo libro de excelente calidad ahora disponible por previo encargo: Comida o Guerra.

Es un libro importante: «El mundo se enfrenta a la mayor amenaza para el suministro mundial de alimentos en toda la historia de la humanidad… Nunca ha habido una situación a la que se haya enfrentado toda la población humana al mismo tiempo en comparación con la situación actual». (pág. 62)

Cribb lleva a los lectores en un viaje salvaje a través de la historia de la humanidad con sacudidas a lo largo del camino: «La mayoría de las personas que mueren en las guerras mueren de hambre».

Comida o Guerra no es solo una lectura fascinante de prosa clara y precisa de Cribb, sino que como añadidura, es como un libro de texto repleto de datos y estadísticas significativas sobre la biosfera. Pertenece a las  personas que se preocupan profundamente por la condición de deterioro de nuestro envenenado planeta. Por cierto, basándonos en pruebas muy convincentes, sí, está envenenado.

No es de extrañar que la comida sea la principal dinámica detrás del conflicto humano: «Desde el comienzo de la civilización, y no solo su carencia. También su abundancia». Las grandes civilizaciones surgieron en fértiles valles fluviales como el Nilo, donde abundaban el agua y los alimentos. (págs. 4-5)

Pero… «Una y otra vez, las fértiles regiones del mundo han arrojado grandes ejércitos, se empeñaron en la conquista, el saqueo y, a menudo, en la adquisición de nuevas tierras en las que sus pueblos puedan florecer. Pero primero deben desplazar o absorber a los conquistados». (pág. 4-5)

Sin embargo, es de inmediata preocupación el hecho de que Cribb plantea una pregunta que (colectivamente) acecha silenciosamente a nuestra temeraria e ignorante ingenua Edad del Antropoceno: « ¿Es sostenible la agricultura?»

Es la pregunta más importante del siglo y requiere un estudio cuidadoso. La explicación de Cribb provoca una pausa: «Los fundamentos del sistema de alimentación mundial, que hoy alimenta a entre siete y ocho mil millones de personas, fueron desarrollados por los antiguos romanos. Su modelo de monocultivo y amplia agricultura de exportación ha sido adoptado en todo el mundo». (pág. 86)

Continuando…. Los alimentos son el producto de un «sistema de la Edad de Hierro», pero sobrecargados y respaldados por la adición de tecnologías recientes de alta intensidad, principalmente la química, combustibles fósiles y la biotecnología. Y, sabiendo que hay demonios acechando en los detalles, los defectos fatales son expuestos por montones, especialmente a la luz de una biosfera ya dañada y frágil, como dice Cribb: «El planeta sobrecalentado, sobrepoblado y sobreexplotado.

Incuestionablemente, el sistema de la Edad de Hierro se está volviendo cada vez más inestable, especialmente frente a no solo una biosfera sobrepoblada, pero esa misma biosfera está sufriendo cambios que devastan a la tierra y obligan a la gente a huir a través de paisajes variados, por ejemplo, comportamiento errático del clima, pérdida de suelos preciosos, escasez de agua y contaminación química, así como la aparición de ecosistemas en colapso por primera vez en la historia de la humanidad, como por ejemplo, la pérdida de un 75% de los insectos voladores de los cielos de Alemania. ¿Qué es lo que causa la muerte masiva de insectos voladores en más de 60 reservas naturales «protegidas»?

Recientemente, un estudio clave, EAT-Lancet Commission/2019, emitió una «advertencia altamente autoritativa» al mundo en general: A pesar de que los sistemas de alimentación pueden potencialmente nutrir la salud y también apoyar la sostenibilidad del medio ambiente, «actualmente están amenazando a ambos».

Esa es una advertencia absurda difícil de comprender, especialmente sabiendo que el sistema de alimentación defectuoso no es analizado adecuadamente para el consumo público en primera instancia. Comida o Guerra corrige ese fallo atroz «al nivel del público», y lo hace con un estilo maravilloso, incluso cuando se trata de asuntos delicados.

El sistema de alimentación moderno es defectuoso y necesita ser reparado. Pone en peligro la salud humana y destruye los ecosistemas. Como tal, los expertos agrícolas afirman que «seguir como de costumbre» para la agricultura ya no es una opción viable. Más bien, debe de verdad cambiar: «Debemos adoptar un enfoque más ecológico». (pág. 88)

En este sentido, Cribb cita a la Dra. Jane Goodall, antropóloga de fama mundial: «Algún día miraremos hacia atrás en esta oscura era de la agricultura y sacudiremos nuestras cabezas. ¿Cómo podríamos haber creído que era una buena idea cultivar nuestra comida con venenos?» (pág. 93)

Increíblemente, más de 2,000 y 4,000 tipos de químicos y pesticidas diferentes se usan en la agricultura, y más de 2,500 químicos se agregan intencionalmente a los alimentos para modificar el sabor, el color, la estabilidad, la textura y los costos. Muchos de estos químicos, si no la mayoría, a lo largo de las décadas no han sido analizados adecuadamente en cuanto a su toxicidad para los seres humanos.

En última instancia, la agricultura química industrial moderna engaña a la madre naturaleza. ¡Pero, ella casi se ha ido de todos modos!

Como resultado, la literatura científica está repleta (por miles) de estudios reveladores, «con evidencia en aumento», de que las sustancias químicas están implicadas en una pandemia global de (1) cánceres, (2) daño cerebral, (3) disfunción sexual, (4) alergias, (5) trastornos hormonales y del desarrollo a un nivel en el que la humanidad nunca ha experimentado.

No es de extrañar que el costo de la atención médica humana incremente velozmente. Con el tiempo suficiente, los costos erupcionan volcánicamente basados en años y años de una reprimida acumulación de químicos alojados en el tejido humano, convirtiéndose finalmente en una estadística más de nuestras peculiares tragedias humanas modernas, enfermedades incapacitantes y centros de atención sobrepoblados.

La mayoría de las familias estadounidenses tienen por lo menos un miembro de la familia confinado en un centro de cuidado o bajo cuidado en el hogar las 24 horas del día, los 7 días de la semana.

Además, casi todas las familias estadounidenses tienen a alguien con cáncer y/o disfunción sexual, ya que ambas malestares destacan, aunque solo sea porque se gastan miles de millones anualmente en cada una de ellas, de hecho, una y otra vez se gastan cantidades récord de dinero en tratamientos extraños y drogas poderosas para vivir lo suficiente para la intimidad de los adolescentes.

Mientras tanto, el conteo de espermatozoides masculinos (fertilidad) en gran parte del mundo desarrollado ha caído de un acantilado, en caída libre, hasta en un 60%, lo que puede ser una bendición disfrazada. Pero ese es otro tema para otro momento. Sin embargo, ¿cuál es la razón de la fuerte caída que, a medida de esta década, se está acelerando?

De hecho, lo impensable podría ocurrir (pero, pensándolo bien, no tan impensable) cuando los hombres inducidos químicamente se queden sin municiones, sin más poder.

«La Tierra está ahora sujeta a un bombardeo químico universal, una versión a gran escala de la destrucción de los bosques y arrozales de Vietnam en la campaña estadounidense ‘Agente Naranja’ de la década de 1970. El trabajo de la mayoría de los productos químicos agrícolas consiste en matar algo, ya sea un insecto o una planta, y su dispersión por el medio ambiente mundial garantiza que muchas especies no objetivo, entre ellas las personas, las aves, las ranas, las abejas y los microorganismos del suelo, mueran, resulten heridas o se dañen sus sistemas neurológicos reproductivos y de desarrollo». (pág. 100)

La versión actual de la agricultura industrial con sus monocultivos produce vastos campos verdes hasta donde alcanza la vista en filas perfectamente alineadas, incrustadas en «suelos enfermos» donde la actividad microbiana es tan baja que su valor nutricional es insignificante, carentes de minerales, vitaminas, proteínas y, lo que es peor aún, con bajas cualidades antioxidantes porque no hay suficientes microbios en el suelo para liberarlos.

Esa es la antítesis de cómo los humanos, a lo largo de los siglos, evolucionaron como criaturas fuertes y poderosas, eventualmente convirtiéndose en una fuerza más poderosa que la misma biosfera, para siempre y desde entonces dominar como la infame «huella humana».

«Aunque no es el único responsable, el sistema de alimentación industrial moderno es, sin embargo, un importante contribuyente a una red universal de toxicidad… que apenas existía hace tres generaciones y que previamente a eso no existía en absoluto durante toda la historia de la humanidad… Las sustancias químicas agrícolas… se han convertido en una importante amenaza para la vida en el planeta». (pág. 99)

Es la mayor paradoja de todos los tiempos.

Posdata: «Si el camino hacia la guerra, el fracaso del gobierno o el colapso de una civilización puede considerarse como una serie de dominós, que se derrumban unos sobre otros, la caída del dominó alimentario y el dominó climático se encuentran en una fase muy temprana de la secuencia y tienen un impacto y consecuencias irresistibles». (Julian Cribb)


Traducción: Ana Gabriela Velásquez Proaño