Por Rafi Ellenson/Traducción de Pressenza: Mauro Haddad

Cuando los judíos de la diáspora y los que viven en Israel se unen con los palestinos, crean una fuerza poderosa y justa para terminar con la ocupación.

A principios de este mes vi cómo las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) arrojaban varias granadas cegadoras —una detrás de otra— en el centro de una multitud de amigos míos. Vi también cómo los soldados agarraban del cuello a personas queridas para mí, cómo las tiraban con fuerza al piso y cómo las arrastraban por sus extremidades. Acto seguido, vi que el ejército arrestó a diecisiete personas, entre las que se contaban muchos activistas judíos de distintas partes del mundo, dos periodistas palestinos y tres residentes de la zona también palestinos.

¿El delito? Aparentemente, el severo castigo de las FDI se habría debido a que nuestra protesta se volvió violenta. Sin embargo, nosotros habíamos actuado de una manera definitivamente noviolenta. Tan sólo estábamos arreglando un camino de tierra que permitiría a los palestinos de la zona acceder a comida, agua y suministros básicos.

Lamentablemente, el comportamiento de las FDI en esta situación no es ni sorprendente ni extraordinario, pero verlo de cerca con mis propios ojos me produjo una enorme angustia y tristeza.

Arreglar el camino fue idea de un amplio número de agrupaciones. Entre ellos, los habitantes de las Colinas al sur de Hebrón, que lograron reunir a un amplio abanico de otros compañeros palestinos. Mientras tanto, el colectivo anti-ocupación All That’s Left organizó a judíos de la diáspora instalados en Israel-Palestina, y cuarenta judíos norteamericanos, miembros del Center for Jewish Nonviolence, se unieron a la acción e hicieron parte de la delegación que durante nueve días se instaló en el territorio para interiorizarse sobre las condiciones de vida bajo la ocupación.

En el grupo en el que participo —el colectivo All That’s Left— reunimos a los judíos que no tienen dudas en su compromiso por terminar con la ocupación y construir la resistencia desde la perspectiva de los judíos de la diáspora. Hacemos uso de nuestra posición y privilegios en tanto judíos que viven en Israel-Palestina para intentar que más gente nos acompañe, para participar en actividades educativas y para comprometernos con el activismo noviolento junto a nuestros compañeros palestinos y judíos israelíes. Aseguramos que los judíos de la diáspora tengan información sobre lo que está ocurriendo en Israel-Palestina y sobre otras formas de activismo contra la ocupación, lo que puede ser desalentador ya que ni el árabe ni el hebreo ni otras competencias culturales básicas para el entendimiento del conflicto surgen por sí mismas.

Somos un grupo de activistas de judíos de la diáspora que se constituyó en el 2012 para crear una coalición que incluyera a personas con distintos puntos de vista sobre el Sionismo y sobre cuáles deberían ser las soluciones al conflicto. Todos somos miembros iguales de una comunidad que pretende trabajar junto a aquellos que luchan contra la ocupación desde el territorio. Hacemos este trabajo esforzándonos por minimizar cualquier tipo de jerarquía y también trabajamos con y aprendemos de nuestros compañeros palestinos, cuyo liderazgo en la lucha es fundamental.

Grupos como All That’s Left, delegaciones del Center for Jewish Nonviolence y otros colectivos conformados por activistas internacionales dan cuenta de un número de judíos no provenientes de Israel que crece cada vez más y desea luchar por aquello que considera correcto. Todos llegan con distintos conocimientos y perspectivas y todos desean —y necesitan— relacionarse entre sí.

Al igual que muchos de mis compañeros judío-estadounidenses, crecí escuchando que Israel era un hogar para mí. En mi caso, esto es lo que efectivamente terminó sucediendo. El año sabático que mi familia pasó en Israel marcó mi vida por completo: tengo recuerdos preciosos de mi infancia y de los veranos en Jerusalén, y recuerdo cómo se fortalecía, una y otra vez, durante los campamentos de verano y también en el colegio, la idea de la centralidad de Israel. Todos estos aprendizajes de mi infancia contribuyeron a que decidiera mudarme y vivir en Jerusalén en este punto de mi vida.

De igual manera, mi infancia estuvo marcada por enseñanzas sobre la importancia de la justicia social y la necesidad de luchar por lo que está bien y rechazar lo que está mal. Conocí el dolor de la xenofobia, el antisemitismo y el rechazo de la alteridad, por lo que debo trabajar para que nadie sienta eso nunca más.

Sin embargo, esta conexión con Israel y mi manera de entender la justicia no son fáciles de conciliar. Durante nuestras acciones del 3 de mayo, en las que intentamos arreglar el camino, mi mente se llenó de ideas múltiples y contradictorias, pero hice todo lo que pude para mantenerme concentrado en la realidad pura del momento, sin importar lo perturbador que pudiera ser.

Junto a nuestros compañeros palestinos de Susiya, Umm Al-Khair, A-Tuwani y de otros pueblos, vimos enfurecidos cómo las FDI demolían casas en el Área C —una parte de Cisjordania que está bajo control del ejército israelí— y cómo respondían con violencia a nuestros simples intentos por arreglar los baches del camino.

A pesar de todo, vamos a seguir dando testimonio en contra de estos actos de odio. Vamos a postear fotos, twitear, hacer transmisiones en vivo y promover todo tipo de acción noviolenta que se nos ocurra —por grande o pequeña que sea— para que aquellos que no pueden estar con nosotros también puedan ver esta crueldad.

Nos rehusamos a no hacer nada mientras los palestinos que viven a nuestro lado se enfrentan a distintas violencias de turno, y vamos a usar nuestros cuerpos y privilegios para hacer todo lo que esté a nuestro alcance para defenderlos. Ellos son los mismos que nos recibieron en sus pueblos y hogares, los que nos hacen té, nos dan pita y ríen con nosotros mientras trabajamos juntos en los arreglos de sus casas.

Cuando los judíos de la diáspora y los que viven en Israel nos juntamos, conformamos una fuerza poderosa. Cuando grupos como All That’s Left, el Center for Jewish Nonviolence y otras agrupaciones del exterior trabajamos codo a codo, se fortalecen tanto nuestro judaísmo como nuestro activismo. Y cuando trabajamos bajo la tutela de nuestros compañeros palestinos —con quienes hemos podido cultivar relaciones duraderas— forjamos un movimiento todavía más justo y poderoso.

Trazar relaciones entre nosotros es importante. Después de que el ejército nos evacuara violentamente, fuimos hasta un pueblo cercano a las Colinas al sur de Hebrón en el que viven nuestros compañeros y allí nos entremezclamos activistas de All That’s Left y del Center for Jewish Nonviolence, mientras compartíamos historias y comidas. Los que ya están acostumbrados a este tipo de violencia cotidiana compartieron sus tácticas de supervivencia y sus traumas con los recién venidos que todavía estaban procesando lo que acababa de pasar. Aunque todos estábamos tristes, enojados y temblando, una camaradería genuina había nacido de la dificultad común.

El ejército podrá haber intentado detener nuestro trabajo y nuestra colaboración, pero nuestras relaciones comenzaron mucho antes y van a continuar, sin ninguna duda, durante el tiempo por venir.

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