El uso de la energía solar fotovoltaica crea cada vez más oportunidades para América Latina a fin de que reduzca su dependencia de energías no renovables.

Debido a la importancia de la luz en la vida humana, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) nombró en 2017 el 16 de mayo como el Día Internacional de la Luz.

Uno de los caminos para acercarse al objetivo de no desperdiciar la energía es, sin duda, la energía solar fotovoltaica, una tecnología que permite generar energía eléctrica a partir de paneles que absorben la energía solar.

Dentro del continente latinoamericano, Chile es claramente el país que se encuentra a la cabeza tanto en uso de energía solar como en el respaldo institucional a esta tecnología. Uno de sus mayores potenciales radica en el desierto de Atacama, la región del mundo que recibe mayor nivel de radiación solar.

Por ese motivo, Chile considera que ya cuenta con la capacidad de abastecer al 98 % de su población con energía solar. Incluso, datos divulgados por el Comité Solar chileno indican que se podría suministrar al 30 % del consumo eléctrico de Suramérica utilizando solo 6000 kilómetros cuadrados del desierto de Atacama.

 

Colombia, el país latinoamericano líder en uso de energías renovables y el octavo en el mundo, acaba de inaugurar su planta solar más grande en el parque El Paso, en el departamento de Cesar, con la que espera poder abastecer a unos 102 000 hogares colombianos.

Argentina, por su parte, va por la cuarta ronda de convocatorias a proyectos en el marco de su programa ‘Renovar’, creado en 2016 y destinado a promover el uso de energías renovables.

Se espera que Argentina avance en el uso de la energía solar en los próximos años, ya que por ley definió que el 20 % de su energía deberá ser renovable en 2025.

En Brasil, el país con mayor tasa de irradiación solar del mundo, aún no se aprovecha plenamente la energía solar, que representa apenas el 1,2% de la matriz energética.

La posibilidad de dejar de depender de fuentes de energía no renovables como el petróleo, el carbón o el gas natural se presenta como una gran oportunidad de reducir costos energéticos para los países de América Latina. Además, y no menos importante, la apuesta redunda en un mayor cuidado del medioambiente.

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