Armaron a Gadaffi y a las fuerzas que lo expulsaron por igual, y ahora están repitiendo ese rentable truco.

Por Paul Rogers para openDemocracy

18 de abril de 2019

En el mundo oculto del comercio de armas hay un modelo de negocio que eclipsa a todos los demás: vender armas a ambos bandos en la misma guerra. Idealmente funciona mejor cuando las armas que has vendido a un lado destruyen las armas que has vendido al otro. Por lo tanto, si un bando utiliza misiles guiados de precisión lanzados desde el aire para destruir los aviones del otro (o tanques, vehículos blindados de transporte de tropas o lo que sea), entonces tendrá que comprar misiles de reemplazo, tendrá que hacer que su gente le dé servicio a sus aviones y, si `gana’ la guerra, lo más probable es que le compre nuevos aviones a medida que se rearma. La otra parte tendrá que reemplazar el material destruido, querrá mejorar sus armas y también participar activamente en la siguiente fase del conflicto.

Todo esto es una cuestión de rutina y los resultados de una guerra a menudo se verán reflejados en el marketing posterior. En 1982, el Reino Unido libró una corta y amarga guerra con Argentina por el control de las Falklands/Malvinas; en los meses siguientes, las revistas militares publicaron anuncios a toda página de misiles antiaéreos a bordo de barcos que habían sido utilizados con éxito para derribar aviones argentinos. Los anuncios eran los mismos que los publicados antes de esa guerra, pero con las palabras `combate probado’ estampadas en ellos.

Hubo una amarga ironía cuando se supo que uno de esos misiles, disparado desde un destructor británico del Tipo 42, había derribado por error un helicóptero del ejército británico, matando a las cuatro personas que se encontraban a bordo. Para añadir a la amargura, dos Type 42 también habían sido vendidos por Gran Bretaña a Argentina antes de la guerra.

Las compañías de armas mantuvieron equipos en Libia mejorando aviones y vehículos blindados hasta pocos días antes de que comenzara la campaña de bombardeo occidental.

El armado de ambos lados ocurre más a menudo de lo que se cree. Uno de los ejemplos clásicos fue Libia hacia el final del régimen de Gaddafi en 2011. Lo que hace que esto sea particularmente relevante en este momento es que parece que está sucediendo de nuevo a medida que las fuerzas de Khalifa Haftar se mueven lentamente hacia Trípoli.

A favor y en contra de Gaddafi

Primero, mire el ejemplo anterior. En cuanto a los países occidentales, el régimen autocrático de Gaddafi había salido del frío en 2004, después de la guerra en Irak. El anterior embargo de armas se había levantado en 2005 y en un par de años este estado rico en petróleo y gas fue considerado como el principal cliente de armas. Entre 2005 y 2009, la Unión Europea concedió licencias de exportación de armas por valor de 834,5 millones de euros, siendo Italia el mayor vendedor con 276,7 millones de euros, mientras que el Reino Unido también lo hizo bien con 119,35 millones de euros. Entonces, una empresa británica, NMS International, organizó el Pabellón del Reino Unido en la Feria de Armas de Trípoli en noviembre de 2010, apenas cuatro meses antes de que Occidente entrara en guerra con Gaddafi el 19 de marzo de 2011.

La conexión se estrechó aún más para algunos países, con empresas armamentísticas francesas e italianas que mantenían equipos en Libia modernizando aviones Mirage y vehículos blindados hasta unos pocos días antes de que comenzara la campaña de bombardeo occidental, con el objetivo de destruir esos mismos aviones y vehículos blindados.

Es una guerra oculta que es muy buena para el negocio.

Desde el punto de vista de la industria armamentística, lo que debería haber ocurrido entonces es que los estados occidentales habrían gastado mucho dinero reemplazando los caros misiles y las bombas guiadas que utilizaban, mientras que una Libia pro-occidental establecida después del linchamiento de Gaddafi habría querido construir una fuerza aérea, un ejército y una armada modernos, comprando muchas armas a los estados occidentales amigos que habían ayudado a terminar con el régimen anterior.

Una lucrativa guerra en el desierto

La primera parte funcionó bien, pero la segunda no. Libia cayó en el desorden, pero incluso ese desastre no fue todo malas noticias para el comercio de armas. Uno de los peores resultados de la guerra de 2011 fue que las armas salieron en cascada de Libia a través del Sahara y el Sahel, lo que impulsó enormemente los numerosos movimientos paramilitares islamistas en toda la región. Para contrarrestar esto, miles de tropas occidentales están ahora desplegadas por toda la región, los ataques aéreos y de aviones teledirigidos son comunes, se están utilizando municiones guiadas con precisión por valor de millones de dólares y se están suministrando grandes cantidades de equipo a muchos gobiernos.

Se trata de una guerra oculta que es muy buena para los negocios y que ahora se ve reforzada por una repentina escalada de la floreciente guerra civil en el norte de la propia Libia. Allí, el Gobierno del Acuerdo Nacional en Trípoli, respaldado por las Naciones Unidas, se enfrenta a las fuerzas del autodenominado Ejército Nacional Libio del este del país, encabezado por Haftar, un ex líder militar de Gaddafi. En los últimos días, el ejército de Haftar se ha acercado a la propia Trípoli en su intento de apoderarse de todo el país, incluso cuando el personal de la ONU intenta en vano acordar un alto el fuego.

El gobierno ha sido equipado recientemente por los estados occidentales. En un episodio del fin de semana, las fuerzas gubernamentales derribaron un avión del Ejército Nacional Libio. Desde entonces, el LNA se ha acercado lo suficiente a Trípoli para disparar artillería que ha matado al menos a cuatro personas y herido a veinte en el distrito sur de Abu Salim. Miles de personas han sido desplazadas de sus hogares y al menos 150 han muerto en este último ataque de la guerra.

Aficionados adinerados

Un aspecto de la guerra son especialmente buenas noticias para la industria armamentística. Mientras que el conflicto es entre el gobierno y el LNA, por encima de ellos hay actores externos. Gran parte del armamento del gobierno respaldado por la ONU proviene de los estados occidentales, siendo Italia el más prominente. Esa es una de las razones por las que el gobierno está demostrando ser más resistente de lo que algunos esperaban, aunque también hay partidarios regionales involucrados, incluido Qatar.

Por otro lado, el LNA insurgente está fuertemente respaldado por Egipto y los Emiratos Árabes Unidos. Ambos quieren una Libia unida bajo Haftar u otro líder fuerte que reprima la disidencia y sea especialmente duro con los paramilitares islamistas. Este apoyo se extiende a su participación militar directa, con aviones de ataque de la fuerza aérea de los Emiratos Árabes Unidos que ayudan a los rebeldes en su camino hacia la capital.

Aquí es donde la historia se repite: los Emiratos Árabes Unidos son uno de los mayores compradores de aviones y municiones occidentales en los últimos años, sólo superado por Arabia Saudita entre los Estados árabes de Medio Oriente. En resumen, el gobierno respaldado por Occidente está luchando contra el LNA equipado con tecnología occidental. Independientemente de cómo termine y de cuántas personas mueran, resulten heridas o sean desplazadas, las empresas armamentísticas y sus accionistas saldrán bien paradas.

Sobre el autor

Paul Rogers es profesor en el departamento de estudios sobre la paz de la Universidad de Bradford, en el norte de Inglaterra. Es asesor de seguridad internacional de openDemocracy y escribe una columna semanal sobre seguridad global desde el 28 de septiembre de 2001; también escribe un informe mensual para el Oxford Research Group. Su último libro es ‘Irregular War: ISIS and the New Threat from the Margins‘ (IB Tauris, 2016), que sigue a ‘Why We’re Losing the War on Terror‘ (Polity, 2007), y ‘Losing Control: Global Security in the 21st Century» (Pluto Press, 3ª edición, 2010). Está en Twitter como: @ProfPRogers


Traducción del inglés de: Antonella Ayala