«Para el cristiano», los migrantes son «el mismo Cristo que llama a nuestras puertas». Por esta razón, debemos considerar a los «migrantes como personas y no como números».

El mensaje del Papa Francisco, reiterado en su reciente viaje a Marruecos, es claro: no debemos «ser influenciados por los temores o la ignorancia». En particular, el Papa criticó la respuesta occidental sobre este tema: «Este fenómeno nunca encontrará una solución con la construcción de barreras» o «con la propagación del miedo al otro».

Para contrarrestar a «los mercaderes de seres humanos que especulan sobre los migrantes», la solución, por lo tanto, es la de «acoger»: el Papa Francisco ha propuesto una «ampliación de los canales migratorios regulares», es decir una «migración segura, ordenada y regular en el espíritu del pacto de Marrakech de la ONU firmado el 10 de diciembre en Marruecos».

Al mismo tiempo, «la promoción humana de los migrantes y sus familias comienza también en las comunidades de origen donde debe garantizarse, con el derecho a emigrar, el de no ser obligado a emigrar, es decir, el derecho a encontrar en la propia patria las condiciones que permitan una vida digna».

El mensaje del Santo Padre de los católicos es más que claro: los gobiernos de los países occidentales deben instar pacíficamente a la plena realización de la democracia en el resto del mundo, financiar el desarrollo de la salud, la educación, la infraestructura energética y las comunicaciones para que las personas no se vean obligadas a migrar. Pero, mientras tanto, mientras no se cumplan estas condiciones, no deben crear barreras, sino que deben dar la bienvenida a quienes buscan una vida mejor, y se deben acoger estableciendo cuotas de entrada adecuadas y la implementación de «corredores» humanitarios seguros.

Es fácil de decir, pero no de realizar en países como los occidentales, donde las elecciones se ganan mediante la difusión de miedos y la construcción de muros.

También con respecto a los ataques contra el islam, el Papa Francisco tiene una respuesta clara y concisa: junto con el soberano de Marruecos y el «comandante de los creyentes», el Rey Mohammed VI, lanzó un llamamiento común para proteger el «carácter multirreligioso específico» de Jerusalem, la «Ciudad Santa». Para «un futuro de paz y fraternidad en la tierra», dice la apelación, «en la Ciudad Santa, se debe garantizar plenamente la total libertad de acceso a los fieles de las tres religiones monoteístas y el derecho de todos a ejercer su propia adoración».

En resumen, aquí también, el diálogo, la libertad, el respeto por las elecciones del otro.

La única mancha en el viaje del Papa a Marruecos fue causada por una cierta «censura» de la prensa italiana con respecto al evento. Para encontrar la noticia debemos ir más allá de los Alpes, en Francia, un país secular, por ejemplo, en «Le Figaro», en las noticias de apertura, tanto en línea como en ediciones impresas.

Una censura, aquella italiana, que debería invitarnos a reflexionar sobre el tipo de información y la sociedad que estamos construyendo.

 


Traducido del italiano por Michelle Oviedo