El lobby de armas pasó a formar parte de los ingresos diarios del proyecto de ley electoral.

Salvini y la Liga, con el apoyo prostituido del Movimiento Cinco Estrellas, han pagado la ayuda sustancial que recibieron de quienes producen las armas y las vende, con un enorme volumen de negocio. No es un secreto el activismo político del ministro polifacético manifestado en el Hit Show, la feria de armas y municiones de Vicenza. Y no es casualidad que en el corazón de la producción de armas italiana, entre Brescia y Bérgamo, la Liga acumule un promedio del 35% de los votos, con picos del 40%.

La trama de la política de armamentos es de interés mundial. Salvini es un colegial que se inspira en esto por sus maestros, desde Trump hasta Putin, desde Bolsonaro hasta Erdogan. Basta con leer algunas cifras sobre como la fácil difusión de armas a un aumento de la inseguridad.

Las masacres y las muertes por armas de fuego están aumentando en los Estados Unidos, en Brasil, en Rusia y en Turquía. El negocio sucio de la política está cada vez más relacionado con el mercado de armas.

El problema es que son los fabricantes de armas quienes ganan el dinero, pero son los ciudadanos los que pierden, siempre menos libres y con más en riesgo con leyes autoritarias y liberticidas.

Drogar a la opinión pública con el miedo estimula al robo y al saqueo. Garantizar la impunidad a quienes disparan para defenderse es la maniobra perversa que condujo a la aprobación de la ley con el consentimiento de una gran parte de la opinión pública. Un boomerang que volverá a los ciudadanos que son doblemente víctimas: de sus propias armas y de su política sin escrúpulos.

Hoy el Senado ganó la industria armamentista. La primera víctima fue la democracia.


Traducción: Ana Gabriela Velásquez Proaño