Por Octavio González

Al iniciar este nuevo año parlamentario, que según los anuncios del ejecutivo, estará cargado de los llamados “proyectos emblemáticos”, nos encontramos con definiciones políticas relevantes. Una será la renovación de la presidencia y vicepresidencias de las dos cámaras, así como nuevas presidencias para las 19 comisiones de la cámara de diputados y para las 14 del senado.

Capítulo 1. Mala condición de origen

La novedad del 2018 fue el ingreso de la bancada del Frente Amplio y regionalistas al parlamento. Esto implicó que los ex partidos de la Nueva Mayoría debían considerar un nuevo escenario: el binominal se había caído, sin aviso y a pedazos.

Las elecciones del 2017 habían dejado varios damnificados en la coalición de la ex presidenta Bachelet. Estaba considerada la derrota de Guillier, pero no estaba en ningún cálculo la configuración de una nueva bancada, como la del Frente Amplio.

Medio destartalados, los ex concertacionistas salieron a buscar acuerdos, lograr la mayoría en el congreso. Era fundamental, estaba en juego cierta supervivencia de la centro izquierda, aunque fuera liviana y dividida, pero en mayoría.

Los más desconfiados fueron los demócratas cristianos. La incomodidad con el Partido Comunista, la candidatura forzada de Carolina Goic, la no configuración de la listas parlamentaria y de Cores, sumado a los propios problemas internos, los situó a la defensiva. Solo y únicamente cuando sumaron y restaron, atendieron que tenían una buena posición de negociación pese a sus malos resultados parlamentarios. Los votos les alcanzaban para estar en la pole position de todo acuerdo de oposición.

La Democracia Cristiana no reparó en manifestar desconfianza con esta nueva centro izquierda. Incluso manifestaron que estaban dispuestos a cruzar a la vereda de la derecha. Fue un manejo escénico formidable para el momento que forzó que todos, Partido Socialista, Partido Por la Democracia, Partido Comunista, Regionalistas y Frenteamplistas, tuvieran que bajar sus pretensiones para que la Democracia Cristiana concurriera al acuerdo.

Si bien fue un acuerdo administrativo de mayorías, el costo que se pagó durante el año fue excesivo. Fue un acuerdo con mala condición de origen, liviano y sin agenda programática, forzado por una Democracia Cristiana soberbia que dejó en situación de alta vulnerabilidad a esta nueva centro izquierda parlamentaria.

Capítulo 2. Blumelicosas.

El ministro de la secretaria de la presidencia, Gonzalo Blumel, durante el primer semestre recorrió constantemente las oficinas de sus parlamentarios regalones de la Democracia Cristiana. El subsecretario Claudio Alvarado hizo lo propio con los radicales. Blumel, también fue simpaticón y condescendiente con algunos parlamentarios Frenteamplistas. El ministro de secretaria de la presidencia entendió a la perfección las instrucciones del jefe, quien leyó la vulnerabilidad de esta maltrecha y mal llamada oposición: sabía dónde conseguir los votos necesarios para determinados proyectos.

La jugada más hábil fue la convocatoria del Presidente a comisiones nacionales, ideales para dividir y fracturar. Concurrieron diputados y senadores de la derecha, además de parlamentarios desde la Democracia Cristiana hasta el Frente Amplio. Esta convocatoria resultó un dulce apetitoso para algunos parlamentarios de la frágil oposición, quienes se sintieron bendecidos por el llamado del Presidente. De pasada el gobierno se mofaba del acuerdo administrativo.

Otro tema son las “Cinco materias de acuerdo nacional”. En estos no encontraremos avances significativos: en infancia no hay cambio alguno en el SENAME, solo más presupuesto para los organismos prestadores de servicio; en pobreza, los números del desempleo están muy lejos de lo prometido; en seguridad, poco y nada; en paz en la Araucanía, la muerte de Camilo Catrillanca volvió a fojas cero la paz social de la región. Era tan poca la proyección de estos acuerdos nacionales, que terminaron convertidas en simples mesas de trabajo. Pero en lo que sí avanzó el gobierno fue en la cercanía de Blumel con parlamentarios del Frente Amplio y de la Democracia Cristiana.

Capítulo 3, La mayoría real en el Congreso.

Durante el año legislativo existieron proyectos emblemáticos presentados por el gobierno. Para La Moneda, estos debían ser aprobados de todas formas: Ley de migración, aumento del presupuesto a organismos prestadores del SENAME (ocas), obligación de cotizaciones de los independientes, y, por supuesto, detener la agenda valórica progresista implementada por el gobierno anterior. Con las votaciones alineadas de la Democracia Cristiana y los radicales, cuyos parlamentarios votaron favorablemente al gobierno y lejos de cualquier articulación de oposición. El ministro había hecho la pega y sacaba cuentas alegres: tenían mayoría en el Congreso.

En estas condiciones, será importante atender al temple del Frente Amplio para sostener su posición de no continuar con un acuerdo administrativo, que no otorga ni mayoría, ni es vinculativo a la centro izquierda.

Para el Frente Amplio, el haber transparentado lo que todos sabían, pero que nadie se atrevía a decir, tiene un costo administrativo/político, pero para el electorado que los llevó al Congreso es un acto de consecuencia política.

Las votaciones de la Democracia Cristiana y radicales significaron que el 2018 Piñera lograra la mayoría real en el parlamento, ridiculizando el acuerdo administrativo de la oposición.

La duda legítima es saber si la actual DC, es un partido de centro izquierda. Y, por cierto, si Gabriel Silber será un presidente de la Cámara de Diputados en oposición al gobierno o un presidente a disposición a los diseños políticos de Piñera.

Está por verse quién es quién.