El discurso de Estado de la Unión (SOTU) hecho por Donald Trump recientemente fue originalmente programado para el 29 de enero. La Presidente de la Cámara, Nancy Pelosi, sin embargo, había cancelado esa fecha debido al reciente cierre del gobierno, sugiriendo al presidente de hacerlo por escrito o encontrar una alternativa. Después de 35 días de cierre, el más largo en la historia estadounidense, el inquilino de la Casa Blanca ha decidido reabrir las puertas del gobierno durante tres semanas con el objetivo de dar tiempo a las negociaciones que espera que podrían dar lugar a la asignación de fondos para el muro en la frontera con México. Pelosi decidió extender la invitación para el SOTU, celebrado el 5 de febrero.

Trump podría haber encontrado una alternativa u optado por enviar a la Cámara el discurso por escrito, pero decidió darlo personalmente cómo ha sido la tradición en los últimos años. La historia, sin embargo, ofrece una variedad de métodos para cumplir con la Constitución, que exige que de vez en cuando el presidente le informe al Congreso sobre el estado de la Unión.

El primer presidente, George Washington, hizo el primer SOTU en 1790 en el Federal Hall en Nueva York, la entonces capital de los EE.UU. Lo hizo frente al Congreso y se centró, como era de esperar, en los aspectos militares y de la defensa del país, pero también tocó el tema de la inmigración y la naturalización de los extranjeros. Su sucesor, John Adams hizo cuatro, pero Thomas Jefferson, su sucesor, en 1801 decidió enviarlo al Congreso por escrito porque no quería crear una auto exaltación que produzca tonos monárquicos.

La forma escrita del SOTU fue continuada hasta la presidencia de Woodrow Wilson, quien en 1913 decidió volver a la forma oral ante el Congreso justamente por la razón a la que se opuso Jefferson, estableciendo el SOTU como una excelente oportunidad para que el presidente reitere su agenda política.

El uso de la forma escrita se volvió inusual, pero fue utilizado por el presidente Franklin Delano Roosevelt y Harry Truman durante la Segunda Guerra Mundial. La presentación directa se ha utilizado y se continúa porque le brinda al presidente una buena oportunidad para comunicarse con el pueblo estadounidense, especialmente a través de la transmisión televisiva. Trump no quiso perder su oportunidad en su intento de promover su agenda en un escenario donde casi todos los miembros del gobierno y las dos legislaturas estaban presentes, lo que le daba la impresión de poseer poderes monárquicos, los mismos que fueron rechazados por Jefferson.

Obviamente, Trump comenzó el discurso alabando su trabajo al declarar, como lo exige la historia, que «el Estado de la Unión es fuerte». Luego continuó enfatizando que, para el bien del país, es necesario gobernar de manera bipartidista, palabras que suenan falsas considerando su política a menudo belicosa y divisoria. Trump dijo que con su administración hay un milagro económico, exagerando como lo hace muchas veces, sin dar crédito a las contribuciones de su antecesor y tomándose el crédito por el buen estado de la economía.

En política exterior, Trump declaró que si no fuera por su esfuerzo, EE.UU. se encontraría en guerra con Corea del Norte. Repitió la falsa afirmación de que había derrotado a ISIS, contradiciendo las recientes declaraciones de sus servicios de inteligencia y otros expertos.

A pesar de sus declaraciones bipartidistas, Trump ha quebrado el país con su insistencia en el muro fronterizo mexicano y el cierre de 35 días. En su discurso, continuó presentando la situación en la frontera como un desastre del que proviene una invasión de inmigrantes que no hacen nada más que cometer delitos, incluso por las drogas que traen al país. Esta es una visión de la realidad que no es compartida ni por los demócratas ni por los republicanos, ya que Mitch McConnell, presidente del Senado, deseaba el fin del cierre. Los números nos dicen que la cantidad de entradas desde la frontera ha disminuido en los últimos años e incluso la gobernadora de Nuevo México, Michelle Lujan Grisham, acaba de retirar a los miembros de su Guardia Nacional de la frontera y anunció que la crisis fronteriza consiste en una «farsa». Pero Trump no mencionó declarar una emergencia nacional para construir el muro sin la ayuda de la legislatura.

Trump no ha abordado algunos temas, como la separación de los niños de sus padres en la frontera, el calentamiento global o la creciente desigualdad económica agravada por los recortes de impuestos aprobados por su administración que han beneficiado en gran medida a los ricos.

El presidente número 45 no posee las habilidades oratorias de Barack Obama, pero su discurso ha sido clasificado como aceptable aunque es sabido que él se siente mucho más cómodo en una manifestación con sus leales aplaudiendo calurosamente todo lo que dice. En el Congreso, la mayoría de los presentes son democrátas y, por lo tanto, sus palabras no recibieron el entusiasmo que esperaría de un público que era su amigo.

No obstante, unas pocas horas antes del discurso, se había visto al típico Trump atacando a derecha y siniestra a sus oponentes, reconfirmando que sus palabras de cooperación están lejos de la realidad. Hablando con periodistas mientras sus asistentes le daban los toques finales a su discurso, Trump se burló del senador John McCain, quien murió el año pasado, por el éxito de su último libro. Trump usó palabras mucho más ofensivas para Joe Biden, ex vicepresidente y posible oponente en las futuras elecciones de 2020, calificándolo de «tonto» por sus errores. Las palabras usadas para Chuck Schumer, senador de Nueva York y líder de la minoría democrática en el Senado, que Trump ha clasificado como «hijo de p…a», son mucho más pesadas.

Schumer, por su parte, cuestionó la capacidad de Trump para unificar el país porque «pasa 364 días al año dividiendo y sembrando un estado de división». Para Schumer, «la hipocresía flagrante del presidente que apela a una unión es que él es la causa principal que divide a Estados Unidos». Difícil no darle la razón.


Traducido del italiano por Michelle Oviedo