Hemos sido literalmente bombardeados con una profusa información a través de todos los medios de prensa sobre la crisis venezolana. Es un hecho inédito la sobreabundante cobertura que se ha dado al proceso mediante el cual se pretende torcer el destino de la revolución bolivariana. Y es que se trata de uno de los países con mayores riquezas naturales del orbe, lo que ha concitado la atención de todo el mundo, Estados Unidos inclusive, por supuesto.

La revolución bolivariana ha tenido numerosos tropiezos desde que Hugo Chávez la impulsara a fines del siglo pasado, incluidos intentos de golpe de Estado y atentados contra su vida. Igual suerte ha corrido su sucesor democráticamente electo Nicolás Maduro, a lo que se agrega un bloqueo económico impuesto hace ya varios años por Estados Unidos.

La idea del bloqueo es asfixiar económicamente al país, provocar una crisis social insostenible que provoque protestas, descontentos, emigraciones, hambrunas, que dé como resultado una asonada golpista, un cisma militar, que finalmente termine con el gobierno y la revolución bolivariana.

Para un país rico en petróleo y muchas riquezas naturales resulta inaceptable para el imperio económico que éste emprenda una revolución socialista que ponga en peligro sus intereses empresariales. O que otros países poderosos como China o Rusia adquieran dominio sobre tales riquezas naturales. Por tanto, había que derrocar a ese gobierno y su peligrosa revolución a toda costa.

Esto es lo que ha sucedido, y que tiene en pie de guerra a todos los intereses multinacionales, y para eso han montado un espectáculo mediático digno del mismo apocalipsis, entrenando gobernantes alternativos, haciendo lobby en las filas del ejército, levantando líderes sociales, propiciando atentados, bloqueando su comercio exterior, y congelando sus cuentas. No dan lugar a negociaciones, la solución es una sola a sus ojos, la salida de Maduro y el término definitivo de la revolución bolivariana. En tales condiciones una ayuda humanitaria sólo busca humillar al gobierno y a su pueblo, hacerle perder su dignidad y denostar aún más al régimen.

Para la sociedad civil organizada para poner fin a las guerras y la violencia armada en todo el mundo esta situación es inaceptable, y muestra de ello han sido las multitudinarias protestas que han tenido lugar en todo el mundo condenando la intervención norteamericana y el gigantesco operativo que ha montado para derrocar un gobierno de génesis democrática.

Lo anterior no faculta al gobierno de Maduro a tomar represalias en perjuicio de su propio pueblo atentando contra sus libertades, sus derechos humanos y su seguridad, situaciones que han sucedido y que han sido denunciadas por Amnistía Internacional.

Las organizaciones que propician una cultura no violenta humanista como un Mundo sin Guerras y sin violencia se hace eco del clamor de la población mundial que quiere vivir y desarrollarse en paz y armonía, que está cansada de guerras y de intervenciones militares que tanto sufrimiento y destrucción provocan a la humanidad. Que no quiere participar de un permanente conflicto de intereses geopolíticos y económicos de las potencias internacionales que se disputan las riquezas del planeta como si fuera una gigantesca torta de la cual todos quieren sacar el pedazo más grande. No comprenden que esta es la forma más segura de matar la gallina de los huevos de oro. Esta es una actitud miope que está conduciendo al mundo a frecuentes confrontaciones que amenazan la supervivencia de la humanidad misma. Que la única forma verdaderamente juiciosa para que perdure la naturaleza y el ser humano es el aprovechamiento sustentable de los recursos en forma conjunta y cooperativa y su equitativo reparto, para que alcance para todos.

La crisis de Venezuela es un coletazo de la mentalidad nacionalista e imperialista como lo han sido también los conflictos en el Oriente Medio y Africa del Norte. Sólo que el escenario se extiende ahora hacia Sudamérica. Los grandes intereses corporativos norteamericanos y europeos han puesto sus ojos en esta región del mundo apoyados por su gigantesco complejo militar industrial. No podemos permitir que se abra otro frente de conflicto en nuestra región sudamericana de incalculables consecuencias. Es deber de nuestros gobiernos regionales oponerse férreamente a la idea de una intervención armada y no permitir bases de ataque en suelo latinoamericano. Que no le sigan el juego a intereses ajenos que buscan instrumentalizarlos para sus fines imperialistas.

Movimiento por un Mundo sin Guerras y sin Violencia como organización humanista que valora profundamente el valor de la persona humana repudia tajantemente cualquier intervención militar en Venezuela y en cualquier lugar del mundo, y apela a que la ponderación, el buen criterio y el sano juicio prosperen en este conflicto, y conduzcan a las partes a una amplia mesa de negociaciones para que a través del diálogo y la negociación se llegue a una solución definitiva a la crisis venezolana.

Como movimiento humanista solidarizamos con nuestros hermanos venezolanos que son víctimas de estas rivalidades que se disputan el país y que lo han conducido a una crisis económica que ha obligado a muchos a emigrar buscando seguridad y alimentación y a otros tantos a sufrir los rigores del desabastecimiento y las amenazas de intervención militar a su patria. Hacemos votos para que sean acogidos donde lleguen con la fraternidad que se merecen.

Paz, fuerza y alegría