Por Juan Gómez.

Pensemos cuales son las condiciones necesarias para que prospere la Paz y la Noviolencia, y dentro del mismo análisis cuales son las características necesarias para configurar un escenario propicio al conflicto y al enfrentamiento.

En forma natural todos los seres humanos tenemos en nuestra naturaleza interna un ego de nacimiento que nos protege de las adversidades y nos ayuda a sobrevivir en un mundo muchas veces hostil y de alta competitividad. También sobre todo los hombres tenemos una dosis de agresividad que nos ayuda a defendernos de posibles agresiones y nos estimula a defender nuestros derechos conculcados. Así en su justa medida, eso está bien para enfrentar la vida en óptimas condiciones.

Sin embargo si alimentamos nuestro ego interno, o más bien, lo utilizamos para sacar ventaja de él en el medio en el que convivimos, apropiándonos de los bienes existentes a toda costa en desmedro de nuestros semejantes, caemos en la sobrevaloración del ego, defecto que conocemos como egoísmo, que es lo que nos impide compartir nuestros recursos con los demás.

Si nosotros estimulamos a través de la educación nuestro egoísmo, lo transformaremos en una ambición malsana, y en sus casos más extremos, en codicia y avaricia. Si de la misma forma estimulamos nuestra agresividad, la convertiremos en conductas intolerantes, en fanatismo, y en sus casos más extremos en conductas criminales.

Las personas ambiciosas y codiciosas son reticentes a compartir o a distribuir los recursos, tienen aprehensiones severas frente a pérdidas económicas personales, por lo que tienden a acumular más y más bienes.

Las personas muy agresivas se vuelven indolentes frente al sufrimiento ajeno porque les cuesta empatizar con los demás, por lo cual son desconsiderados y capaces de defender sus bienes por vías violentas si es necesario. Su ambición lo llevará a corromperse en función de la adquisición de más dinero y más bienes que además mejoran su imagen y su estatus social.

Ahora bien, si extrapolamos estas conductas individuales al plano social, ya que una sociedad es la suma de sus individuos, y si a través de la educación éstos se transforman en sujetos ambiciosos y agresivos, la sociedad en su conjunto también lo será. La sociedad adoptará actitudes xenófobas, nacionalistas y agresivas frente a sus vecinos y los extranjeros en general. Estas son sociedades que valoran mucho el tener por sobre el ser, lo que le hace conferir un valor muy alto a quien es exitoso y logra tener muchos bienes. Estas sociedades son altamente corruptoras, ya que sus miembros, inseguros y dependientes de la aprobación del medio social, procuran aún por medios ilícitos, conseguir más bienes y así figurar como exitosos. Y además, como con dinero se compran huevos, adquirirá bienes suntuarios para satisfacer su ego.

Ahora si esta forma de ser lo llevamos a lo estadual, éste será un Estado generador de conflictos, que le costará mucho negociar con miras al beneficio común, sino más bien a obtener los mejores dividendos para su Nación. Los Estados nacionalistas son la expresión del egoísmo a nivel de Nación. Son Estados que exaltan el patriotismo en forma chauvinista, haciendo alarde de los valores patrios, de sus héroes, se vanaglorian de ser los mejores, se consideran personas de primera clase en comparación con los de los otros países, que son de segunda. Miran en menos a los otros pueblos, sobre todos los indígenas, y por lo tanto les cuesta mucho aceptarlos como iguales y compartir los bienes y recursos naturales con ellos. Más bien, ven a los otros pueblos como una competencia, como una amenaza, como un rival al que hay que vencer incluso por la fuerza de las armas. Son sociedades muy desiguales, en donde muy pocos tienen la mayor parte de los ingresos. No son respetuosos de los derechos humanos, por lo que tienden a subyugar a sus pueblos. Respetan la soberanía nacional siempre que sea la propia. Son colonialistas y tienden a aprovecharse de los recursos naturales ajenos.

Si por el contrario los individuos son educados desincentivado las actitudes egoístas y agresivas, fomentando una cultura de respeto y tolerancia, enseñando a resolver los conflictos en una forma noviolenta, conversando las diferencias, entonces generaremos personas capaces de compartir, con conciencia inclusiva, que acoge con respeto las ideas ajenas, aunque no sean como las propias. Extrapolando estas conductas al plano social, podemos inducir que será una sociedad multilateralista, que negociará soluciones comunes en función de una solución beneficiosa para todas las partes. Son sociedades acogedoras, que no tienen mayores problemas en acoger a los inmigrantes, normalmente más igualitarias, que invierten mucho en educación y seguridad social. Normalmente arreglan sus conflictos por la vía diplomática, y en casos muy difíciles recurren a la Corte Internacional de Justicia. No están pensando en apropiarse de los recursos naturales de nadie, respetando integralmente la soberanía de los pueblos, sin ambiciones colonialistas ni imperialistas.

Son las dos caras de la medalla, nacionalismo y multilateralismo, conflicto o negociación, desconfianza o confianza, división o unión, competencia o emprendimiento conjunto, guerra o paz.

El nacionalismo, en particular el nacionalismo militarista (casi siempre lo es), por sus características intrínsecas ha traído a la humanidad todas las guerras que nuestra lamentable historia conoce. Y no sólo guerras, también el colonialismo perpetrado a sangre y fuego, la esclavitud en la cual se sometía a otros seres humanos a trabajos forzados como animales, por considerarlos como tales, y que como tales se podían comprar y vender en el mercado. Y en virtud de esta supremacía de ciertas razas se ha pretendido formar imperios, arrasando con los otros pueblos considerados inferiores, con un saldo de millones de muertos. La misma Iglesia ha sido cómplice de esta expoliación, llevando la palabra de Dios a esos pueblos bárbaros que practican ritos sacrílegos, satánicos.

Así, luego de siglos de civilizada cultura occidental, en el siglo XX, la humanidad horrorizada por las atrocidades cometidas durante la primera guerra mundial, a través del Tratado de Versalles, fundó la Liga de las Naciones con el objeto de sentar las bases para la paz entre los pueblos, sin embargo no tuvo resultados favorables a la luz de la historia. Con el mismo espíritu, Alemania, Italia, Japón y Estados Unidos, entre muchos otros países, se atrevieron a firmar el Pacto de Briand-Kellog en 1928 en el cual se comprometieron a renunciar a la guerra para la solución de las controversias internacionales en sus instrumentos de política nacional.

Todos sabemos cómo siguió esta historia. Luego del fracaso de la Liga de las Naciones, algunos dirán que el Tratado de Versalles, altamente lesivo para Alemania, vaticinó la Segunda Guerra Mundial, aunque sean cual fueren las razones, esta guerra fue una violación descarada al Pacto de París anteriormente mencionado.

Nuevamente la humanidad, tras las Segunda Guerra Mundial, estremecida, espantada, y desconsolada por tanta barbarie, incluidos el genocidio judío y la masacre nuclear de Hiroshima y Nagasaki, se dijo que esto no podía seguir, que ya no habría una tercera, y llena de esperanzadas intenciones, en un acto de constricción profundo y lleno de arrepentimiento, firmaron la Carta de Naciones Unidas con un compromiso aún más solemne y ambicioso comprometiéndose a asegurar la paz para la humanidad por siempre jamás. Con esto se fundan las Naciones Unidas, instancia multilateral que pretende no solamente preservar la paz sino también los derechos humanos de todas las personas, la calidad del medio ambiente y a su alero se han fundado instancias internacionales de resolución de conflictos, como la Corte Internacional de Justicia, a la cual quedan sometidos todos sus miembros (en teoría).

Y sin embargo, las guerras siguen, con intervenciones militares en una descarada violación a las soberanías nacionales, con fines económicos y geopolíticos. Además, con el resurgimiento de los nacionalismos, producto del terrorismo, la inmigración, el armamentismo, las crisis económicas y la corrupción que el mismo sistema neo liberal provoca, estamos a punto de tropezar nuevamente con la misma piedra. El fantasma de una nueva guerra mundial estremece a la humanidad, ya que tal vez sea la última porque la especie humana no existirá más.

Ya no se trata de ser de derecha o de izquierda, liberal o conservador, demócrata o republicano, sólo se trata de intentar tener buen criterio y buen juicio.

Ser multilateral significa resolver los conflictos buscando el bien común, ser multilateral significa sentarse a buscar con los otros pueblos la forma de resolver los grandes problemas presentes y futuros que enfrenta la humanidad, la extinción de las especies, la escasez de agua, el cambio climático que aumentará las migraciones, el hambre de muchos pueblos, la amenaza de las guerras y las armas de destrucción masiva, la carrera armamentista, el terrorismo y las diferencias étnicas y religiosas. Ser multilateral significa querer conocer la cultura de los otros pueblos, incluso de aquellos por siglos adversarios, realizar intercambios culturales y estudiantiles. En fin, ser multilateral implica estrechar vínculos de confianza con todos los pueblos, convertirlos en pueblos hermanos.

Al estrechar vínculo y fomentar las confianzas de esta forma, los pueblos multilaterales se darán cuenta de que no son necesarias las armas ni los ejércitos, que al conocerse y estrechar vínculos desaparecen los temores y las desconfianzas, que la gente y la cultura de los otros pueblos es tan valiosa como la propia, con los mismos pensamientos, sentimientos y necesidades.

Un claro ejemplo de una posible integración es la de Rusia y la Unión Europea, vecinos geográficos, raciales y culturales, que pueden trabajar en fortalecer las confianzas, realizando intercambios de todo tipo, educacionales, artísticos, deportivos, religiosos, culinarios, etc. Y se darían cuenta de que es perfectamente posible incluir a Rusia en la Unión Europea, y que si Estados Unidos los amenaza con las penas del infierno, y con la disolución de la OTAN, con el fin del paraguas nuclear, le digan que ya no necesitan una alianza como aquella, que prefieren el camino de la diplomacia a las amenazas militares, que quieren establecer una alianza basada en la amistad y no en las armas, que prefieren los ejercicios culturales y educacionales a los ejercicios militares, que ya basta de preparativos de guerra, sino que prefieren los preparativos para una cultura de paz.

La misma integración en necesaria para con los países islámicos, con China y Corea, no solamente en términos comerciales, sino que en los mismos términos descritos en el párrafo anterior, dando así los pasos a un mundo multilateral, reorganizando y fortaleciendo sus instancias más emblemáticas como Naciones Unidas, ampliando y fortaleciendo el Movimiento de Países No Alineados, para ir dando paulatinamente, pero en forma decidida y segura, lo pasos hacia una Nación Humana Universal, en la que los gobiernos de todas las naciones se unan tras un objetivo común: proveer las condiciones para que el ser humano se desarrolle en armonía consigo mismo, con sus hermanos de todo el mundo, y con la Naturaleza de la cual forma parte.