En las últimas semanas, Francia ha sido testigo de una movilización sin precedentes en la historia reciente del país. Miles de personas en muchas partes del territorio están expresando su enojo por las medidas adoptadas por el gobierno de Emmanuel Macron.

En los albores de una nueva llamada para que se demuestren los chalecos amarillos, la tensión está al máximo, y es imposible predecir hoy cuál será el resultado de esta situación.

«Macron es como una pared sorda»

El jefe de Estado anunció a finales de la semana pasada que se dirigirá a los franceses el martes 27 de noviembre, durante una intervención planeada desde hace tiempo para presentar el EPP (Plan Energético Plurianual), pero fue sólo en la segunda parte de su discurso que anunció simplemente que mantendría el rumbo. Este gesto fue recibido por los chalecos amarillos como un acto de desprecio y arrogancia. Uno de los portavoces del movimiento que habló después de su intervención dijo: «Macron es como un muro sordo. Muestra una gran falta de empatía hacia el pueblo francés.”

No es de extrañar que ya el martes por la noche, los chalecos amarillos llamaran a dos nuevas movilizaciones masivas en París, la primera el sábado 1 de diciembre y la segunda el sábado 8 de diciembre.

A pesar de la ralentización de las manifestaciones a mediados de semana, la popularidad de la acción de los chalecos amarillos está en su punto más alto. Según una encuesta de Elabe, alrededor del 75% de los franceses apoyan este movimiento.

El malestar de la élite

Desde el inicio del movimiento, los órganos intermedios, los partidos políticos y los periodistas no han sabido por dónde empezar. Cualquier intento de recuperación es rechazado inmediatamente por los chalecos amarillos. Expresan una gran desconfianza hacia las élites y quieren cambios fundamentales en el sistema. Sus demandas son diversas y variadas, y van mucho más allá de la simple abolición de los impuestos a los combustibles. Estos incluyen: abolición del Senado, reducción significativa de los salarios de los miembros del gobierno, promulgación de leyes por los propios ciudadanos, aumento de las pensiones, etc.

Al no haber querido proponer respuestas concretas a las demandas expresadas al principio del movimiento, el gobierno se enfrenta ahora a una situación mucho más difícil. Y la situación es tanto más grave cuanto que el diálogo entre las partes parece deteriorarse día a día.

En la televisión, periodistas, políticos y expertos debaten constantemente el origen de esta «crisis» y las posibles salidas. Hay una gran cacofonía y un profundo malestar en los medios de comunicación en general, y esto parece bastante normal, porque como dijo Einstein: «Un problema no se puede resolver pensando de la misma manera en que fue creado». Así que tal vez sea hora de escuchar los chalecos amarillos e imaginar soluciones creativas que tengan en cuenta otras formas de pensar.