Jennifer Mathers, Aberystwyth University para The Conversation .

Las intermedias de 2018 batieron los récords de candidatas en las elecciones estadounidenses. Más de 20 mujeres participaron en la votación para el Senado, mientras que más de diez veces ese número se presentó a la Cámara de Representantes. Si también consideramos las elecciones estatales para puestos ejecutivos, como gobernador y legislaturas estatales, el número de candidatas en 2018 aumenta en otras 3.500. Los resultados significan que varios estados (incluyendo Arizona y Tennessee) ahora enviarán a sus primeras mujeres al Senado, y más de 100 mujeres entrarán a la Cámara de Representantes.

Después de la toma de posesión de los nuevos senadores y representantes, el Congreso será más diverso en términos de raza y religión, y las mujeres contribuirán en gran medida a este cambio.

Rashida Tlaib (Michigan) e Ilhan Omar (Minnesota) comparten la distinción de convertirse en las primeras mujeres musulmanas en el Congreso. Texas envía a las dos primeras mujeres latinas al Congreso, Sylvia García y Verónica Escobar. Varios estados enviarán a mujeres afroamericanas para que las representen en Washington por primera vez, incluyendo Massachusetts (Ayanna Pressley) y Connecticut (Jahana Hayes).

Estas elecciones dan más apoyo a la investigación que destaca la importancia de la lealtad a los partidos tanto para las mujeres como para los hombres. En otras palabras, si todas las demás cosas son iguales, los votantes estadounidenses se aferrarán a sus propios partidos, especialmente cuando sientan que su partido esté amenazado. Así que no debería sorprendernos que la combinación de la victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton en 2016 y las numerosas acusaciones de acoso sexual contra él hayan motivado a muchas más mujeres demócratas que republicanas a postularse para el cargo.

Casi tres cuartas partes de las mujeres que declararon su candidatura en 2018 eran demócratas. Incluso después de que muchas contendientes fueron eliminadas en las primarias, todavía había aproximadamente el doble de mujeres demócratas que de mujeres republicanas en las papeletas finales.

Las elecciones de mitad de período también demuestran que las mujeres pueden superar factores que suelen ser desventajas para un candidato, como ser un aspirante en lugar de un titular, tener poca o ninguna experiencia en cargos electivos y promover posiciones políticas que estén fuera de la corriente principal.

En una de las contiendas más destacadas del país, la neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez derrotó a su oponente republicano en las primarias, un titular que había cumplido diez mandatos en el Congreso, y obtuvo la victoria el 6 de noviembre. Lo consiguió a pesar de sus llamamientos a cambios en las políticas que muchos describieron como radicales, incluidas las garantías gubernamentales para la atención universal de la salud, el empleo y la vivienda. Con 29 años, Ocasio-Cortez es la mujer más joven que ha sido elegida a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.

Alexandria Ocasión-Cortez, congresista más joven

Cambiando de tácticas

Muchas de las mujeres que se presentaron hicieron hincapié en la educación y la salud (tradicionalmente consideradas como «cuestiones de la mujer»). Pero también presentaron de forma destacada sus puntos de vista sobre áreas políticas «duras» como la seguridad nacional, la inmigración, la creación de empleo y tributación. Las candidatas no han dudado en  criticar sin rodeos los antecedentes y las políticas de sus oponentes, y han tenido un buen desempeño en debates uno a uno. Las elecciones de mitad de período de 2018 demuestran muy claramente que no existe tal cosa como una talla única para todos, el estilo de campaña de las mujeres.

Estas elecciones también han demostrado que, al igual que los hombres, las mujeres pueden aprovechar sus antecedentes de servicio militar para atraer a los votantes estadounidenses. Las mujeres veteranas que ganan cargos electivos no son completamente nuevas en la política estadounidense, pero los ejemplos anteriores han sido pocos, aunque de alto perfil. Tammy Duckworth, una piloto de helicóptero que perdió ambas piernas en Irak, fue elegida a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos en 2012 y al Senado de los Estados Unidos en 2016, y es famosa por ser la primera senadora que ha dado a luz mientra estaba en el cargo.

La combinación del creciente número de mujeres que prestan servicio en las fuerzas armadas de los Estados Unidos, la apertura de nuevas funciones militares para las mujeres y el despliegue continuo de tropas estadounidenses en zonas de guerra desde 2001 ha creado un importante grupo de posibles candidatas veteranas.

Mucha atención en esta elección fue dedicada a un puñado de mujeres demócratas veteranas que se postularon para el Congreso en contra de los hombres republicanos en el cargo. Estas mujeres – incluyendo a Amy McGrath (Kentucky),  MJ Hegar (Texas), Elaine Luria (Virginia), y Chrissy Houlahan (Pennsylvania) – tuvieron largas carreras en diferentes ramas del ejército. Fueron desplegadas en el extranjero y utilizaron su condición de veteranas para reforzar su credibilidad como candidatas por primera vez. Aunque sus fortunas en las urnas fueron variadas (Luria y Houlahan ganaron; McGrath y Hager perdieron), todas emprendieron campañas inteligentes y bien diseñadas que empujaron a sus oponentes con fuerza y aseguraron que la victoria se decidiera por sólo unos pocos puntos porcentuales.

Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer antes de que los Estados Unidos aborde tanto la igualdad de género como la igualdad racial en los cargos electos. Mientras se escribe este artículo, la demócrata afroamericana Stacey Abrams continúa su lucha para convertirse en la gobernadora de Georgia en medio de acusaciones de supresión de votantes que afectan desproporcionadamente a las personas de color.

Su oponente, el secretario de Estado de Georgia, Brian Kemp, se negó a renunciar a su papel de supervisor de las elecciones a pesar de su candidatura. El propio presidente Trump ha intervenido en esta elección,  describiendo a Abrams como no calificada para ser gobernadora del estado tradicionalmente republicano, a pesar de sus años como representante electa en la legislatura estatal y su doctorado en la facultad de derecho de Yale. Si Abrams tiene éxito, sería la primera mujer afroamericana en convertirse en gobernadora, no sólo de Georgia, sino de cualquier estado de Estados Unidos.

Aunque Abrams pudiera quedar entre las candidatas fracasadas de 2018, las experiencias de las mujeres que se presentan a las elecciones son formativas y pueden servir de base para futuras campañas. Es poco probable que hayamos escuchado lo último de estas mujeres.

Jennifer Mathers, profesora adjunta de Política Internacional, Aberystwyth University

Este artículo ha sido reeditado a partir de The Conversation  bajo licencia de Creative Commons. Aquí puede leer el artículo original.

Traducido del inglés por María Cristina Sánchez