En ese pedazo de tierra torturada que es Palestina, hoy ha habido un éxito parcial del Derecho contra la arrogancia del poder y la fuerza. Eso, al menos, es lo que puede deducirse de la declaración del Primer Ministro israelí sobre el intento de demoler la aldea de Khan al Ahmar en la Ribera Occidental.

Parcial, porque la decisión de demoler el pueblo que se había hecho famoso por su escuela de caucho no fue abandonada sino sólo suspendida.

Mientras tanto, los habitantes y sus patrocinadores internacionales (incluidos israelíes, aunque muy pocos) están celebrando porque la suspensión de la demolición se percibe con razón que alguien o algo ha detenido las manos de la arrogancia ilegítima y el poder abrumador del Estado judío.

De hecho, hasta hoy Israel nunca se ha detenido ni a los llamamientos de la ONU ni a la condena moral de la sociedad civil, si acaso ha negociado, cediendo uno para obtener cien, y así esta vez sería la primera vez. Esto es lo que marca la victoria de los habitantes y de la organización no gubernamental que los apoyó y siguió apoyándolos con una determinación y generosidad que envía un mensaje capaz de volar más allá de la pequeña aldea de Khan Al Ahmar y comunicar al mundo que la lucha por la justicia, incluso en su forma no violenta, a veces gana.

Pero nos preguntamos: ¿Se limita Netanyahu a esperar las voces de la disidencia que le han llevado a la deshonra de la noticia con posibles acusaciones de crímenes de guerra y luego, una vez inactivos, proceder con su intención ilegítima, o ha evaluado como realmente posible las sanciones previstas por el Alto Representante de la UE y no quiere crear un precedente que pueda debilitar el abrumador poder de su país, obligándolo a respetar el Derecho internacional?

O quizás, otra hipótesis posible, Netanyahu está considerando qué obtener a cambio de este fracaso. Por supuesto, a cambio no pedirá «poder» construir otros asentamientos porque los construye de todos modos y siempre fuera de la legalidad internacional.

Pero mientras tanto, se está celebrando en Khan Al Ahmar, pero se está celebrando a los colonos con una mirada atenta, ya que, al estar “fuera de la ley”, podrían volver a su vandalismo, protegidos por el ejército, para intimidar a la población y forzarla a aceptar la evacuación.

Lo que Netanyahu puede haber entendido, pero los forajidos de los asentamientos ilegales aún no lo han hecho, es que la comunidad de Jahalin, apoyada por Viento de la Tierra y la sociedad civil internacional, no se deja intimidar y los comunicados del portavoz de la aldea no dejan ninguna duda al respecto.

Sin embargo, tras el uso de gases tóxicos y pistolas paralizantes contra la población indefensa, que muestran la cara criminal de Israel, el viento parece haber cambiado y ahora sopla sobre Khan Al Ahmar, trayendo la voz de la sociedad civil que exige el respeto de los derechos humanos, los que Israel, hasta ahora, ha pisoteado regularmente.

Las próximas semanas nos dirán si Netanyahu se está estancando o si esta vez la Ley ha vencido a la fuerza dando un mensaje de esperanza que concierne no sólo a la comunidad Jahalin sino a toda la comunidad humana. En ese caso podríamos decir que «Viento de la Tierra» era un viento «lo suficientemente fuerte» como para romper la «ley del más fuerte».