«¡La verdad te lastima, lo sé!» cantaba con gran voz Caterina Caselli a finales de los años sesenta. Cuál es la verdad y quién tiene la razón es el tema subyacente en esta era de confusión y polarización en la comunicación social global. Y los temas sobre los que estallan peroratas insolubles son asuntos de cierta importancia, cosas que afectan a la vida de las personas, y luego en las redes sociales encontramos comentarios sangrientos en los que, por supuesto, todo el mundo tiene razón.

Sobre un tema tan delicado como el de las vacunas, la comunidad científica también está dividida, ¿cuál es la verdad? Acerca del fenómeno de la inmigración, circulan informaciones y datos que evidentemente se contradicen, ¿a quién debemos creer? ¿Encubrió el Papa Francisco a los sacerdotes pedófilos mientras condenaba claramente la pedofilia en sus intervenciones públicas? ¿Quién dice la verdad y quién miente?

Mientras tanto, en el gran caos mediático que enciende el conflicto entre los que están en contra y los que están a favor, se rompen amistades de larga data e incluso se rompen algunas relaciones afectivas. Aquí muchos medios de comunicación, sociales y otros, tienen la gran responsabilidad de haber simplificado y trivializado todos los temas. No hablemos de los manipuladores profesionales, de los políticos, a los que nunca les interesa la verdad, ni siquiera como concepto teórico. Para ellos es suficiente que la información sea funcional a sus objetivos.

Pero esta verdad, entonces, sea científica o no, ¿dónde está? ¿Existe realmente, o estas creencias están más o menos confirmadas por una cierta probabilidad, siempre sujetas a una transformación en el tiempo? ¿No es cierto que la verdad, como absoluto, representa más bien una categoría a revisar, dado que las herramientas que tenemos para observar el mundo y a nosotros mismos están cambiando constantemente y nos presentan nuevas visiones de los fenómenos?

Las preguntas bien formuladas contienen en sí la respuesta.

La especie humana está creciendo y la crisis, como la que estamos experimentando, es precisamente el síntoma del aumento de la asfixia. Estos modelos están cerca de nosotros, es necesario cuestionar los conceptos y creencias básicas -como la definición de lo humano, por ejemplo- que han influido en nuestra forma de pensar y ver. Y en esta redefinición de términos, la verdad adquiere un valor relativo que puede generar una verdadera colaboración para comprender más profundamente lo que estamos viviendo. Por supuesto, perdería un poco su encanto místico y su fuerza motriz, con la que se han justificado los actos más malvados de los que es capaz el ser humano.

«Dos y dos son cuatro, pero a veces cinco», dijo Orwell en 1984, hace muchos años, y al hacerlo incluso cuestionó la única ciencia exacta. Es hora de pedir a los que manejan lo común, más humildad y más seriedad en el tratamiento de los delicados problemas que afectan a la existencia. Es hora de que los científicos, si son verdaderos investigadores, también expresen claramente su ignorancia y no sólo sus conocimientos, para que crezcan aquellos que los escuchan y consigan buenos colaboradores para su investigación en el futuro. También es hora de ampliar nuestra visión y comprender que nuestra verdad, aunque nos reconforte, puede vivir con la de los demás, igualmente válida. La violencia, la que nos hace poner una verdad por encima de otra, la que nos incita al conflicto entre lo malo y lo correcto, es demasiado.

Traducido del italiano por María Cristina Sánchez