¿Por qué esta exhortación?

Detrás de la dura coraza tras la cual se esconde el gobierno actual, así como sucede con los individuos, hay miedo.

Las fuerzas políticas que formaron este gobierno, la Liga en primer lugar, basaron toda su propaganda en un sentimiento de miedo, haciendo todo lo posible para asegurar que este sentimiento se transmitiera al mayor número de personas posible. Esto se demuestra, por ejemplo, por la discrepancia entre los datos reales sobre la delincuencia, que muestran una clara reducción de los delitos, y la llamada «inseguridad percibida», que, por el contrario, parece ir en aumento y que justificaría, según quienes la montan, un cambio en la ley de legítima defensa.

El miedo es una emoción fundamental que tiene la función de desencadenar todos los cambios necesarios en nuestro cuerpo para implementar el comportamiento más adecuado para lidiar con el peligro que es la fuente del miedo. Por lo tanto, desde este punto de vista, el miedo es funcional a la vida. Sin esta emoción, el riesgo de perder la vida aumentaría exponencialmente.

Pero, desgraciadamente, el miedo en el ser humano puede convertirse en la base principal sobre la cual construir un estilo de vida muy sufriente, en el que los peligros se perciben incluso cuando hay simplemente dificultades que deben abordarse con algo diametralmente opuesto al miedo, es decir, con valentía.

De hecho, volviendo al análisis político, lo que está sucediendo hoy en día es que el sentimiento generalizado de inseguridad se responde exaltando, como causa primaria de inseguridad experimentada por los ciudadanos, la pequeña delincuencia, considerada la principal fuente del sentimiento de miedo. Y debido a que el miedo, cuando se desencadena, no hace muchas distinciones, los delitos menores a menudo se asocian con la inmigración. Además, ¿qué es la discriminación sino el resultado de un sentimiento de miedo hacia los que son diferentes? ¿De dónde viene el eslogan «Los italianos primero» si no es de este tipo de sentimiento?

Por lo tanto, dado que este tipo de política no nació con el gobierno actual, sino que ha estado en vigor durante varias décadas, el Estado-nación, después de haber renunciado a las otras funciones relacionadas con el bienestar de la población -subordinándolas a la consolidación presupuestaria, la libre circulación de capitales, la competitividad de las empresas y la libertad para llevar a cabo sus actividades- hace tiempo que ha reducido el concepto de seguridad al de orden público, mediante la adopción de medidas represivas y el aumento de las penas para la delincuencia común, mientras que la gran delincuencia, el crimen organizado, tanto italiano como extranjero, y los grandes delincuentes siguen circulando libremente y acumulando capital, favorecidos por un sistema judicial que les garantiza la impunidad.

Si la acción política de las últimas décadas hubiera estado marcada por el coraje en lugar del miedo, probablemente no estaríamos obligados a soportar un gobierno dominado por políticos como Salvini, que construyeron su fortuna sobre el miedo.

De hecho, si la acción política estuviera dictada por la valentía, sería evidente que la sensación de inseguridad deriva de la eliminación progresiva de toda la seguridad relativa a la vida presente y futura de cada ciudadano (trabajo, salud, pensiones, educación, etc.).

Si la valentía fuera a dictar la acción política, en primer lugar, trataríamos de «desplazar» la atención de la micro a la macro delincuencia, y la acción de la Policía se concentraría en esta última. Por supuesto, para combatir seriamente la grave delincuencia se necesitaría medidas que no estuvieran directamente relacionadas con el ámbito del orden público, pero que sí contribuyesen a la prevención y detección de la delincuencia:

– la eliminación del secreto bancario y de los paraísos fiscales para combatir el lavado de dinero «sucio» procedente del tráfico de drogas, el comercio ilegal de armas, etc.;

– la creación de bancos municipales sin intereses (con la aplicación de un tipo mínimo correspondiente a la pura cobertura de los gastos de gestión) para luchar contra la usura;

– la reforma del proceso civil, el proceso penal y el sistema judicial, a fin de acelerar el proceso de justicia y garantizar que los delitos más graves no queden impunes.

Respecto a la pequeña delincuencia, en cambio, la represión y el aumento de las penas no se considerarían adecuados para restablecer el «orden social», si se tiene el valor de afirmar que el origen de la pequeña delincuencia está vinculado principalmente al aumento de la marginación y la exclusión social. En consecuencia, sería necesario garantizar a todas las personas que no trabajan una renta social básica, junto con un compromiso global para reducir y eliminar todos los factores, cualquiera que sea su naturaleza, que puedan conducir a la exclusión social.

En conclusión, puesto que ahora, sin embargo, nos enfrentamos a un gobierno dominado por el miedo, la verdadera oposición debe tener el coraje de su parte y transmitirlo al mayor número posible de personas.

Carlo Olivieri, Partido Humanista, médico psiquiatra