Cuando el hombre abandona un territorio y se va, la naturaleza recupera rápidamente lo que solía ocupar. Roberta Kwok lo explica bien en la revista norteamericana PNAS, Proceedings of the Academy of Science. De la misma manera lo hace Pietro Greco, inspirado por Kwok.
La reconquista. La naturaleza recupera rápidamente el territorio, antes ocupado y luego abandonado por el hombre. El primero en notarlo en la década de 1980 y en registrarlo con rigor científico fue, probablemente, Ingo Kowarik, un ecologista urbano de la Universidad Técnica de Berlín: las casas abandonadas o destruidas y nunca reconstruidas después de la Segunda Guerra Mundial en la capital alemana habían sido reconquistadas por la naturaleza salvaje y metamorfoseadas en un bosque. Un oasis urbano nacido por casualidad, con hierbas, arbustos, árboles autóctonos y no autóctonos que constituían un ecosistema insólito.
La revista PNAS, Proceedings of the Academy of Science of the United States (Actas de la Academia de Ciencias de Estados Unidos), dedica un largo e interesante artículo de Roberta Kwok a los «oasis urbanos accidentales». Aquí se documenta cómo hay alrededor del mundo docenas de casos similares a Berlín. Tomemos Detroit, por ejemplo. La ciudad del automóvil, que en 1950 tenía 1,8 millones de habitantes y que hoy no supera los 675.000. Una despoblación a gran escala, que ha dejado barrios enteros y miles de hogares sin habitantes. Lo llaman el desierto industrial. Pero están equivocados, porque no es un desierto. Porque las áreas abandonadas han sido reconquistadas por hierbas, arbustos y plantas que albergan una cantidad increíble de insectos y aves, e incluso algunos animales más grandes.
Algo similar fue encontrado en Baltimore por Christine Brodsky, una ecologista urbana de la Universidad Estatal de Pittsburgh en Kansas, quien en 2013 completó un estudio sobre las aves que pueblan los distritos deshabitados de la ciudad de Maryland, la cual ha experimentado un despoblamiento similar al de Detroit. Christine Brodsky y su grupo de trabajo han identificado 60 especies diferentes de aves en la ciudad, algunas de las cuales, como la parula norteña y las currucas, generalmente prefieren el bosque.
El Gran París también experimentó el fenómeno de la despoblación con el consiguiente abandono de las viviendas en algunos barrios. Los llaman terrenos baldíos, territorios de desecho. Pero un grupo de científicos franceses, entre ellos Audrey Muratet, ecologista de la Agencia Regional de Biodiversidad de Île-de-France, ha documentado que no son precisamente desiertos. En las zonas abandonadas por los ciudadanos comunes y frecuentadas sólo por los traficantes de drogas y sus clientes se alberga el 58% de la biodiversidad botánica de París. Hay más especies que en todos los parques y jardines de la capital francesa.
Por otra parte, incluso en los suburbios más degradados de muchas ciudades italianas, hay algún fenómeno de reconquista si no de conquista desde cero: desde las gaviotas hasta los loros, muchos cielos urbanos son frecuentados por huéspedes voladores desconocidos hasta hace algún tiempo. Mientras no es raro en algunas zonas de nuestras ciudades encontrarse con zorros, jabalíes y algunas serpientes.
Podríamos continuar con los ejemplos. Hay, en todo el mundo, incluida Italia, zonas industriales abandonadas, tal vez todavía con colinas de carbón, que se están convirtiendo en verdaderos pantanos, también ricos en bacterias que metabolizan los nitratos. Y en el mar, fosfatos. Parece que en el Golfo de California las bacterias metabolizan el 28% de los compuestos de fósforo, reduciendo la floración de las algas, lo que a su vez elimina el oxígeno del mar.
A menudo las bacterias operan con una eficiencia aún mayor, lo que les permite superar la tasa de contaminación. Consumen más de ellos, de contaminantes, de los que el hombre puede producir. En otras palabras, los limpiadores ambientales están creciendo en áreas en desuso.
Pero dejemos de lado los ejemplos específicos y lleguemos a las cifras generales. Entre 1950 y 2000, según el PNAS, más de 350 ciudades de todo el mundo experimentaron un marcado fenómeno de despoblación. En absoluta contra tendencia, porque en los últimos años el mundo ha experimentado un desarrollo urbano sin precedentes y ha visto, por primera vez en la historia, que la población que vive en la ciudad supera a la que vive en el campo. En los cientos de ciudades despobladas, decenas de miles de hogares y barrios enteros han sido abandonados. No se trata de hechos marginales. En un informe reciente se documenta cómo, en la actualidad, el 17% del territorio urbano de los Estados Unidos -incluso el 25% en algunas ciudades- se encuentra en condiciones de abandono absoluto.
Un ecologista estadounidense, Christopher Riley, ha intentado hacer algunos cálculos. Y estima que los servicios naturales producidos por la naturaleza salvaje que está recuperando los territorios urbanos abandonados por el hombre ascienden a 2.931 dólares por hectárea, contra 1.320 dólares de ecosistemas urbanos ordenados y 861 dólares de áreas rurales. El informe PNAS también tiende a disipar la creencia común de que la llegada de especies exóticas (plantas o animales) es en sí misma un factor negativo para los ecosistemas.
No siempre es así. La llegada de plantas y animales de otras regiones e incluso de otros continentes a las zonas urbanas es casi siempre un factor de equilibrio. Por otro lado, es un ecosistema nuevo y nadie es, por definición, un extraterrestre.
¿Viva la reconquista, entonces? Bueno, si vemos el problema desde un punto de vista puramente ecológico, sí: que viva la reconquista. Pero también hay correlaciones sociales. La degradación humana reina en las zonas urbanas abandonadas y la delincuencia va en aumento. Y en este caso, encontrar el mejor equilibrio no es nada fácil.
Traducido del italiano por María Cristina Sánchez