Por Brian Ward, Universidad de Northumbria, Newcastle para The Conversation

Cuando el presidente Donald Trump habló durante un desayuno para dar inicio al Mes de la Historia Negra el año pasado, dio la impresión de que creía que Frederick Douglass, el líder afroamericano más eminente a mediados del siglo XIX, aún vivía. Douglass «ha hecho un trabajo increíble«, indicó Trump.

La Fundación Frederick Douglass se burló de una forma muy sutil de la metedura de pata del presidente, indicando que el legado contemporáneo de Douglass fue tan grande que era perfectamente legítimo hablar de él en tiempo presente. La fundación tenía un punto. Los logros de Douglass son legión. Pero la historia, de cómo sus viajes al noreste de Inglaterra condujeron a su emancipación definitiva, es menos conocida.

Nacido en Cordova, Maryland, hace 200 años, Douglass escapó de la esclavitud en 1838 y se convirtió en un activista incansable por la emancipación y la justicia racial, así como por la igualdad de derechos para las mujeres, los nativos americanos y los inmigrantes. Fue un apasionado partidario del movimiento de la Templanza, creó un periódico antiesclavista, The North Star (La estrella del norte), y luchó para acabar con la segregación en la educación pública.

Después de la Guerra Civil, Douglass continuó sus esfuerzos para garantizar la igualdad de oportunidades y la protección constitucional para los afroamericanos recién liberados, e incluso se desempeñó como ministro en Haití bajo la presidencia de Benjamin Harrison. En 1872, sin su consentimiento, Douglass se convirtió en el primer afroamericano nominado para vicepresidente de los Estados Unidos como compañero de fórmula de Victoria Woodhull del Partido de Igualdad de Derechos. Incluso recibió un voto en la Convención Nacional Republicana para el cargo de presidente en 1888.

Orador, escritor y pensador

Douglass fue un orador inspirador, un escritor elegante y un pensador social sofisticado y progresista. También, tenía una notable capacidad de autopromoción. En 1841, se sentó para su primer retrato fotográfico y desde ahí se convirtió en el estadounidense más fotografiado del siglo XIX. Apreciaba cómo este medio nuevo y en rápida evolución le permitía crear su propia solemne imagen pública y desafiar los crueles estereotipos racistas de los afroamericanos.

Las 160 imágenes hechas de Douglass durante su vida, junto con una serie de pinturas al óleo, sus giras de conferencias y la publicación de varias versiones de la historia de su vida lo mantuvieron en el ojo público. Desde su muerte en 1895, Douglass ha aparecido en sellos y monedas estadounidenses. Ha sido representado, con diversos grados de fidelidad a los hechos de su vida, en una serie de novelas, poemas, canciones, películas, series de televisión y documentales. Aparece en al menos 110 murales y otros numerosos monumentos públicos.

La celebridad de Douglass fue verdaderamente internacional. Visitó Gran Bretaña e Irlanda en tres ocasiones distintas. Causaba impacto a todas partes a donde iba. En Irlanda, el compromiso de Douglass con el gobierno autónomo irlandés se conmemora en el Mural de Solidaridad en Belfast’s Falls Road. El tiempo que pasó en Irlanda también sirvió como inspiración para la novela de 2013 “Transatlántica”, de Colum McCann.

Douglass, Newcastle y la libertad

El 26 de febrero de 2018, se dará a conocer una placa en Newcastle-upon-Tyne, marcando quizás la más importante de todas las conexiones transatlánticas de Douglass. Celebra una relación que literalmente cambió la vida de Douglass.

Douglass llegó por primera vez a Tyneside en 1846 y, en el transcurso de varias visitas, habló en la región en al menos 16 ocasiones distintas. En Newcastle, el carismático ex esclavo se encontró y estableció un estrecho vínculo con la familia Richardson: Henry, su esposa Anna y su hermana Ellen. Los Richardson eran cuáqueros, abolicionistas e involucrados en activismo por la paz y campañas para expandir el sufragio, incluidos los votos y otros derechos para las mujeres.

Douglass quedó impresionado por la peculiar intensidad de las pasiones antiesclavistas de Tyneside. A fines de diciembre de 1846, le dijo a una multitud que lo alentaba complacida al verlo «una audiencia tan numerosa reunida por una causa tan noble» y expresó la alegría «de que Newcastle tuiviese un corazón que podía sentir por tres millones de esclavos oprimidos en los Estados Unidos».

Douglass tenía buenas razones para apreciar este apoyo local. En los últimos meses, los Richardson habían estado recaudando dinero para comprar formalmente la libertad de Douglass. El 12 de diciembre de 1846, Hugh Auld, hermano de Thomas Auld, que era el maestro estadounidense nominal de Douglass, registró el proyecto de ley de manumisión que oficialmente convirtió a Douglass en un hombre libre.

La decisión de comprar la libertad de Douglass no pasó desapercibida sin críticas. Algunos consideraron que la compra legitimaba la idea de que cualquier ser humano podría ser poseído por otro ser humano, para ser comprado y vendido como cualquier otro artículo de propiedad. El propio Douglass era más pragmático. Cuando visitó la región por última vez en 1886, anunció que lo hizo principalmente para encontrarse de nuevo con «las dos mujeres que fueron fundamentales en darme la oportunidad de dedicar mi vida a la causa de la libertad». Él agregó:

Estas fueron Ellen y Anna Richardson, de Newcastle-upon-Tyne… sin ninguna sugerencia mía… me compraron de la esclavitud, consiguieron un certificado de compraventa de mi cuerpo, me regalaron a mí mismo y me permitieron volver a los Estados Unidos y reanudar mi trabajo para la emancipación de los esclavos.

La placa de Douglass y los Richardsons abre una historia rica, en gran parte oculta, de diversidad racial en un lugar considerado tradicionalmente como una de las secciones «más blancas» del Reino Unido.

Douglass, al igual que Olaudah Equiano antes que él y Martin Luther King y Muhammad Ali un siglo más tarde, llegó a Tyneside y encontró allí una bienvenida extraordinariamente cálida.

Por supuesto, expresiones desagradables, a veces violentas, de intolerancia racial, étnica y religiosa a veces han marcado la historia de la región. Sin embargo, la historia de Douglass y los lazos que forjó con los Richardsons y otras «personas de buena voluntad» locales reflejan las tradiciones políticas progresistas de la región. Como dijo Douglass, en una cita que adornará la placa de Newcastle:

Me uniré con cualquiera para hacer lo correcto y con nadie para hacer el mal.

Brian Ward, profesor de Estudios Americanos, Universidad de Northumbria, Newcastle

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Léase el artículo original.

Traducido del inglés por Valeria Paredes