Misteriosos avistamientos de pingüinos se están registrando en estas horas en las ciudades más grandes del planeta -desde Londres a Seúl, desde Buenos Aires a Sydney- en conjunción con el lanzamiento de una nueva expedición del barco Arctic Sunrise de Greenpeace en el Océano Antártico.

Las aves, esculturas hechas en Alemania, fueron avistadas con maletas a punto de partir hacia la Antártida, en las calles más famosas del planeta: cerca de la Casa Blanca, el colorido barrio de Boca de Buenos Aires, la Ópera de Sydney y la Sagrada Familia en Barcelona.

Los pingüinos se encuentran entre las especies que simbolizan una nueva campaña de Greenpeace cuyo objetivo es crear la mayor área protegida del planeta: un santuario de 1,8 millones de kilómetros cuadrados en el Mar de Weddell, en el Océano Antártico. La zona en cuestión es objeto de una propuesta de protección promovida por la Unión Europea, que será examinada por la Comisión del Océano Antártico (CCAMLR) en octubre de 2018.

«Este santuario será un refugio seguro para pingüinos, ballenas y focas, y prohibirá la actividad de los buques pesqueros industriales que están depredando el krill, el diminuto crustáceo en que se basa la cadena alimenticia del Océano Antártico», dijo Frida Bengtsson, jefa de la nueva campaña de Greenpeace, «#ProtectAntarctic».

La tripulación del Arctic Sunrise acogerá durante tres meses a bordo a científicos que realizarán investigaciones pioneras utilizando un submarino para estudiar, por primera vez, el lecho marino del mar de Weddell. Los científicos realizarán investigaciones para identificar los ecosistemas marinos vulnerables y las nuevas especies en el lecho marino, incluidos los corales y esponjas poco comunes. Esto proporcionaría más pruebas de la necesidad de una protección global de la zona. La tripulación también llevará a cabo muestreos de agua para identificar la presencia de contaminación plástica en esta remota región.

«El Océano Antártico puede parecer lejano, pero lo que ocurre allí es crucial para nuestro futuro», continúa Bengtsson. «Un santuario en la Antártida no sólo protegería a los pingüinos, ballenas y focas, sino que también podría hacer que esta zona fuera lo suficientemente fuerte para ayudar a mitigar los peores efectos del cambio climático. Cuando los gobiernos se reúnan en octubre, tendrán la oportunidad de crear la mayor área protegida del planeta. Hagamos que suceda», concluye.