La conformación de lo espiritual implica el reconocimiento identitario de la verdad en las distintas formas de entender el mundo. Esto significa ser capaz de ir más allá de los prejuicios profesionales o culturales con los que nos educamos y encontrar en el ejercicio antropológico la posibilidad de la realización personal.

El mundo se presenta socialmente como una diversidad de posibilidades, de maneras en que se puede aprehender una de sus partes, o él en sí mismo como forma totalitaria. Ahí comienza a cobrar fuerza el pensamiento en sus diversas expresiones de la individualidad. Cada ser se adhiere a una cosmovisión particular: lógica, religiosa, materialista, de relajación, filosófica, incluso está quien supone una forma única, personal, sin clasificación- cuestión totalmente falsa.

Así van quedando expuestos los principios que rigen la vida social, que parten de la decisión, del primer momento, de la ruptura o asunción de la tradición. Este primer momento, sin tener en cuenta condicionamientos de clases o elementos de toma de partido político, se manifiesta en la fragmentación del todo social y en la no tolerancia de la diversidad.

El problema comienza ahí, donde el todo fraccionado es incapaz de encontrarse como unidad. La historia humana está llena de momentos en los que esta incapacidad de diálogo ha desatado el enfrentamiento, los intentos de supresión de unas formas por otras; como toda lucha política por el poder.

El valor está en  encontrar en la diversidad el principio común, lo que nos une. Aquel espacio en el que el ejercicio de intercambio se sustenta sobre el respeto hacia lo individual, entiendo que todo forma parte de una idea más general, en donde son insustanciales las fragmentaciones.

De ahí que la actividad humana ha de ir más en el sentido de la identidad, de la diferencia como momento para llegar al todo. Ha de estar en el fluir constante y en la negación todo el tiempo de la verdad, entendida bajo una sola forma.

La verdad absoluta constituye una síntesis de las verdades particulares, por tanto, el asumir una forma de entender y asumir lo universal, como la única, la realmente verdadera, es sencillamente negar la verdad y la espiritualidad en sí misma.

Madonna González Yera, 19 de diciembre de 2017, Santa Clara