Este artículo complementa al publicado hace pocos días, con algunos elementos que faltaban para completar mejor el cuadro.

Nacionalismo e independentismo

El nacionalismo es aquel sentimiento que tienen algunos catalanes hacia su tierra, su cultura, su historia, su lengua… Es una reivindicación de “lo catalán”, diferenciándolo así de “lo español” y del resto del mundo; es el “hecho diferencial catalán” plasmado en una emoción. El independentismo, a su vez, es puramente el deseo de mayor independencia; en el caso catalán, el deseo de que Cataluña sea un Estado independiente, equivalente al Estado español y cualquier otro Estado nacional. Es ampliar la capacidad de decisión sobre las gentes y los recursos catalanes, de la misma manera que un joven va ampliando sus áreas de decisión a la par que crece y se hace más independiente.

En el proceso actual catalán, existen nacionalistas e independentistas; algunas personas reúnen ambas características, pero hay nacionalistas que no son independentistas (pocos) y también favorables a la independencia que no se consideran nacionalistas. De estos últimos hay muchos más, personas que les gustaría ver que tienen mayor poder de decisión sobre lo que ocurre en Cataluña, sin por ello reivindicar una especial condición nacional.

Es importante hacer esta diferencia porque mientras el nacionalismo tiene un cierto grado de exclusión, que varía en función de la intensidad del sentimiento nacional, el independentismo no tiene por qué ser excluyente. Se puede querer una Cataluña independiente sin por ello menospreciar a los demás pueblos. El independentismo que algunos quieren para Cataluña va de la mano con mantenerse dentro de la UE; esto quiere decir que no pretenden aislarse en “su” Cataluña sino integrarse en el mundo, pero siendo pares de otros Estados.

Hace ya varios años escuché al entonces líder de ERC, Carod-Rovira, hacer esta diferenciación y definirse a sí mismo como independentista no nacionalista. Asimismo, la en su tiempo todopoderosa “Convergencia i Unió” de Pujol, Mas y compañía, era nacionalista pero no reivindicaba la independencia de Cataluña.

CUP

En el artículo anterior hice un repaso de los principales partidos catalanes, y tuve un olvido imperdonable, la CUP (Candidatura Unidad Popular). Se trata del partido más radical de izquierda y a la vez independentista. Gracias a su apoyo “Junts pel sí” (coalición del PDCat y ERC) gobierna hoy Cataluña, pero para hacerlo la CUP forzó la dimisión de su candidato original Artur Mas, a quien la CUP asociaba con la corrupción del clan Pujol. Tradicionalmente, la CUP sólo se presentaba para elecciones municipales, pero en la última elección decidieron presentarse al Parlamento catalán, cosechando un importante 10% de los votos emitidos. Gracias al imprescindible apoyo de la CUP en el Parlamento, muchas medidas que hubiera tomado el PDCat, de corte neoliberal, han sido reemplazadas por medidas más sociales.

Motivaciones del PP

El PP es el partido que está más en contra del independentismo; sin embargo, paradójicamente, es quien ha hecho más por alimentarlo con continuos ataques contra Cataluña, ya desde antes de la primera presidencia de Aznar, hace más de 20 años. Se ha especulado mucho acerca de cuáles pueden ser las motivaciones que tiene el PP para actuar de esta manera. De todas ellas, dos me parecen las más relevantes:

  1. El PP hace un cálculo electoral de que ponerse en contra de Cataluña (y los catalanes en general) le hace perder muchos votos aquí pero en cambio le hace ganar muchos más votos en el resto de España. Es difícil saber si el cálculo es acertado a estas alturas del siglo, pero las recientes imágenes en que se veía a la Guardia Civil saliendo de sus cuarteles en diferentes puntos de España para venir a Cataluña, siendo alentada por grupos de personas con gritos de “¡A por ellos!” parecen confirmarlo, al menos en parte.
  2. El PP es el partido heredero del franquismo. Como tal, buena parte de sus votantes y sus militantes aun suscriben aquello de “España una grande y libre”. Para ellos Cataluña sigue siendo una suerte de colonia de rebeldes que siguen hablando “esa cosa” en lugar de hablar castellano como todos los cristianos de bien. Estas personas no necesitan hacer ningún cálculo electoral, el anticatalanismo (o españolismo excluyente) les sale de dentro.

El factor generacional

Cuando se hacen encuestas se suele publicitar los resultados globales. Si nos adentramos un poco más en los resultados, vemos que hay un componente generacional importante. En el caso del referéndum catalán, cuanto más sube la edad más sube el porcentaje de personas que no están de acuerdo con el referéndum ni mucho menos con la independencia; a la inversa, entre los más jóvenes crece el porcentaje de favorables a la consulta. Algo similar pasa cuando se analiza los resultados electorales generales en España: entre las personas mayores el dominio de PP y PSOE es abrumador, mientras que entre los jóvenes Unidos Podemos (y sus confluencias) y Ciudadanos salen vencedores. En el caso de Cataluña, los mayores apoyan mayoritariamente al PDCat, PP y PSC, y los jóvenes a Catalunya en Comú, la CUP, Ciutadans o ERC. Está por ver, en unos años, a medida que vaya creciendo la edad de los actuales votantes, si mantienen sus preferencias electorales o se van haciendo más conservadores, manteniendo así el reparto actual de cuotas generacionales.

Humor y paz

En los primeros momentos de la represión del Estado español en Cataluña, cuando aun se limitaba a la requisa de carteles y papeletas y la custodia de imprentas, la respuesta de los catalanes tuvo un importante componente de humor. Se hicieron muchos carteles en broma para anunciar el referéndum sin violar la ley, así como muchos memes sobre Rajoy y otros personajes. No obstante, en este sentido, la mayor cuota de humor (involuntario) la puso la Guardia Civil al instalarse en un crucero atracado en el puerto de Barcelona, propiedad de la Warner y decorado con las imágenes de Piolín y el gato Silvestre. Este colmo del esperpento no hubiera podido ser superado ni por el gran Berlanga.

Me parece importante destacar la respuesta pacífica y risueña de los catalanes a los ataques recibidos. Esto es coherente con la reacción producida frente al atentado sufrido hace escasamente un mes en las Ramblas de Barcelona; en aquella ocasión la gente manifestó su repudio al ataque de manera no sólo pacífica sino además reivindicando la convivencia, la diversidad, la democracia y la paz como vía de solución de los conflictos. Sin ser catalán, confieso que me he sentido orgulloso de vivir en esta ciudad.