Por Luciano Debanne

Cuando alguien milita para hacer de este mundo algo mejor nunca milita solo, nunca solo milita.
Es obvio, estarás pensando, no milita solo porque tiene compañeros y compañeras, y es así aunque la importancia de eso a veces pasa desapercibida: militar es ser con otros en el mundo, intentarlo colectivamente, y ya eso nomás vale la pena.

Pero no era eso a lo que me refería. Quien milita no milita solo porque sus acciones, su compromiso, es un movimiento que trasciende a su persona, incluso al objetivo directo de sus esfuerzos.

Con ese que militante, milita, por ejemplo, su familia. La familia que banca y a veces ayuda en tareas anexas, milita la vieja que pinta no se qué cosa, el viejo que presta el auto para llevar no se qué; los hijos que juegan juegos que incluye aquello por lo que militan sus padres -«mira papá, un cartel de Macri el gato, juguemos a elegir, cuando digo Macri el gato hay que quedarse callado y no levantar la mano»-; los abuelos y los tíos que cuidan a los gurises el día que hay que fiscalizar o reunirse, los parientes con sus chistes a favor y en contra en la juntada familiar.

Con ese que milita, militan sus compañeros de laburo, sus colegas; milita la oficina, la fabrica, el taller, la escuela -«mira el vídeo que me mandaron, te lo reenvíe porque te vas gustar a vos qué estás en esas cosas»-. Milita la compañera que junta ropa para el ropero y la acerca, los que compran la rifa, los que van a la peña para juntar guita, los que traen la leche en polvo para la campaña a beneficio del comedor.

Con ese que milita, milita el barrio, el pueblo. Militan los vecinos y los padres de la escuela de los pibes, los clientes en la fila de la panadería con los que se intercambia miradas cómplices en medio de una conversación. Militan los que compran empanadas, o van con su tuper a buscar su porción de locro. Militan los que se dan una vuelta por los festejos del día del niño.

El mundo entero milita con quién milita. Porque militar, dedicarle un tiempo, un esfuerzo, un poco de corazón, a intentar hacer de este un lugar más justo, más igualitario, más bello, genera un movimiento que mejora cada pequeña cosa cotidiana que lo roza, un movimiento que transforma en el camino de buscar la transformación.

Aun cuándo el que milita no consiga sus fines últimos, su militancia genera un círculo virtuoso que pone en marcha pequeñas bellezas y hermandades que mejoran el mundo por si mismas.

Militar mejora el mundo, como lo hace todo acto de amor.