Finalmente, después de décadas de dictaduras luego de la independencia, el vergonzoso aparejo de las elecciones presidenciales y la violencia post-electoral en 2007 que tuvo como consecuencias a 1.200 personas asesinadas y a cientos de miles de refugiados desplazados internamente, Kenia puede mantener la cabeza alta y decir que ahora sabe cómo llevar a cabo una elección transparente.

Seamos cuidadosos. No estamos diciendo que fue 100% libre y justo, pero en términos del proceso para registrar a los votantes y contar los votos el 8 de agosto, podemos decir que fue transparente.

Una elección transparente no es fácil de manipular, y esta elección tuvo fue un proceso transparente de extremo a extremo que aseguró que los votos contados y anunciados en las mesas de votación, los resultados acordados por los representantes del partido en las 40.883 (34A) y luego firmado por todos los interesados y sellado por el representante de la Comisión Electoral y de Límites Independiente que supervisó el proceso, son los mismos resultados que luego comenzaron a aparecer en el sitio web de la IEBC en las horas posteriores a que la votación hubiera terminado y se empezara el conteo.

No todos los resultados están en el sitio web, pero es posible ser comprensibles con ello. Algunos de los lugares que todavía no han cargado sus formatos se encuentran en las esquinas más remotas de Kenia con una infraestructura terrible en términos de electricidad, carreteras y conexión de red telefónica. Un poco más de 30 de los 40883 formatos no están todavía en el sitio web. Aun así, Kenia todavía felicitarse por ello.

El propio IEBC tampoco tiene un resultado bien compaginado. El viernes decía que Uhuru Kenyatta había ganado con 8,203,290 votos. Esos resultados no se basaban en los números subidos al servidor del IEBC, sino por los resultados calculados en cada uno de los 290 distritos electorales que devolvieron a un miembro del parlamento.

Todos los formularios 34A debían recogerse a nivel de circunscripción y se sumaron en la formulario 34B. 290 formularios 34B debían enviarse luego a Nairobi al centro de recuento para sumarse en el formato 34C, que daba el resultado final.

El resultado y auténtico final, según la constitución, es la suma de los formularios 34B, y el sitio web de IEBC debería concordar con ese resultado. Pero si usted va a su sitio web hoy, Uhuru Kenyatta tiene 8.218.271 votos, una diferencia de 14.981. Esto no tiene sentido; si no todos los resultados han sido cargado, entonces el número de votos en el sitio web debería ser menor que el número anunciado el viernes. El IEBC necesita aclarar esto urgentemente. Nada de ello, sin embargo, pone en duda el nombre del ganador, pero es una preocupación y da lugar a mejoras en 2022.

Pressenza ha estado vigilando cuidadosamente estas elecciones por cualquier señal de manipulación, y no hemos podido encontrar nada que ponga en duda estos resultados electorales, y nos hubiera gustado que Raila Odinga, líder de la oposición, hubiese ganado, luego de habérsele robado la presidencia en 2007 y 2012. Tal resultado habría sido una recompensa justa.

Las elecciones de Kenia en el pasado han sido mucho peores. Las mesas de votación en áreas fuertemente polarizadas han reportado resultados imposibles en los que más del 100% de la población votante, ha votado. Los incidentes de los sacos de las cédulas de votación pre-llenadas que se depositaban en las urnas antes de contar, fueron famosos. Y los resultados finales anunciados por el IEBC, a menudo no se parecían a los resultados anunciados en los distritos electorales. A Kenia se le puede dar crédito por haber resuelto todo esto.

Pero, no podemos decir que todo el proceso electoral ha sido libre y justo.

Los procesos democráticos internos de ambos principales partidos dejan mucho que desear. Pressenza ha aprendido de muchos casos en los que se manipulaban las elecciones primarias para seleccionar a los candidatos en todos los niveles inferiores de representación electiva bajo la presidencia en que los oficiales del partido vendían los certificados de los candidatos ganadores a otros, ¡con nada más sofisticado que tachando el nombre del candidato que había ganado y escribiendo el nombre del mejor postor!

El día de las elecciones, los candidatos bien financiados eran capaces de permanecer fuera de las mesas electorales y repartir comida y dinero a los votantes, si votaban por ellos. Muchos votantes vendieron su voto por una bolsa de harina o un par de dólares.

Las recompensas económicas por ganar una elección en cualquier nivel son demasiado buenas para ser ignoradas por aquellos a quienes no les importa nada sus compañeros kenianos, y sólo están interesados en robar tanto como pueden.

Pero podemos tener la esperanza de que la democracia keniana esté mejorando porque la devolución de poderes a la comunidad local que vino con la nueva constitución de 2010 ha llevado a una situación en la que la gente común empieza a entender que sus votos son importantes. En un condado, Kisumu, de 35 miembros del consejo que se presentaron para la reelección con el mismo partido que en 2012, 32 de ellos perdieron la elección primaria porque el electorado pudo ver cómo esos concejales robaron el dinero que debería haber sido destinado a la infraestructura.

2017 no va a ser testigo de un cambio profundo en Kenia en el que la corrupción es erradicada y la democracia pone el poder en manos del pueblo, pero pedimos demasiado si esperamos esto porque casi ningún país en el mundo puede mantener su modelo democrático como faro de la democracia – especialmente aquellos países occidentales que infligirían la guerra a otros países en nombre de la democracia. La corrupción está presente en todo el mundo y las democracias formales en las que vivimos resultan en que nuestros representantes electos traicionan al pueblo y sirven a los intereses del sistema económico global, cuya codicia insaciable no conoce límites.

Sin embargo, tal vez podamos mirar hacia atrás en 2017 y ver el momento en que los kenianos comenzaron a confiar más en el modelo democrático, y lo comenzaron a ejercer más. Tal vez será el momento en que morirá el viejo paradigma de «dividir a lo largo de las líneas tribales y conquistar la presidencia» y un nuevo tipo de política basada en el bienestar de las personas, sobre un modelo económico que sirve a todos, sobre un modelo social que pone el concepto de tribu en su lugar de derecho como un «accidente de nacimiento» en lugar de la característica primaria. Si esto sucede, veremos el año 2017 como un año verdaderamente histórico en la política keniana.