(Este texto es una respuesta al artículo de la famosa escritora griega Soti Triantafyllou)

Hace algunos años el Premio Nobel de la Paz le fue otorgado a Europa. ¿Por qué? Un continente devastado por dos guerras mundiales, con tantas pérdidas (de vidas y tiempo de evolución humana e histórica) adoptó el Tratado de Ginebra, para asegurar un futuro mejor, un tiempo histórico más estable para apoyar, en lugar de destruir, crear conocimiento, ciencia y evolución. Personalmente no considero a los premios Nobel particularmente fiables. Pero admito que para muchas personas los premios Nobel son una gran referencia. Tampoco considero que todos los que han recibido este premio «no valgan nada». La cuestión es si Europa, en la forma en que actualmente lleva a cabo sus políticas respecto de quienes buscan asilo, verdaderamente «no vale nada».

Soti Triantafyllou escribió un artículo sobre la inmigración y los refugiados, y da la respuesta, tal vez sin darse cuenta: sí, esta política de nagación de los países de la UE para hacer frente – como lo exigen los tratados – a la ola de personas que buscan asilo en Europa, «no vale nada».

¿Por qué?

Porque estas políticas permiten que una Europa unida, que promueve la solidaridad y los derechos humanos, deje a Grecia como «perro guardián».

Debido a que durante el año pasado, casi todos los funcionarios europeos sistemáticamente se refirieron a los solicitantes de asilo como » inmigrantes ilegales ». Este término permite a ubicar a toda la población que ingresa a Europa en el mismo plano. ¿Y por qué es eso tan malo? Al menos por razones lingüísticas o por razones de exactitud. Sobre todo porque es tan diferente la forma en que deben tratarse los solicitantes de asilo y los que luego obtendrán protección internacional, que no debería permitirse el uso de ese término.

Porque estas políticas hacen creer que con los fondos de los ciudadanos europeos se controlarán las fronteras, mientras que incluso el último despreciable comunicado conjunto de la Unión Europea con Turquía logró simplemente limitar el número de refugiados que podían ingresar por suelo griego, aumentando en cambio las misiones difíciles y caras de los traficantes y el porcentaje del índice de personas que pierden sus vidas en el Mar Egeo y el Mediterráneo.

Por supuesto que el cierre de los campos, como el horrendo de Moria en Lesbos y la creación de campos de refugiados graves, con condiciones humanas que podrán ofrecer a quienes vinieron a pedir protección internacional y la posibilidad de presentar solicitudes de asilo, es parte de la solución. No es parte de la solución el paternalismo de la Oficina Europea de Apoyo al Asilo (OEAA) cuando declara que «no damos asilo a los afganos», mientras que en el país de Rumi se está en guerra desde hace muchos años, con el apoyo de Estados Unidos, las fuerzas de la OTAN y de la UE, y con la participación de nuestro país. Es evidente que no es parte de la solución que las fuerzas de FRONTEX  deambulen libremente en el Egeo empujando hacia la “segura” Turquía a los barcos de papel desbordantes de esperanza y, al mismo tiempo, de desesperación. Tampoco es parte de la solución la falta de información a las personas acerca de las opciones que tendrán no bien lleguen a la costa griega, con la excusa de que «si lo supieran, estallaría la revuelta!».

Parte de la solución es la integración, pero ¿de qué tipo de integración estamos hablando? Debemos reflexionar sobre la integración, abandonando cualquier deseo oculto de asimilación. Tenemos que construir mezquitas y edificios religiosos; no resentirnos si escuchamos hablar árabe en el autobús; no descartar a los inquilinos porque son extranjeros; ofrecer incentivos para asumir el trabajo en los campos – verdaderas motivaciones y mano de obra no ilegal, no salarios de hambre ni maltrato.

Parte de la solución es el acceso al derecho a la libre circulación. No hemos decidido (al menos por ahora) ser autónomos del resto de Europa. Si el objetivo es hacer frente a la violencia, parece utópico pensar que podemos «filtrar» a cualquier persona que cruza nuestras fronteras para entrar en la Unión Europea. Al menos eso es lo que nos enseñan los ataques terroristas no controlados, incluso en países como Francia y Alemania, a pesar del aumento de las medidas de seguridad.

Parte de la solución es que todos los “radicales chic” que critican desde el computador o mirando a los demás desde arriba, se vayan a vivir a países como Bangladesh, Namibia, Burkina Faso y tantos otros, dejando por un tiempo las comodidades de los países coloniales de Occidente y tratando de entender lo que hace que muchas personas abandonen a su familia y su casa, para buscar una posibilidad de vida allí donde los tratan como si fueran basura.

Parte de la solución es que todos los «occidentales cansados y fatigados pueblos nómades» vayamos a tratar de recuperar el entusiasmo perdido y los motivos por lo que ya nada nos da satisfacción ni motivación para vivir y crear. Quizás entonces podamos entender mejor el fracaso de este sistema que invierte en la guerra y la destrucción, en las bolsas de valores y los mercados, en lugar de invertir en el futuro, en la creación y en la libertad. Ningún “radical chic» se quedará impávido por la falta de sentido, simplemente porque todos estamos interconectados. La cultura del futuro será global y humanista o no será. Estoy luchando y soy de las primeras. Welcome and join me!