Los años 50 del siglo pasado eran los tiempos de la Guerra Fría y el temor al avance del comunismo permitía al movimiento obrero grandes logros sociales en Europa y Estados Unidos, facilitando también la independencia de las colonias africanas. Estados Unidos desarrollaba un gran crecimiento industrial y aparecía el fenómeno del consumismo. Alemania y Japón experimentaban una gran prosperidad económica y Europa construía la Comunidad Económica Europea, mientras que en la República Popular China una profunda hambruna mataba a millones de personas. En Latinoamérica se formaban numerosos grupos guerrilleros que luchaban contra las distintas dictaduras y los afroamericanos se manifestaban por sus derechos civiles.

Mientras, en Cuba, una pequeña isla demasiado cercana a Estados Unidos, se iniciaba una aventura que ante todo pronóstico ha sobrevivido casi 60 años. ¿Quién podía imaginar que, a menos de 150 km de distancia del gran imperio, la isla no fuese absorbida por este?

El 1º de enero de 1959 el ejército rebelde, un grupo de jóvenes barbudos entre 20 y 30 años, entraba en la Habana ganando la revolución. Se inicia así una etapa de profundos cambios; como la reforma agraria, la reforma de la enseñanza, la construcción de un sistema público de salud y la nacionalización de empresas y bancos. Una época de socialización, de formación de conciencia social y de lucha por la construcción de un mundo más justo.

Según fuentes cubanas, en 1946 tan solo un 11% de grandes propietarios y empresas extranjeras acumulaban el 76% de las tierras cultivables de Cuba. La reforma agraria abolió el latifundismo y entregó la tierra a los campesinos o a cooperativas agrarias.

Antes de la revolución, Cuba tenía alrededor de 1.000.000 de habitantes que no sabía leer ni escribir, suponía un 23% de la población. Con la revolución se lleva a cabo la reforma integral de la enseñanza realizando acciones como las campañas de alfabetización, la construcción de escuelas rurales o la creación de 10.000 aulas nuevas. La reforma de la enseñanza ha llevado a la escolarización obligatoria hasta los 16 años y la enseñanza gratuita, incluida la universitaria.

Antes del 1959, la esperanza de vida era de 60 años y la mortalidad infantil del 60 por mil, en la actualidad la esperanza de vida ha subido a los 78 años y la mortalidad infantil está en un 5 por mil. Se estableció un sistema de asistencia médica y sanitaria gratuita para toda la población, juntamente con el aumento del personal médico y la construcción de hospitales y centros sanitarios rurales.

Las ciudades se han transformado; los cuarteles se han convertido en escuelas, los edificios monumentales se han destinado a teatros, museos y centros culturales. Allá donde en la mayoría de ciudades del mundo se levantan las sedes centrales de los bancos y los centros comerciales de las principales multinacionales, en las ciudades cubanas encuentras edificios dedicados al arte y la cultura manteniendo el estilo local.

Cuba tiene un impresionante patrimonio arquitectónico, en el cual se puede advertir la gran brecha económica que durante siglos se había producido entre unas pocas familias acaudaladas y muchos campesinos que vivían en la miseria. Desde palacios de condes y marqueses, vestigios de la época colonial, a casonas de familias que se enriquecieron en el siglo XVIII y XIX con los ingenios de azúcar, el tabaco, o la trata de esclavos. Estancias en las que se comía en porcelana francesa mientras en los ingenios se explotaba a los esclavos africanos y a los campesinos, a altos edificios modernos de hoteles, construidos en los años 40 y 50, controlados por familias de la mafia. Las ciudades cubanas muestran esa historia de dominación, de explotación de agricultores y esclavos que vivían en condiciones de extrema pobreza, mientras que en ciudades como la Habana o Trinidad se vivía en la opulencia.

Esa situación de injusticia desata el anhelo por la independencia, la lucha contra el colonialismo, contra el imperialismo, primero de España y después de EEUU, que se repite en la historia cubana.

La generación que hizo la revolución lucho durante años persiguiendo justicia social, mejorar la sanidad, la educación y tener unas condiciones de vida dignas para todos. Hubo épocas difíciles en las que tuvieron que soportar situaciones de grandes dificultades e incluso miseria, pero de aquellos jóvenes que entraron en la Habana en 1959 ya pocos quedan vivos, del ejército rebelde formado por jornaleros rurales, obreros y campesinos, los que aún quedan ya son octogenarios y la clave del futuro está en las nuevas generaciones, estas que hoy sufren la falta de oportunidades; más de 800.000 cubanos, la mayor parte jóvenes, han abandonado Cuba en los últimos 25 años.

Estos jóvenes post-revolución, que son los que accederán al poder en las próximas décadas y que ahora tienen entre 20 y 30 años, han crecido entre las dificultades y carencias del período especial y la irrupción de la globalización, de los móviles, del consumo, de internet y las series de culto. Viven entre las promesas de la publicidad y la libreta de abastecimiento, entre la enseñanza universitaria gratuita y los sueldos devaluados una vez que te gradúas (en estos momentos, un trabajador en el sector privado puede llegar a ganar 10 veces más que un titulado superior trabajando para el gobierno), entre la igualdad de oportunidades y la competencia de la economía privada incipiente, entre la penuria económica y el lujo permitido solo al turista, entre las canciones de Silvio y el reguetón.

¿Asumirán estos jóvenes el ideario de la revolución? ¿Mantendrán el mito comunista de la creación de una nueva sociedad sin clases?

Cuando preguntamos a unas adolescentes sobre sus estudios y sus expectativas de futuro, nos comentaron con seguridad que querían estudiar medicina, pero no querían cobrar esos sueldos tan bajos después de haber dedicado tanto tiempo y esfuerzo al estudio.

¿Conseguirán estas nuevas generaciones reinventar modelos sociales con igualdad de derechos y oportunidades para todos? ¿Conducirán las medidas de liberalización económica en Cuba a la destrucción de la justicia social? ¿Se producirá una masa de excluidos como ya está pasando en muchos lugares del planeta? En definitiva, estas preguntas no son muy diferentes a las que nos hacemos en otras latitudes, la globalización de un modelo económico sin valores humanos está conduciendo a la homogeneización de los conflictos y la desestructuración de los pueblos.