Religiones por la paz y la acogida organiza en la Parroquia Nuestra Señora de la Almudena, de Madrid,  una jornada para escuchar testimonios de refugiados e inmigrantes

Por Lucas Jerez

La jornada fue moderada por el sociólogo Sergio García que entre testimonio y testimonio trató de desmontar los  falsos mitos que las teorías populistas intentan hacer creer sobre los extranjeros tales como que copan la sanidad pública, no se adaptan a las costumbres, vienen a cometer delitos a nuestro territorio o nos quitan el trabajo a pesar de no tener formación.

En primer lugar tomaron la palabra dos jóvenes musulmanas, Rut y Sheila de la Mezquita central. Ambas nacidas en Madrid, una de ellas convertida al Islam hace tan sólo unos años. Esta misma, Rut Barroso, afirmó que “son las personas verdaderamente implicadas en la religión las que tienden lazos hacia las otras religiones”, recordó como en Medina, ciudad en la que murió el profeta Mahoma los seguidores de distintos credos convivían en paz, tal  y como ocurrió más tarde en Toledo. Sheila añadió que es de padres inmigrantes procedentes de Marruecos y que en su caso, le costó aprender el árabe para poderse comunicarse con sus primos del país alauí.

Más tarde fue el turno de Nicole Ndongala, una mujer procedente de la República Democrática del Congo, y que tuvo que dejar su país para no verse implicada en las redes de trata o sometida a la violencia sexual, una forma de terrorismo para expulsar a las personas de su lugar de nacimiento.

Así fue como Nicole, gracias a la ayuda de su hermano que desde Bélgica le envió un pasaporte falso, llegó a Europa, después de que su familia con mucho esfuerzo pagara el billete de avión. Llegó a Bruselas en 1998. Como supo que muchos congoleños estaban siendo expulsados, decidió volar a España. En Madrid se gastó en dos días, en una habitación de hotel, el dinero que tenía para un mes. Sufrió muchas dificultades, incluso llegó a dormir en la calle, hasta que una monja la derivó a la Asociación Karibú dónde trabaja ahora. Su testimonio fue el más sobrecogedor de la tarde por la crudeza de sus palabras y la descripción de las penurias que le sobrevinieron por desconocer el idioma y no tener a nadie que le echara una mano.

Tras ella, fue el turno de Farid Yazdani, iraní y miembro de la religión bahá’i. Relató que hace más de 35 años que salió de su país y que ya no se siente como un extranjero en Madrid. De hecho, añadió que nunca se sintió como tal debido a la acogida que los miembros de su Fe tuvieron con él. No obstante afirmó que sentirse “extranjero” es también un estado de ánimo y que es necesario que tanto el que acoge como el que es acogido unan esfuerzos para que esto no ocurra.

Por fin tomó la palabra Vladimir Paspuel, presidente de la Asociación Rumiñahui. En tono irónico criticó las formas muchas veces un tanto artificiales de intentar integrar a los inmigrantes, invitándoles a fiestas en las que nadie se dirige a ellos. Contó que en su organización trató de hacer un experimento al revés: “vamos a invitar a un español a nuestras fiestas, aunque no nos conozca a ninguno ¿a ver qué pasa?”.

Se refirió también a cómo su mujer fue interna durante al menos un año, para cuidar de los hijos de una española, mientras que no podía cuidar de sus hijos. “Afortunadamente, aseveró, estaba yo para hacerlo”.

La jornada acabó con las preguntas de los asistentes, cerca de 200 personas, y la actuación de un trío, miembros de la comunidad bahá’i.

 

*Lucas Jerez es un periodista independiente que profesa la religión bahá’i en España