Los medios han sido tomados por “sorpresa” con la elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos. Todos están tratando de entender. ¿Qué sucedió con el voto femenino? ¿El voto latino? ¿El número de abstenciones, el mayor de los últimos 20 años? Por supuesto que tenemos más respuestas que preguntas por parte de los especialistas y las personalidades influyentes. Están estudiando Estado por Estado, lugar por lugar, para poder averiguar qué salió mal y por qué los resultados no coinciden con las encuestas. ¡Como si la democracia fuera un algoritmo que tiene que ajustarse a los resultados de búsqueda que ellos querían!

Muchos no pueden ver el panorama mayor. Este es un fenómeno mundial que se puede entender solamente si se observan las tendencias generales a nivel global. ¿O es que ya no nos acordamos que tuvimos exactamente la misma discusión hace pocos meses, cuando analizamos el Brexit del Reino Unido y luego lo de Colombia, sobre el plebiscito del acuerdo de paz, cuando el voto por el NO ganó con un margen muy pequeño y el 63% se abstuvo de emitir sufragio? Estos no son episodios aislados. Estamos viendo una dirección muy clara en la que la extrema Derecha está reemplazando a un sistema global neoliberal que se cae. El referendum de Hungría, la elección de Las Filipinas, y en Argentina así como en la situación de Brasil se va evidenciando esta dirección de modo dramático. En China la situación tampoco es interesante ya que la gente va siendo forzada hacia una sociedad consumista a escala monumental, transformando su viejo tejido social en un modelo más Occidental, creando las mismas condiciones desesperadas y sin sentido que conocemos muy bien acá.

Estamos enfrentando una crisis decisiva que podría simplificarse con una frase: podemos continuar en una dirección violenta y discriminatoria, con consecuencias terribles para miles de millones de personas y para el medio ambiente, o bien intencionalmente aprovechamos esta oportunidad para comenzar la construcción de la primera civilización humana. Actualmente vivimos en un mundo interconectado; no hay escape. No hay país, cultura, religión que pueda llegar desde afuera a resolver los asuntos internos de nuestras sociedades.

No resolveremos o cambiaremos la dirección en la que vamos con unas pocas buenas ideas o algún desarrollo tecnológico. Tampoco resolveremos el problema dejando simplemente que este sistema muera, concentrándonos únicamente en nosotros mismos y desconectándonos de la sociedad. Y con toda seguridad ya sabemos que tampoco funcionan las respuestas de parche de tipo humanitario ante cada conflicto, sin ir a la raíz del problema. Mucha gente en Estados Unidos sintió la urgencia de reaccionar frente a la elección de Trump saliendo a las calles, protestando por su retórica inflamada en contra de las mujeres, los latinos, los musulmanes y las personas LGBT. Pero eso no será suficiente.

Nuestros valores tienen que modificarse desde los propios intereses hacia algo más profundo, basado en lo que significa ser humano. ¿Qué hago en mi vida diaria que tiene relación con el hecho de que yo sea humano? Los animales hablan, trabajan, tienen familias, viven en sociedades, tienen sus casas, juegan, y así siguiendo. Por supuesto que no todas las especies tienen los mismos niveles de desarrollo pero nadie puede negar estas actividades, lo que quiere decir que ninguna de ellas es específicamente humana.

¿Qué me hace diferente de otras formas de vida? ¿En mi propia vida, qué es específicamente humano? ¿Cómo es mi relación con los demás? Esta es la reflexión que necesito establecer conmigo mismo y la conversación que necesitamos tener juntos. Es lo que va a crear las condiciones para construir la primera sociedad realmente humana. Este trabajo necesita comenzar ahora e ir más allá del color de la piel, género, orientación sexual, país de origen, clase – categorías que, en su gran mayoría, no son elegidas. Mucha gente ha realizado aportes increíbles en nuestra historia, que podrían ser estudiados y adaptados a nuestra situación actual. No estamos comenzando de cero. Dejamos nuestras cavernas y hemos hecho enormes progresos; no estamos al final de la historia humana.

Nadie va a salir de este enredo solo. Necesitamos contar con la comprensión mínima de que “el progreso de unos pocos termina siendo el progreso de nadie” (Silo, 2004). Si esta elección norteamericana no se convierte en una señal para que la gente “buena y progresista” advierta la urgente necesidad de construir una sociedad basada en un conjunto muy diferente de valores, con la aspiración de una Nación Humana Universal, será tal vez porque Donald Trump no ganó solamente las elecciones en las urnas sino también en nuestras mentes y nuestros corazones.