Sandra russo, periodista argentina, ha hecho radio, televisión y escribe para Página 12 desde los inicios de este diario. En el 2010 escribió  «Jallalla: la Túpac Amaru, utopía en construcción», primer libro sobre Milagro Sala. Con ella intentamos profundizar sobre la detención de Milagro Sala y la situación actual argentina.

Sandra, antes que nada, ¿tienes noticias de la situación de Milagro y de los demás presos políticos?

Por un lado, las noticias que llegan desde Jujuy son preocupantes, tanto por Milagro como por los otros militantes detenidos. La semana pasada, en lo que pareció ser el primer dato objetivo de acuse de recibo de lo que le está pidiendo la ONU, fueron liberadas dos de los once tupaqueros que estaban detenidos junto con Milagro. Por el otro, aunque tenga razonables bajones, Milagro es perfectamente consciente de la responsabilidad de su liderazgo. Se mantiene en permanente contacto, periódicamente manda algún mensaje para indicar que sigue entera, y esta semana se pudo escuchar su voz en una radio de alcance nacional, y allí se la escuchó muy firme y contundente. Detenida desde enero pasado, sigue su lucha y sigue liderando a la Tupac Amaru.

¿Las recientes intervenciones internacionales y la visita de Trudeau con sus declaraciones están modificando la situación en Jujuy?

Indudablemente sí, aunque el gobierno de Macri actúa como recubierto con manteca y como si todo le resbalara. Cuando llegó el pedido de la ONU, el gobernador Gerardo Morales hizo una declaración que echa toda el agua posible sobre esta situación de suspensión de Estado de Derecho en Jujuy. Dijo: “A esa mujer yo no la voy a liberar”. Un gobernador no tiene que encarcelar ni liberar a nadie. No son sus atribuciones. La brutalidad de Morales le hizo decir la verdad: es él, a cargo del Ejecutivo, el que la mantiene presa. Por eso no cabe ninguna duda de que estamos hablando de presos políticos. Esto, tarde o temprano, terminará en un juicio político contra Morales, y el Poder Judicial funcionara normalmente, el de Jujuy debería ser urgentemente intervenido porque ningún ciudadano jujeño goza de las mínimas garantías constitucionales. Da la impresión de que el gobierno, después de la intervención de Trudeau, está tomando conciencia de que no es ningún país bolivariano el que le reclama, sino un país de primer orden, y esas jerarquías para este gobierno no son indiferentes. Canadá forma parte del mundo al que presuntamente Macri quiere religar a la Argentina.

Numerosos observadores subrayaron la influencia mediática en los procesos de desestabilización de los gobiernos progresistas. ¿Cómo fue que en años de gobierno no se logró una ley de control y de democratización de los medios de difusión? ¿Qué pasó en Argentina y Brasil específicamente?

En la Argentina, al menos, nos pasamos cinco años con una ley de Medios que fue aprobada por una clara mayoría después de amplios debates en foros de todo el país. Todo ese largo tiempo, mayor al de un período presidencial, un sector del Poder Judicial, que es el que ahora persigue a Cristina Kirchner y trata de inhabilitarla para próximas elecciones, dictó una infinidad de medidas cautelares que hicieron imposible la aplicación completa de la ley. Fueron años donde se discutía si esa ley iba a cercenar, o no, la libertad de expresión. Nunca lo habría hecho. Solamente restringía a 24 las licencias que podía tener un grupo de comunicación. Hoy hay listas negras, yo misma no he podido ejercer el periodismo desde que asumió Macri, y sin embargo la libertad de expresión no es tema de ninguna agenda. Nunca les importó la libertad de expresión, lo que defienden siempre en su propia libertad de expansión a costa de medios comunitarios e independientes, que van ahogando ahora como ya lo hicieron en los 90. El poder político, el judicial y el mediático son las tres patas de una asociación ilìcita (porque viola la independencia de poderes) que es la estructura cuasi mafiosa que está arrasando con la democracia argentina. Se persigue a opositores, se espían muros de Facebook, se detiene a gente por la calle porque llevan puestas remeras de algunas organizaciones políticas, se mantiene a un buen número de periodistas sin medios en los que trabajar. La ley fracasó porque el kirchnerismo nunca tuvo el poder suficiente para rediseñar esta democracia regulada por la Constitución de 1994, plena época neoliberal. Hemos aprendido con dolor y ya colectivamente que el poder político es uno entre otros, de ninguna manera la suma del poder, y en los doce años de kirchnerismo los poderes fácticos, que ahora gobiernan directamente con un CEO en cada ministerio, protegieron al grupo Clarín, que es el vocero del gobierno corporativo actual. El vocero y muchas veces el que decide políticas de comunicación. Sus casi trecientos medios y sus satélites son los que protegen a Macri: no reflejan ninguna protesta social, ni la represión bestial a esas potestas, ni la corrupción a gran escala que ocupa ahora la Casa Rosada. No estamos hablando de un caso de corrupción, que hay en cualquier gobierno y de hecho el kirchnerismo ha tenido los suyos, Estamos hablado de corrupción totalmente transversal en todas las áreas de gobierno y de una concepción política que naturaliza e incorpora la corrupción como un modo normal de hacer negocios. Los Macri son eso: gente que ha sobornado funcionarios de todos los gobiernos desde la dictadura militar y que ha acumulado una fortuna gracias a la obra pública.

Crees que el caso Tupac, ¿es un caso aislado o forma parte de un proceso mayor de criminalización de la organizaciones sociales? ¿Hasta dónde puede llegar este proceso?

El gobierno de Macri, a través del gobernador Morales, dio esa señal en enero, apenas comenzó su gobierno: un ciudadano puede ser privado de su libertad por su posición política, así como puede ser despedido de su trabajo. Los miles de despidos de empleados públicos que se produjeron después de que los burócratas revisaran sus muros de Facebook o revisaran sus cuentas de Twitter así lo demuestran. Este es un gobierno persecutorio y represor. Milagro Sala es la conductora de la Tupa Amaru desde 1991, cuando comenzaba la orgía neoliberal de los `90. Es una de las organizaciones sociales más grandes de la región, y en la Argentina es una expresión de un sector hasta entonces totalmente invisibilizado, porque la Tupac Amaru, de origen quechua, es un puente entre el país que cree que todos sus habitantes descienden de los europeos que llegaron entre fines del siglo XIX y principios del XX. El establishment que gobernó este país, salvo escasas grietas históricas, como los gobiernos kirchneristas, contaron un relato en el que los argentinos habíamos bajado todos de los barcos. La Tupac Amaru reivindica otros orígenes, nos une a la región andina. Y está integrada por uno de los núcleos de pobreza estructural más hondos del país. Milagro le dio a esa gente mucho más de lo que jamás habían recibido. Empezando por la autoestima. Su obra es grande, maravillosa. Morales ha destruido el parque acuático, por ejemplo. Lo hubiese podido habilitar para los pobres jujeños, pero lo destruyó. Ese es el mensaje del neoliberalismo en todo el mundo pero especialmente en la Argentina: nos vienen a decir que somos un pobre pueblo condenado al sufrimiento. Y eso es mentira. El sufrimiento no es una condición natural, sino el resultado de las políticas extractivas que ellos aplican. Es lo que condena el Papa, es la fetichización del dinero, es el descarte del otro. Milagro es el ejemplo y la síntesis del propósito del PRO, que es reducir al pueblo a la servidumbre del mercado.

¿Qué podrían aprender los progresistas de todo el mundo de la derrota electoral argentina?

Que cuando la clase política está integrada por gente sin escrúpulos o por gente corrupta, el empresariado, las corporaciones y los capitales concentrados la usan de ejemplo para advertirles a los electorados que la política es sucia, que no sirve, que son todos iguales, de modo que la gente termina votando a empresarios como Macri o Temer o Piñera, o a herramientas de las corporaciones, como Peña Nieto. Hay que hacer política de otra manera, desde la base, con una subjetividad distinta, diría que casi ascética, transparente, con vasos comunicantes con otros sectores, especificando mucho a qué nos referimos cuando hablamos de democracia, libertad o república, porque al poder han llegado gobiernos de derecha apelando a esas palabras, minitiendo, pero amparados por medios concentrados que hoy, en lugar de llevar información a sus audiencias, operan como un dique entre los ciudadanos y la verdad. Las agendas periodísticas son vergonzosas en todo el mundo. Hay continentes enteros borrados de esa agenda, y es donde países de la UE y Estados Unidos bombardean y fuerzan sus estrategias geopolíticas. Quieren hacer de América Latina lo que ya han hecho en Africa. Quieren desplazar gente para poder deforestar. Quieren instalar bases militares norteamericanas para trasladar y ampliar los eternos conflictos de Medio Oriente. En esta fase del capitalismo, los territorios son sacrificables porque vienen por los recursos naturales. Sólo la política, la verdadera política, la de entrañas militantes e históricas, en todo el mundo, puede detenerlo. Y por último diría que asì como la derecha se ha globalizado, también la izquierda debe hacerlo. Es necesario estrechar lazos intelectuales y físicos entre todas las dirigencias y bases de resistencia en el mundo, porque debemos responder lo más global y organizadamente posible a esta agresión.