Ha muerto Fidel Castro y el significado de su vida no puede ser encerrado entre los estrechos márgenes que puedan proponer los lineamientos ideológicos, sino desde la comprensión de la finitud, de proceso, desde la comprensión de una perspectiva histórica, desde el ámbito del ser humano como tal, obligado a optar, en cuanto propósito, cuando se trata de reivindicación de la libertad y la dignidad humana.

Como corresponde a un momento como este, no es oportuno el análisis político o histórico de su legado. Eso será interpretado desde distintos puntos de vista en los días venideros. Nosotros queremos hoy rescatar nuestra solidaridad con el pueblo que hoy le llora y recordar parte de su mensaje.

En su primer discurso a su llegada a La Habana el 8 de Enero de 1959, Fidel Castro dice: “…cuando la guerra haya concluido, los único enemigos de la revolución podemos ser nosotros mismos”, agregando más adelante que “una de las ansias mayores, como consecuencia de los horrores padecidos, por la represión y por la guerra, era el ansia de paz, de paz con libertad, de paz con justicia, y de paz con derechos”.

Al cumplir 89 años en una carta, volvió a reiterar esa voluntad diciendo: ““No dejaremos nunca de luchar por la paz y el bienestar de todos los seres humanos, con independencia del color de la piel y el país de origen de cada habitante del planeta, así como por el derecho pleno de todos a poseer o no una creencia religiosa.

La igualdad de todos los ciudadanos a la salud, la educación, el trabajo, la alimentación, la seguridad, la cultura, la ciencia, y al bienestar, es decir, los mismos derechos que proclamamos cuando iniciamos nuestra lucha más los que emanen de nuestros sueños de justicia e igualdad para los habitantes de nuestro mundo, es lo que deseo a todos; los que por comulgar en todo o en parte con las mismas ideas, o muy superiores pero en la misma dirección…”.

Sin duda que ningún humanista podría no considerar solidariamente estas intenciones, como tampoco podríamos sustraernos, a una mirada crítica o solidaria, según tales intenciones se alejaron o se acercaron. Porque en definitiva se trata de la afirmación aún vigente, “de esa ansia mayor”, no solo del pueblo cubano, sino de todos los pueblos del mundo, en una situación actual sometida a una violencia irracional, justificada por uno u otro bando en disputa. Cabe preguntarse por qué una vez ya retirado del poder, volvió a mencionar el tema de la paz y su relación con el bienestar común, con la justicia.

Cabe entonces, invitar a reflexionar no solo en torno a lo que fue la historia de Fidel y de su pueblo, sino a cuál será la historia que queremos cuando la paz pugna desesperadamente por abrirse paso en constante contradicción con la justicia que ha sido encerrada en trincheras de incomprensión mutua.