«…Comprendí y agradecí ver que necesitaba hacer de mi vida un oficio»

Siempre admiré y me sirvieron de referencia profunda y permanente cierto tipo de personas. Procedían y proceden de ámbitos muy distintos. Algunas muy cultas y otras con apenas estudios académicos; unas muy cercanas y otras más alejadas en cuanto a mi relación personal con ellas; unas muy cálidas y otras con roles más fríos; de ideologías casi opuestas en ciertos temas… Pero todas ellas han ido dejando, probablemente sin saberlo, una huella en mi vida que ha hecho que vuelva a su imagen como quien busca un faro en la costa sin cuestionarse tantas veces por qué lo hace.

Un tiempo atrás me pregunté qué característica, qué tenían en común todos esos seres humanos tan diferentes y alejados algunos en el espacio y el tiempo en mi biografía, para que me conmoviera tanto su recuerdo y para que siempre estuvieran copresentes o presentes en mi memoria y en mis afectos.

Entonces comprendí que todos tenían un tono en sus comentarios y sus acciones muy especial, un tono calmo, tranquilo; atendían a lo que estaban haciendo y cómo se relacionaban, no dejándose llevar por el vaivén de los acontecimientos externos ni -por supuesto- por el “sentir de la canalla”… Es como si internamente tuvieran un manejo de sus manifestaciones en el mundo que generaba afuera, en los demás, el mismo tono.

Me ha parecido también que hacían todo lo que hacían sin esfuerzo, con entusiasmo, diría que  -en muchos momentos- con una actitud de servicio a los demás sin jamás utilizarlo como bandera.

Otro aspecto que rescato de su estilo de vida es que son o eran pulcros en su hacer, siguiendo un orden que sólo ellos conocían pero que –sin duda- les facilitaba su quehacer cotidiano.

Y finalmente reconocí que eran permanentes, siempre constantes en sus proyectos, en su trabajo en el mundo, en su vida.

Coincide, además, que esa tendencia más o menos explícita por ayudar a otros -desde mi experiencia con ellos- les hacía bondadosos, más sabios que la media de quienes me rodeaban y, de modo más o menos manifiesto, más fuertes internamente.

Todo esto lo pude observar cuando comprendí que si quería avanzar en mis proyectos cotidianos, sociales, de desarrollo espiritual, necesitaba incorporar esos tres elementos en mi vida, en mi estilo de vida: tono, pulcritud y permanencia. Algo que hasta ese momento no había comprendido en profundidad.

Comprendí y agradecí ver, entonces y en síntesis, que necesitaba hacer de mi vida un oficio, como ellos me han enseñado… tal vez, sin proponérselo.