En todo conflicto siempre es bueno saber quiénes son los malos, esas personas que explotan, o abusan, o son violentas hacia los demás.

En Hollywood, es bastante fácil. Los buenos tienen acento estadounidense y los malos tienen acento extranjero. [Aunque para el público de otros países no siempre está tan claro que los buenos sean los estadounidenses].

En la historia también era fácil. Siempre eran el Rey o la aristocracia. En la época colonial, fueron los europeos blancos. Y en Estados Unidos y Sudáfrica fueron las leyes de segregación de los blancos que violaban los derechos de la población negra. En otros ejemplos, los malos eran (y siguen siendo en muchos lugares) los dictadores militares, etc.

Así que, cuando protestábamos, nosotros (los explotados) siempre sabíamos dónde ir a protestar: al palacio, al parlamento o a otras sedes del poder. También podíamos identificar fácilmente a los malos porque tenían un aspecto físico diferente. Siempre había una forma de distinguir a los malos de los buenos.

Esto ya no es así, especialmente en los países económicamente más desarrollados.

Hoy en día, los malos son los banqueros, los políticos, los magnates de los medios de comunicación, los mandos militares y los traficantes de armas, y no tienen ni una ubicación geográfica central ni un aspecto físico característico.

Los avances en materia de Derechos Humanos en Occidente implican que el poder no está totalmente controlado en manos de hombres gordos, blancos, de mediana edad y heterosexuales, como ocurría antaño. Los malos de hoy pueden ser negros (Barack Obama, Presidente de EE.UU.), mujeres (Christine Lagarde, Directora Ejecutiva del FMI), discapacitados (Wolfgang Schäuble, Ministro de Finanzas alemán) u homosexuales (Antonio Simoes, Consejero Delegado de HSBC Bank).

Las características de un malhechor se han difuminado mucho a lo largo de los años.

Así que, ¿es realmente de extrañar que a un movimiento social le cueste encontrar una causa en torno a la que agruparse cuando es tan difícil identificar quiénes son los antagonistas?

Además, los malos controlan LA herramienta de manipulación del público por excelencia: los medios de comunicación. Así, nos proporcionan telenovelas, celebridades, fútbol y todo lo que pueda distraer a la población sobre los verdaderos problemas del mundo. También controlan la economía para que la inmensa, inmensa mayoría de la población trabajadora del mundo esté enormemente endeudada. Crean guerras para mantenernos temerosos de los inmigrantes, los mismos inmigrantes que llegan a occidente a trabajar por muy poco, creando presión a la baja sobre los salarios.

Y sistemáticamente toman la riqueza creada por la población trabajadora y la filtran hacia los ya extremadamente ricos y sus cuentas bancarias en el extranjero.

La industria nos proporciona relucientes y cada vez más modernos teléfonos, ordenadores, coches y vestimentas que tienen que ser reemplazados cada año y cuyo precio es tal que sólo pueden ser pagados con tarjetas de crédito y préstamos.

Y nos hacen creer que no hay alternativa a este sistema. De alguna manera es imposible crear otra alternativa, a pesar de que las Universidades están llenas de personas académicamente dotadas que podrían resolver todas estas dificultades. Y para aquellos que realmente no pueden hacer frente a vivir en el mundo actual, la industria farmacéutica puede proporcionarles la medicación adecuada para que su extrema ansiedad y su extrema felicidad se reduzcan a una mera capacidad de existir sin emociones complicadas que realmente podrían motivarlos hacer algo con respecto a la situación en la que se encuentran.

Si realmente queremos crear la Nación Humana Universal, un mundo con igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades para TODOS los seres humanos del planeta, independientemente del accidente geográfico e histórico del momento de su nacimiento, entonces tenemos que entender el problema en su raíz última: que la vida humana no es el valor central en la sociedad. La vida humana no es sagrada.

Cualquier intento de crear un nuevo orden mundial tendrá que empezar con un nuevo conjunto de principios y valores que nos guíen, y esos valores tienen que empezar con el hecho de que la vida humana es sagrada, y que vivimos en un planeta que es sagrado, en un ecosistema complejo en el que coexistimos con otras formas de vida que también son sagradas.

Tenemos que empezar con el principio de que ningún ser humano consuma más de lo que puede reciclar, porque la Nación Humana Universal es un proyecto no para esta década, ni para este siglo, ni siquiera para este milenio. ¡Este un proyecto para siempre! Es un proyecto para un millón de generaciones. ¿Quién sabe qué forma tendrá el ser humano dentro de un millón de generaciones? ¿Quién sabe lo que otras formas de vida que viven actualmente en el planeta harán en sus propios caminos evolutivos hacia una conciencia más amplia? ¿Quién sabe cuándo se establecerán los primeros contactos con la vida en otros planetas?

Todas estas cosas seguramente ocurrirán y nuestro camino evolutivo nos llevará allí si lo permitimos, si somos capaces de evitar un holocausto nuclear y una guerra que nos haga retroceder a la Edad de Piedra en el mejor de los casos.

El proyecto de la Nación Humana Universal es más importante y urgente ahora que nunca en la historia de la humanidad. Por eso es tan importante generar conciencia sobre quiénes son realmente los malos y desarrollar un movimiento unificado hacia ese objetivo.

Juntos, como especie, podemos crear una nueva sociedad y un nuevo sistema de valores. ¿Somos capaces de ello? Esa es la gran pregunta que se hacen los humanistas.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen