• Destitución de Rousseff por parte del liberalismo.
  • Los límites de las democracias formales.
  • La urgente necesidad de construir democracias reales.

La presidenta constitucional de Brasil, Dilma Rousseff, fue declarada culpable de corrupción por el Senado y es desde ayer apartada definitivamente de sus funciones. Cabe destacar que no se le ha comprobado ningún delito por parte de la justicia.

No fueron presentadas pruebas consistentes de los delitos atribuidos a la acusada, durante el juicio político iniciado el 12 de mayo, producto de una democracia formal, obsesionada por los rituales y la formalidad. A tal punto que los adversarios de la mandataria tenían derecho de citar a seis testigos para respaldar sus acusaciones sobre la supuesta violación a las leyes de Presupuesto y Responsabilidad Fiscal y sólo presentaron dos.

Ese proceso de destitución fue encabezado por Michel Temer quien fuera el vicepresidente del actual gobierno y a partir del 31 de agosto, nuevo presidente hasta 2018. Desde su interinato desde el mes de Mayo pasado, comenzó inmediatamente a implementar recortes presupuestarios, privatizaciones de servicios públicos y quita de beneficios a los más carenciados materialmente.

Esta situación en Brasil es parte de la avanzada dominante en la región latinoamericana, es el saqueo del capitalismo, más brutal que el neoliberalismo de los años 90 del siglo último.

El gobierno de los EE.UU. fachada operativa de la plutocracia de esa sociedad, pretende asegurar su mal llamado “patrio trasero”, apoyando abiertamente a las derechas locales en aquellos países que no se ajustaron a los planteos imperiales.

Antes de este proceso en Brasil, en Argentina a fines del año pasado se instaló un gobierno reaccionario y pro capitalismo liberal, apoyado, en una “guerra psicológica” que utilizó fundamentalmente a los medios hegemónicos de difusión masiva.

Los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, se solidarizaron con la situación que padece el pueblo de Brasil, y han retirado a sus embajadores de forma inmediata, pero ellos padecen el accionar de esta estrategia anti democrática, que utiliza diferentes tácticas de acuerdo a las posibilidades que le brinda la situación y a las características de las derechas locales. Los primeros antecedentes de estas prácticas fueron los “golpes blandos” en Honduras y Paraguay.

Esta manipulación de las democracias formales por parte de las minorías opresoras, está dejando más que en claro los límites del desarrollo de las mismas y la urgente necesidad de construir democracias reales donde el régimen imperante sea el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.

Es necesario que el Partido Humanista Internacional de la señal más fuerte y clara posible, respecto a la necesidad de cambios  drásticos en los esquemas de poder vigentes. Es urgente intentar instalar la discusión en todos los ámbitos sociales, sobre el grado de concentración del poder económico actual y cómo la toma de decisiones está cada vez en menos manos.

Ese poder solo podrá ser modificado por la construcción de una democracia real, directa, que abarque los tres poderes del Estado, la economía, los medios de difusión masiva y que se apoye en los métodos de lucha no violentos.

Equipo de Coordinación Internacional – Partido Humanista Internacional

Septiembre/2016