Dominik Schlett resume sus impresiones sobre su estancia en Santiago de Chile a través de una fotografía de Domingo Fernández K., la cual interpreta en el siguiente texto.

Un miembro oculto de la sociedad

A primera vista el observador ve a un hombre de orejas grandes y una gran nariz. Ese hombre está limpiando zapatos en algún lugar público de alguna ciudad que aparece desenfocada en el fondo de la foto.

El limpiabotas ocupa todo el espacio y acapara la luz en exclusiva. Tiene el busto erguido y la espalda recta. La cabeza inclinada hacia adelante apuntando hacia la bota que está limpiando a su cliente.

Las botas del cliente están ya resplandecientes, se trata de una escena que representa el acabado de un trabajo manual. Este acabado se lleva a cabo con un trapo de fibra especial que se desliza fácil y hábilmente por los dedos del limpiabotas. En la muñeca izquierda, el limpiabotas lleva un reloj con una correa de cuero negra.

Su ropa de trabajo destaca por el rojo intenso. El cuello del grueso suéter lo lleva vuelto y las mangas arremangadas. Está sentado sobre una silla desgastada y lleva un delantal que le cubre el torso y las piernas. Los colores brillantes de su ropa de trabajo y su gesto ensimismado producen un fuerte contraste con el resto de elementos representados. Su rostro está presente, cautivando por así decirlo la mirada del observador.

En conjunto, su cabeza parece una cordillera, formada y moldeada durante décadas, desfigurada por las fuerzas tectónicas. Es una cabeza que insinúa un gran número de experiencias vividas, innumerables historias que han contribuido a moldearla y a crear su extraordinaria forma.

Poder y prejuicio

Los limpiabotas se encuentran en todas las calles, en todas las plazas y mercados de América del Sur. En Chile, el país más rico del continente, tienden a desaparecer del espacio público.
Por el contrario, en Bolivia, el país más pobre, están presentes por todas partes. Allí son en su mayoría niños los que continúan ejerciendo este trabajo para poder ayudar económicamente a su familia.

Debido a la falta de reconocimiento social y por miedo al escarnio público en la escuela u otras instituciones, los limpiabotas de Bolivia suelen llevar pasamontañas, ocultando su rostro y su identidad.

En cambio, el limpiabotas de la fotografía aparece en público sin ningún tipo de inhibición. Su frente se asemeja a los pliegues de una montaña, mientras que sus escasos cabellos blancos parecen una cumbre nevada. Su reloj señala la estructura y el horario del trabajo según el cual se rige.

En Europa prácticamente no quedan limpiabotas. De vez en cuando se puede ver a alguno en ferias y mercados como una atracción nostálgica, una ironía. Allí ya no se contempla el trabajo de limpiabotas como un oficio sino más bien como una ocupación modesta y de bajo rango, que solo se puede entender de una manera simbólica.

Símbolo de servilismo al ponerse a los pies de la sociedad, el oficio de limpiar zapatos ha quedado en la memoria como algo indigno.

De este modo, el trabajo en si desaparece detrás de esta simbología. Por ejemplo, durante el Nacionalsocialismo, los presos de los campos de trabajo alemanes debían limpiar los zapatos de sus torturadores como prueba de inferioridad.

La posición de rodillas y encorvada debía señalar una relación jerárquica. Ya no se trataba únicamente de limpiar unos zapatos, si no que se había convertido en una demostración de poder en las relaciones interpersonales.

Recuperar la dignidad

Pero esto no es así en la fotografía de Domingo Fernández K. En sus imágenes, el fotógrafo chileno se interesa fundamentalmente por captar el momento preciso. Para ello, se funde con el ambiente y espera a que llegue ese momento de empatía. El momento en el que puede comprender y llegar a sentir el carácter de la persona retratada. Esto es así también en la fotografía que nos ocupa. Aquí el fotógrafo pudo sentir el orgullo y la dignidad de un trabajador. Una persona que sencillamente desempeña su oficio, un oficio que aprendió de forma autodidacta.

Con su equipamiento profesional y muy concentrado en la calidad de su trabajo, la poderosa madurez de su rostro domina sobre este acto de creación.

Tanto el entorno urbano como los clientes palidecen frente a esta presencia y con ellos la simbología interpersonal y las jerarquías.

El limpiabotas ya no encarna un papel en la sociedad. Ya no es el envoltorio de una función social, no puede servir de excusa para la crítica social. No cabe ninguna duda sobre su desempeño.
Del mismo modo que las orejas grandes y la nariz grande simbolizan la sabiduría de Buda, esta imagen simboliza la dignidad y la experiencia de un hombre. Independientemente de la clase social y del trabajo del retratado, Fernández muestra un gran respeto por el ser humano. Poderoso y hecho a sí mismo, el hombre permanece atento como una montaña ante el valle.

De esta manera conquista todo el ambiente y domina su espacio, en el que solo él puede tener esa presencia física.

Su semblante es la razón última de la existencia y atestigua la humanidad liberada del sufrimiento social, enaltecida por la dignidad de la mera presencia. Fernández consigue con ello un retrato ideal en el cual lo único que queda en primer plano es la esencia del limpiabotas.

Foto de Domingo Fernandez K. www.domingofernandez.cl, al cual agradecemos que nos la cediera.
Interpretación de la foto por Dominik Schlett
Traducido del alemán por Natalia Ribés