Segunda parte de la entrevista de Calle2 a la senadora uruguaya.¹

Por Vinícius Mendes para Calle 2. Traducción de Pressenza.

La senadora Lucía Topolansky afirma que el Uruguay tiene que aceptar el impeachment de Dilma por estar previsto en la Constitución, pero no ahorra críticas al gobierno Temer.

Solo en medio del conflicto de los gigantes del Mercosur –­Brasil, Argentina y Venezuela–, el gobierno uruguayo no puede evitar la ambigüedad política. Horas después de que la presidenta Dilma Roussef diera su último discurso frente al Palacio del Planalto el 12 de mayo y saliera escoltada hacia su alejamiento provisorio del cargo, el canciller del Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, concedió una entrevista en Montevideo diciendo que su país no se comunicaría con Michel Temer. Fue el primer país del mundo en posicionarse una vez que se consumara la salida de la Presidenta del poder.

Sin embargo 55 días después el canciller provisorio José Serra y el ex presidente brasilero Fernando Henrique Cardoso (PSDB, Partido de la Social Democracia Brasilera) viajaron juntos al Uruguay para encontrarse con Novoa. El tema de la reunión era, principalmente, pedir al gobierno local que no pasara la presidencia temporaria del Mercosur a Venezuela. No obstante, según comentarios de la prensa no dejaron de hablar de la situación brasilera y de los negocios entre los dos países.

Para la senadora oficialista Lucia Topolansky, esposa del ex presidente “Pepe” Mujica, no se trató de un cambio de ruta porque es imposible cortar relaciones con el Brasil, independientemente de la situación política del país. Otra señal de que los hechos a veces terminan prevaleciendo sobre las ideas. “Somos un pequeño país entre dos gigantes. No tenemos más remedio que recibir al canciller José Serra, en forma interina o no”, admite en entrevista exclusiva para Calle2 en su chacra, en los alrededores de Montevideo.

‎A pesar de eso, no ahorra críticas al proceso que alejó a Dilma, amiga con quien conversaba semanalmente cuando estaba en el poder. “Están destruyendo el proyecto brasilero” vocifera, para después admitir también que es difícil hablar de un golpe de Estado contra la Presidenta. A continuación, partes de la charla sobre el país.

El gobierno uruguayo anunció que no se relacionaría con el Ejecutivo brasilero después del alejamiento de Dilma, pero Tabaré Vázquez ya se encontró con el canciller José Serra en Montevideo. ¿Eso es señal de cambio de ruta?

No. Es que no hay forma de no hacerlo. Somos un pequeño país entre dos gigantes. No tenemos más remedio que recibir al canciller José Serra, en forma interina o no. No nos propusimos cortar relaciones con Brasil ni retirar nuestra representación diplomática en Brasilia, sino seguir con atención lo que está sucediendo en el juicio a Dilma Rousseff.

Pensamos que el gobierno de Dilma es legítimo, pero tenemos que aceptar el proceso porque está previsto en la Constitución brasilera.

‎Del mismo modo, no es de nuestra incumbencia interferir en eso. Si el canciller viaja a Montevideo para hablar del Mercosur y nosotros estamos ejerciendo la presidencia temporaria del bloque, sería un error no recibirlo. Pero no cambiamos nuestra posición: seguimos preocupados con la situación brasilera. ¿Qué imagen dio Brasil frente al mundo en aquella sesión de la Cámara de Diputados en que se votó el juicio a la Presidenta? Fueron los argumentos más extraños que vi en mis 70 años de vida.

Usted es amiga de Dilma Rousseff. ¿Habló con ella después de su alejamiento?

La última vez que fui al Brasil, el impeachment todavía estaba en discusión. Después no hablé más. Sin embargo algunas personas de mi partido (Frente Amplio) están yendo y viniendo de Brasilia; muchos de ellos son diputados del parlamento del Mercosur que se reunieron con ella. También estuvimos con el presidente Lula. Contratamos un abogado –de esos que te roban hasta los pantalones– para informarnos de todos los detalles del proceso brasilero.

‎¿Temen un cambio en los rumbos económicos?

La impresión que me da es que se destruyó en poco tiempo una enormidad de cosas que fueron hechas en los últimos años. Algunos gestos fueron durísimos, como el cierre del Ministerio de Cultura.

Cuando se empieza a destruir algo que fue construido con el trabajo de mucho tiempo, y aun más por obra de un gobierno provisorio, es muy triste. Queda además la impresión de que el Poder Judicial brasilero trabaja sin ninguna independencia, lo que nos preocupa mucho.

Estos días pensé que una de las hipótesis es que el proceso de impeachment no sea suficiente para sacar a la Presidenta Dilma del cargo. En ese caso, ella tendría un año y medio de gobierno para construir de nuevo todo lo que destruyó este gobierno provisorio.

¿Brasil está siendo destruido?

‎Sí. Están destruyendo el proyecto brasilero. Con ciertos fundamentos que no se si son reales, se ve que Brasil está yendo para atrás. Nos alegramos cuando el gobierno consiguió sacar 40 millones de personas de la pobreza, de modo que ese solo hecho, olvidándose de todo el resto, es una proeza. Es lo mismo que con la China: se puede destacar el sistema del partido único u otras varias críticas posibles, pero cuando un gobierno da de comer a su pueblo, ya se produce una diferencia. Cuando se saca una cantidad de gente de la pobreza, hay un tiempo de consolidación de esa salida, es necesario fortalecer a esas personas que ya no son miserables. Si en el momento en que eso está sucediendo se produce un retroceso como este, el riesgo mayor es que esas personas vuelvan a la pobreza. En el siglo 21 eso ya no es admisible.‎

Calle2 mostró en  una de sus notas que los gabinetes de América Latina tienen pocas mujeres. Hace un tiempo había cuatro presidentas y ahora sólo nos queda Michelle Bachelet en Chile. ¿Qué pasó?

Retrocedimos. Tenemos que seguir luchando, es la única receta. La presencia de las mujeres en la política es una batalla cultural complicada, pero no sólo en América Latina. Vemos dificultades hasta de Hillary Clinton en los Estados Unidos.

Mirando el mundo, las mujeres todavía son minoría. Esta lucha tiene que ser permanente, hasta que haya equidad de derechos.

‎El caso uruguayo es curioso: al mismo tiempo en que nunca tuvimos una mujer electa presidenta en este país, somos vanguardia de ese proyecto de igualdad de género en la política: Batlle y Ordoñez, al comienzo del siglo XX, consiguió cambiar los aspectos judiciales de la cuestión, que son más fáciles que  los culturales. Con él fuimos el primer país de América en permitir el voto femenino, el derecho a la propiedad y la posibilidad de divorcio por voluntad exclusiva de las mujeres. En este momento, de hecho, el Poder Judicial uruguayo tiene más mujeres que hombres. Estamos diciendo, entonces, que uno de los tres poderes del país está manejado mayoritariamente por mujeres.

En el Brasil llegaron a decir que el impeachment de Dilma también se explica por el hecho de ser mujer. ¿Está de acuerdo?

Claro. Es un factor contra ella. Brasil es un país complejo que dificulta la vida de cualquier gobernante. No me arriesgo a ponerme en el lugar de un dirigente de ese porte. Por otro lado, es una posición maravillosa, porque se trata de gobernar un país donde hubo verdaderamente un mestizaje. Las razas realmente se integraron y no se discriminan lo que es una virtud enorme de la sociedad brasilera. La llegada del PT al poder generó una especie de terremoto, porque nadie podía imaginar que un metalúrgico nacido en el desierto nordestino sería presidente. Para algunos sectores ese hecho generó resignación. No soy partidaria de la reelección perpetua y me gusta el ejemplo brasilero,, de poder seguir en el poder un período más, pero no admiro las reelecciones perpetuas. Es otra discusión política, pero no deja de estar cerca.

‎Me pareció muy inteligente la actitud del PT de buscar una figura que no complementase a Lula sino que fuera completamente diferente.

Lo peor son las copias malas, como pasa en Venezuela.

¿Maduro es una copia mala de Chávez?

Sí. Maduro quiere copiar el estilo de Chávez, que era un personaje fuera de serie. Es muy difícil cuando eso pasa no por casualidad sino planificadamente. Fue muy inteligente, por lo tanto, que fuera una mujer extremadamente inteligente como Dilma, la elegida para suceder a Lula. Escuché que su presidencia fue reprobada por su propio  partido por su alejamiento de algunas pautas del programa original, lo que tampoco deja de ser cierto. Los partidos ganan los gobiernos y los gobiernos necesitan gobernar, pero los partidos no necesitan imitar al gobierno. Los partidos tienen la función de velar por el programa que fue prometido para llegar al gobierno y ser el verdadero puente entre la sociedad y el gobierno. En la sociedad democrática el partido es el que lleva y trae. En el Brasil eso se fracturó en los últimos tiempos, generando esta crisis actual.

‎Algunos críticos del PT dicen que Lula se equivoco al elegir a Dilma. Más aún: que ella sólo fue elegida como sucesora porque, en la cabeza de él, ella sería fácilmente manipulada.

No puedo creer eso. Cada persona tiene una personalidad para tomar decisiones. Eso sería subestimar la figura de la Presidenta y la del propio Lula.

Lo que hubo fue una transición inteligente, porque cuando hay un gobernante con una personalidad muy fuerte, como Lula, es difícil sustituirlo. No es sólo el caso del Brasil, sino de varios países latinoamericanos.

Es necesario encontrar una forma de perpetuar la idea, porque las personas guían las ideas pero las ideas son más importantes. O las causas. La orientación y el programa de un partido que persigue algunos objetivos son cruciales, y yo he visto, a través de algunos militantes del PT, que hubo cierto desvío en relación al programa del partido en el segundo mandato. Tal vez ese sea uno de los problemas, aunque no sea algo que roce la ética de Dilma. Es sólo un error político. El impeachment de Dilma no es lo mismo que pasó con Fernando Collor de Mello.

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¹ Lea aquí la primera parte de esta entrevista, en que Lucía Topolansky analiza la «compleja» situación del Mercosur.

El artículo original se puede leer aquí