A propósito de Israel, que dijo: “Quien ha sido perseguido no puede rendirse ante el perseguidor”. Entonces, ¿cuál es el camino para una solución profunda del conflicto Israelí-Palestino?

No habrá una solución hasta que todo no se ubique en el plano de la justicia social y del reconocimiento del otro. Y esto es válido para las dos partes. Hablando de Israel, es necesario recordar que, a partir del sistema educativo, la gente está acostumbrada a ver a las/os palestinas/os de un modo distorsionado, como enemigas/os y terroristas. O más bien, no les ven, volteándose hacia otra parte. Pero la paz se logra con aquellos a quienes se les reconoce la misma dignidad. El resto son palabras inútiles, fiestas de cocteles para los medios masivos de comunicación y para una comunidad internacional que da asco y que calla ante las ocupaciones de las tierras de las/os palestinas/os, el pueblo más solo del mundo.

Afortunadamente existen personas – periodistas, escritores – y asociaciones comprometidas contra el furioso nacionalismo ultra-reaccionario del gobierno israelí, pero contra ellas se ha desencadenado una especie de cacería de brujas con perturbadores elementos de fascismo. El nacionalismo es una plaga en la historia de la humanidad: en realidad, odia a los pueblos y ama solamente a quien piensa de la misma manera.

¿Cuánto incide el chantaje retórico de la Shoah (El Holocausto, N. del T.), tejido por el régimen israelí, en la cultura y política en Italia?

La Shoah fue instrumentalizada para acusar de antisemitismo a todo aquel que criticara la política llevada a cabo por el gobierno israelí. Claro, las/os antisemitas existen, pero existen también muchas otras personas – yo entre ellas – que consideran a Israel como un opresor armado hasta los dientes, y por esto reciben insultos y maldiciones. Existe un confín dentro del cual Israel es un país legítimo, pero cuando va más allá de éste, se convierte en un estado colonialista.

A menudo usted ha relacionado la Shoah con los exterminios masivos del presente, afirmando que el nuevo Holocausto está en la fosa común del Mediterráneo. Según su opinión, ¿qué se puede hacer ante la crisis de las/os prófugos para dar una respuesta diferente al egoísmo despiadado y al cierre de fronteras?

Leoduca Orlando lanzó la “Carta di Palermo” pidiendo la abolición universal del permiso de residencia. Este es el camino a seguir. En lugar de permitir a las/os traficantes enriquecerse imponiendo a aquellas/os que escapan de la guerra viajes peligrosos y costosos, se tendría que ir a recibirles con embarcaciones, de modo legal. Esto, entre otras cosas, les permitiría emplear el dinero ahorrado para comenzar una nueva vida en Europa.

Una persona no puede decidir dónde nacer, pero tiene el derecho de escoger dónde vivir y morir. Quien escapa de la guerra tiene que ser acogida/o. Violar este derecho humano universal es una barbarie.

¿El teatro, la música y el arte en general, pueden tener una función en la promoción de una cultura de paz y libertad?

Sí, claro. Las/os artistas comprometidas/os siempre han tenido un rol importante para transmitir estos valores, levantar la voz, tocar las conciencias y denunciar las injusticias. A menudo han sido perseguidas/os por esto, demostrando que el arte asusta.

Basta pensar en las poesías y las obras teatrales de Brecht, que han formado una generación, o en Guernica de Picasso, una denuncia contra la guerra más potente que tantos discursos retóricos, un cuadro legendario capaz de proyectarse hacia las futuras generaciones.

Usted ha hablado de la necesidad de una revolución no sólo social, sino también espiritual. ¿Cree que la no-violencia sea un elemento de esta nueva sensibilidad que está naciendo en el mundo?

La no-violencia es fundamental. Es una enseñanza que recibimos de Gandhi y de Nelson Mandela, uno de los políticos más grandes del siglo XX, una figura con una estatura moral inmensa: después de decenas de años en la cárcel, fue capaz de evitar una terrible cadena de venganza y odio, y creó la Comisión para la Verdad y la Reconciliación para llevar a Sudáfrica fuera de los horrores del Apartheid.

Sobre el tema de la espiritualidad, necesito hacer una distinción con respecto a la religión. La religión divide, pues cada una/o tiene la suya y tiene la función de ofrecer santificación, celebración y consuelo, mientras que la espiritualidad une a las personas en la búsqueda de la libertad interior.

Sí, estoy convencido que una revolución social no sea suficiente. Es necesaria una revolución interior, que parta de algo que tengamos dentro y que no ceda a los elogios, a las amenazas o a los privilegios del poder. Para mí, la lucha por la justicia social y la hospitalidad es una urgencia interior, y por ello no podré renunciar a ella jamás.

¿Qué une profundamente los seres humanos, más allá de las diferencias de edad, procedencia, género, religión y cultura?

Descendemos todas/os del mismo ser humano. Los elementos diferentes son sólo una adaptación, pero en el fondo somos iguales. Por ello, es insensato no acoger a un/a africano/a. Hemos creado culturas ricas y diferentes, y esta es la múltiple belleza de lo humano universal.

Traducción al español por: Jember Pico