El estallido de las dos bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto del 1945 provocó la muerte directa de 200.000 personas, además de los heridos, las familias destruídas, el desastre ecológico y la humillación de un entero pueblo.

Sabemos que la versión oficial dada por el gobierno de Truman fue que se trató de un acto necesario para acelerar el fin de la guerra e impedir de este modo que centenares de millares de soldados americanos murieran en una invasión del Japón. Más allá de la condena moral por el empleo de un arma de destrucción masiva, la tesis del entonces gobierno de los Estados Unidos ha sido estudiada ampliamente y confrontada por numerosos y atentos estudios históricos. No hay ninguna duda que el gobierno japonés ya estaba listo para la rendición y en abril del 1945 trabajó continuamente en aquella dirección. Los americanos estaban bien informados de ello. El empleo de las bombas no era necesaria para poner punto final a la guerra y sobre esto concuerdan no sólo los historiadores sino también la inmensa mayoría de los líderes del ejército estadounidense. El general Dwight Eisenhower se expresó claramente: «Los japoneses estaban listos para rendirse y no era necesario golpearlos con esta cosa horrible». La investigación de los Estados Unidos sobre el Bombardeo Estratégico (United States Strategic Bombing Survey) señaló en su relación: «De acuerdo con una investigación detallada de todos los hechos y apoyado por el testimonio de los líderes japoneses que sobrevivieron, la opinión es que ciertamente antes del 31 de diciembre de 1945, y con toda probabilidad antes del 1 de noviembre de 1945, Japón se habría entregado incluso si las bombas atómicas no hubiesen estallado, incluso si Rusia no se hubiese incorporado a la guerra, e incluso también si no se hubiese planteado ninguna invasión.»

El general George C. Marshall, defensor del uso de la bomba, declaró que la decisión no fue de carácter militar sino «político». Hay acuerdo entre la mayoría de los estudiosos sobre esto. Diferentes son en cambio las interpretaciones de las razones que los Estados Unidos tuvieron para tomar una resolución tan terrible. Según algunos, se quiso experimentar respecto de los efectos de un arma que demandó años de trabajo e ingentes recursos económicos. Otros estudios sostienen que el factor determinante fue que la Unión Soviética se convirtió en un gran imperio, ocupó gran parte del este europeo y además estuvo a punto de invadir Japón. Así, afirman que en realidad la bomba fue usada pensando en la Unión Soviética y representó no tanto el fin de la Segunda Guerra Mundial sino el principio de la Guerra Fría.

Pero sin ningún estudio especializado, cualquier persona puede tener una intuición inmediata de la crueldad que el empleo de las atómicas significa. Los Estados Unidos no bombardearon objetivos estratégicos desde el punto de vista militar como fábricas de armas, centrales eléctricas, puentes o aeropuertos. Y aunque hubieran querido exhibir el arma monstruosa de que disponían, habría bastado con lanzarla sobre posiciones militares o en zonas semi-desérticas. En realidad las bombas fueron dirigidas a quienes no murieron, al pueblo japonés y al resto del mundo. Y ésta es la característica de los actos terroristas: no golpean directamente al enemigo, sino a la gente inocente con el fin de crear terror. Intencionalmente se quiso golpear a la población civil indefensa, eligiendo no una sino dos ciudades sumamente pobladas.

No fue una decisión para terminar con la guerra, sino un acto deliberadamente cruel para hacer ver la misma potencia. Fue una amenaza y una advertencia al mundo entero. Las dos bombas atómicas que estallaron sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 agosto del 1945, representan el mayor acto de terrorismo de la historia humana. Además pavimentaron el camino a lo nuclear, a la posibilidad de usarlo de nuevo y a una desenfrenada carrera armamentista: un terror que llega hasta nuestros días y se manifiesta como la pesadilla de una posible guerra nuclear.

Si lo atómica hubiera sido usado por Alemania, sin duda todos lo habríamos condenado como un crimen de guerra. La misma opinión habría tenido la comunidad internacional si la bomba atómica hubiera sido utilizada por la Unión Soviética.

Cualquier estado podría a futuro decidir usar lo nuclear, justificando su elección con la paradójica necesidad «humanitaria» de solucionar velozmente un conflicto para limitar el número de víctimas.

Los Estados Unidos tienen que reconocer este crimen cruel y disculparse oficialmente ante Japón. Sólo reconociendo los propios errores se puede evitar repetirlos. La Corte Penal Internacional tiene que condenar los acontecimientos de 1945 como crímenes de guerra contra la humanidad.

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– Mark Weber. Was Hiroshima Necessary? Why the Atomic Bombings Could Have Been Avoided
– U. S. Strategic Bombing Survey: The Effects of the Atomic Bombings of Hiroshima and Nagasaki
– John Pilger. The lies of Hiroshima live on, props in the war crimes of the 20th century
– Gar Alperovitz. The Decision To Use the Atomic Bomb and the Architecture of an American Myth