Cambio Climático y Energía Nuclear: No se cura una plaga diseminando el cólera. La radiación nuclear no es la solución al calentamiento global.

Por Jean-Marie Matagne

Global Research, 29 de agosto de 2015

En el período previo a la COP21, un centenar de personalidades francesas e internacionales están firmando un recurso Mediapart, titulado: «Dejemos los combustibles fósiles en la tierra. Esa es la forma de poner fin a los crímenes climáticos».

Y nosotros, simples ciudadanos, somos invitados a firmar también. A uno le gustaría poder firmar, pero, por desgracia, el texto no es del todo adecuado: no por lo que dice, que en general es cierto, sino por lo que no dice y que por lo tanto arroja grandes dudas sobre el resto. Pues decir la mitad de una verdad, omitiendo la otra mitad, no es decir la verdad.

Este llamamiento clama, con razón, que debemos tomar a tiempo las medidas urgentes que tal vez puedan poner fin al calentamiento global y a la alteración del clima, y evitar que el planeta se vuelva inhabitable, ya que el fracaso será un “ecocidio… que causará violencia en todos los seres vivientes, los ecosistemas y las sociedades, amenazando los derechos de las futuras generaciones”. Pero, ¿continuar con la producción y el consumo de la energía nuclear, no es acaso un “ecocidio… que causa violencia en todos los seres vivientes, los ecosistemas y las sociedades, y amenaza los derechos de las futuras generaciones”? No decir ni una palabra sobre esto, no es un hecho sin importancia, equivale a la preferencia oculta de un ecocidio sobre otro, es decir, equivale a denunciar la primera y aceptar la segunda. Aun cuando no se haga deliberadamente.

La apelación, en realidad, está diciendo: “Sabemos que las multinacionales y los gobiernos no abandonarán fácilmente las ganancias que sacan de la extracción de las reservas de carbón, gas y petróleo o de la agricultura industrial globalizada, ávida de energía fósil”. De acuerdo con esta apelación, son tres las fuentes de combustible fósil a prohibir: el carbón, el gas y el petróleo. Una apelación más prudente, la de las ONG emitida en junio pasado en Mediapart, expresó su deseo de “prohibir todos los nuevos proyectos de energías contaminantes y así garantizar que el acceso a la energía limpia de bajo costo y segura, se convierta en un bien público”, sin citar ninguna fuente de energía en particular, pero excluyendo implícitamente de la prohibición a la energía nuclear, que no es ni limpia ni de bajo costo, ni segura. ¿Por qué entonces en su apelación, estas nueva personalidades no incluyen la extracción de uranio entre las “reservas” de las que ciertas multinacionales (AREVA por ejemplo) y algunos gobiernos (como Francia) buscan (con mayor o menor éxito) “obtener beneficios”?

¿Es porque consideran al uranio un mineral y no un “combustible fósil”? ¿Es sólo una inquietud semántica, una mera cuestión de definición?

Echemos un vistazo desde más cerca. ¿Qué es lo que describimos como “fósil”? Dice el Diccionario Larousse: “Las cosas en estado fósil”. ¿Esclarecedor, verdad? Pero, ¿qué dice de los fósiles? nos dice, “residuos o impresión de una planta o animal enterrado en estratos rocosos antes del período geológico actual y allí conservado”. Esa definición no se ha modificado desde la Enciclopedia Larousse Ilustrada (1962, vol. 5).

El carbón, el gas y el petróleo no llevan la huella de las plantas y los animales, y tampoco pueden ser llamados “restos”, aunque se deriven de las plantas. Obviamente eso no es lo que hace que la gente los llame “fósiles”. Así que ¿en qué otro sentido se pueden llamar así? Simplemente en el primer sentido de la palabra “fósil”. Si nos referimos esta vez al «Diccionario on-line» (y también a «Reverso») nos dirá: “Lo que se extrae o procede de adentro de la tierra”. Este significado coincide con la etimología que indica el Larousse: “Del latín fossilis, extraído de la tierra. »

Así que los “combustibles fósiles” son llamados “fósil” no porque resulten de la descomposición de las plantas, sino debido a que se producen a partir de materiales extraídos de la tierra, en cantidades limitadas “a diferencia de las energías renovables” como comenta el Larousse on-line. Esta es una definición que se ajusta a la energía nuclear, siempre que dependa de la extracción y el tratamiento de mineral de uranio. El hecho de que el “uranio natural” en la mena, se enriquezca (uranio 235), y el petróleo crudo se refine, no hace a la diferencia. Por lo tanto, para detener los astutos trucos de los nucleócratas, hay que decir de una vez por todas: la energía nuclear no sólo es fisionable, también es fósil. Forma parte de las energías fósiles, extraídas de la tierra y agotables. Debe aparecer su nombre cada vez que alguien clasifique a las “energías fósiles”.

Habiendo resuelto esta cuestión de vocabulario, ¿cómo podemos explicar el trato de favor dado a la energía nuclear? Sin duda, un favoritismo para excluirla de la lista de “energías fósiles” que la pondría en la picota por sus desagradables efectos sobre el clima.

También en este caso, hay que señalar la hábil propaganda de los nucleócratas, que son incluso lo suficientemente temerarios para afirmar que “la energía nuclear es buena para el clima”. En realidad, la energía nuclear, vista sólo desde el punto de vista climático, padece de todos los defectos de los otros combustibles fósiles.

Es no renovable, como acabamos de decir, y al ritmo actual de extracción y consumo las reservas conocidas de uranio se agotarán casi tan pronto como las reservas de petróleo crudo, o antes. Y el colapso podría ocurrir incluso antes, si el número de instalaciones de plantas nucleares creciera gracias a las prolíficas acciones de los nucleócratas.

La creciente escasez de su combustible significa que la energía nuclear se incline a agravar las “guerras por el petróleo” mediante la creación de “guerras de uranio”, que ya han comenzado en el África, sobre todo en forma de terrorismo.

La energía nuclear explota a los países de extracción (por ejemplo AREVA en Nigeria), por mantener un sistema neo-colonial y poner en peligro la salud de las poblaciones locales.

Contamina aún más que las otras energías fósiles. Los habitantes de Pripyat y Fukushima, los 600.000 liquidadores de Chernobyl (o sus sobrevivientes), las miles de víctimas de cáncer que no eran fumadores ni quedaron expuestos a los pesticidas, las víctimas de ensayos nucleares después de Hiroshima y Nagasaki, por mencionar sólo las más conocidas, darán fe de ello.

Por último y sobre todo, la energía nuclear contribuye también al calentamiento global:

  • directamente, mediante el calentamiento de la atmósfera a través de las columnas de vapor que se elevan de forma continua desde las “torres de refrigeración”, que son de hecho “torres de calentamiento climático”, y por volcar en cursos de agua o en el océano su agua de refrigeración que calienta el clima;
  • indirectamente, mediante el uso de otras energías fósiles que producen gases de efecto invernadero, en todas las actividades involucradas en la construcción y alimentación de las plantas, en todo el proceso desde la mina hasta el “tratamiento” en la planta.

Estos son los fallos más comunes de las energías fósiles, a los que la energía nuclear añade al menos tres de su propia viña:

  • Sus efectos son iguales que la radiactividad: invisibles, inaudibles, inodoros, insípidos, en definitiva indetectables, excepto por los dispositivos especiales, y por lo tanto mucho más difíciles de evitar … y es más difícil detectar las causas después de que hayan afectado la salud de las personas (como se ha aprendido amargamente por las víctimas civiles y militares de las pruebas nucleares de Francia);
  • Sus efectos mortales son casi eternos (vida media del plutonio: 240.000 años; vida media del uranio 238: 4,5 mil millones de años), lo que significa que la contaminación radiactiva sumada a la de gases de efecto invernadero es imposible de precisar en el espacio y también en el tiempo;
  • Por último, pero no menos importante, su combustible es utilizable (y de hecho se utiliza), para fabricar armas de destrucción masiva (16.000 existentes en la actualidad), que amenazan permanentemente con explotar el planeta.

De todos modos, vamos a reconocer una de las ventajas que la energía nuclear tiene sobre las otras energías fósiles: (aunque el ecocidio que causa es más insidioso que el ecocidio climático, y la muerte al por mayor más brutal que la del calentamiento global), y es que al multiplicar los desastres de Chernobyl y Fukushima (en el caso de Francia es lo más probable), la energía nuclear nos salvará de tener que luchar contra el ecocidio climático, ya que quedarán muy pocas personas para sufrir por él.

Pero eso no nos debe impedir pensar y decir en voz alta ¡no, no, no, propagar el cólera nuclear no es la forma de tratar la plaga climática!

Los firmantes de la Campaña “Dejemos los combustibles fósiles en la tierra y pongamos fin a los crímenes climáticos” harían bien en decir lo mismo. Publicando, por qué no, un codicilo extra a su apelación.

Jean-Marie Matagne
Presidente de ACDN (Action des Citoyens pour le désarmement Nucléaire)
Acteur (de base) d’Alternatiba

Copyright © Jean-Marie Matagne, Acción de Ciudadanos por el Desarme Nuclear, 2015
Para ver el original:http://www.globalresearch.ca/climate-change-and-nuclear-power-you-dont-cure-the-plague-by-spreading-cholera-nuclear-radiation-is-not-the-solution-to-global-warming/5472613