Tantas cosas se están diciendo en estos minutos mientras en Grecia se va delineando la gran victoria que esperábamos del NO. Tantas cosas que tratan de aminorar el sentido a lo que pasó.

Aminorar, por ejemplo, el hecho de que un gobierno considere justo consultar a su pueblo en un tema relevante para la vida de todas las personas. Una cuestión básica en la democracia, que alguien trató de pintar con otros colores.

Una batalla fue ganada. Pero, ¿qué batalla?

Más allá de la coyuntura, una vez más la batalla ha sido ganada entre los que creen que la historia la hacen los poderosos y los que creen que la hacen los pueblos.

Una vez más la gente ha dicho que no puede ser engañada por siempre, y dio una respuesta evolutiva: la democracia contra el chantaje, la coherencia contra el oportunismo, la mística contra el cinismo, la humildad contra la arrogancia.

Es una batalla antigua del humano contra sus tendencias oscuras, su mezquindad, su corto egoísmo.

En los últimos años, la reacción a la concentración del poder se ha dejado sentir en las victorias político-electorales de los gobiernos progresistas en América Latina, en las victorias de las traducciones  políticas en España de las prácticas y las ideas de los indignados, en el éxito de las Cinco Estrellas en Italia, en la roce de la victoria en el referéndum en Escocia, en la victoria de Syriza. Pero reconocemos que la misma reacción tuvo respuestas catárticas y perturbadoras, y también que las iniciativas puestas en marcha por estas fuerzas fueron después de signos diversos.

Pero el punto es que el pueblo decida. Puede decidir mal, puede elegir una solución intermedia. Pero es el pueblo el que decide, no los cuatro regordetes que se sientan en Wall Street y que se creen los dueños del mundo y tratan de hacernos creer que su solución es la mejor, de hecho la única.

Los mismos regordetes que pagan a periodistas y líderes de opinión para que informen de inmediato en la televisión que mañana será otro día, y que «el referéndum no va a cambiar el equilibrio en el juego», u otras frases vacías de este tipo.

Así que vamos a disfrutar de esta victoria sabiendo que mañana habrá, sobre todo, que arremangarse para continuar aclarando quiénes son los verdaderos responsables de la crisis; para recordar que la soberanía reside en el pueblo; para llamar a todos y cada uno a hacer su parte, a fin de que la sociedad humana evolucione hacia nuevos parámetros y nuevos horizontes.