Este país centroeuropeo, famoso por el gulash, el mejor futbolista del mundo de la década de 1950, Ferenc Puskas, el bolígrafo de tinta y el cubo de rubik entre otras cosas, es noticia estos días pero por razones más desagradables.

Desde que el país se volcó bruscamente a la derecha política en 2010, tras los escándalos en los que el anterior gobierno socialista fue grabado en secreto diciendo que habían estado mintiendo al público durante años, el primer ministro Victor Orban y su partido Fidesz se han vuelto cada vez más nacionalistas y autoritarios.

Con la súper mayoría en el Parlamento, se realizaron varios cambios constitucionales y los límites administrativos fueron reconfigurados para asegurar futuras victorias electorales. Muchas restricciones se han aplicado a los medios de comunicación y las ONG extranjeras han visto sus operaciones gravemente limitadas al negarse a cooperar con el gobierno.

El escándalo más reciente es en torno a una nueva campaña contra los inmigrantes y al anuncio de poner un muro en la frontera entre Hungría y la vecina Serbia al sur.

La campaña anti-inmigrantes consiste en una campaña de carteles en los que se los aconseja, en lengua húngara, que si vienen a Hungría no deben aceptar trabajos que desplacen a los húngaros y deben cumplir con la ley. Se trata de una campaña irracional ya que casi nadie en el mundo, aparte de los húngaros, puede siquiera comenzar a comprender su lenguaje. Con apenas una relación distante entre finlandeses y estonios que incluso ellos encuentran difícil de creer, los carteles en húngaro, sin imágenes que den contexto, resultan incomprensibles para aquellos a los que están destinados: los inmigrantes.

¿Entonces por qué el gasto y la controversia en una campaña de carteles?

Bueno, las teorías esgrimidas dicen que el Gobierno es, o bien, simplemente estúpido, o está tratando de forzar una respuesta a la ya débil oposición, con el fin de marginarlos aún más, apoyado en un estudio reciente financiado por el gobierno, que sugiere que la población está a favor de que el gobierno adopte una imagen de dureza con los inmigrantes. Esta última posibilidad es la más probable y, de hecho, la oposición se ha manifestado en formas muy sustanciales e inesperadas.

Indignados por la campaña de los carteles, el Partido «Perro con dos colas» y el sitio web de noticias “Thick Skin” («Piel Gruesa») lanzan una campaña para recaudar tres millones de florines (unos 10.000 euros) para pagar espacios publicitarios propios y poner carteles con mensajes tales como «Perdón por nuestro Primer Ministro» y «Bienvenidos a Hungría». Para su enorme sorpresa, en tres días, la campaña había recaudado 28 millones de florines (90.000 euros), una importante suma de dinero.

Otros húngaros más acogedores han estado tomando el asunto en sus manos procediendo a arrancar los carteles (por lo que algunas personas han sido detenidas), o a desfigurarlos por completo con una capa de pintura, o modificarlos con humor, como con este aporte de Monty Python en “La vida de Brian”: ¡Romanos Go Home!

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Romanos Go home: «escríbalo cien veces»

Más alarmante es sin embargo el anuncio del miércoles de un muro de 175 kilómetros y 4 metros de altura que se construirá para cerrar la frontera con Serbia. Este es el resultado de los datos oficiales que muestran que el número de inmigrantes ha crecido desde 2000 que llegaron en 2012 a 43.000 el año pasado, con la tendencia de crecer hasta 130.000 el próximo año. La mayoría de estas personas cruzan desde Serbia. El impacto neto en la población es, sin embargo, mucho menor, ya que muchos jóvenes húngaros emigran buscando mejores empleos en los países más al oeste. La ciudad con la mayor población húngara después de Budapest es: ¡Londres!

Sin embargo, medidas tales como la construcción de muros serán claramente ineficaces, ya que la relativamente corta frontera con Serbia (175 kilómetros) palidece hasta la insignificancia en comparación con los 448 kilómetros de frontera entre Rumania y Hungría y los 366 kilómetros de frontera entre Croacia y Hungría; y ya que Serbia también limita con estos dos países, aquellos inmigrantes decididos a llegar a la zona Schengen a través de Hungría, tomarán un pequeño desvío y pasarán por alto el muro por completo.

De cualquier manera, no hay duda de que algún empresario de la construcción húngaro estará muy feliz por el trabajo extra.