Por Luis Rubio.- Un  día como ayer 4 de abril de 1968 en Memphis, una bala segó la vida del doctor Martin Luther King.
Desde las primeras luchas, las primeras protestas contra el racismo y el segregacionismo su figura había ido creciendo cada vez más, pero también su mirada se estaba ampliando continuamente. La lucha no-violenta en Montgómery y Albany contra las leyes injustas le habían llevado a la cárcel. Después vino la Marcha sobre Washington y su célebre discurso: «I have a dream», donde esbozó el poder de las imágenes como movilizadoras hacia el futuro que queremos lograr.
La lucha contra la segregación en las aulas, por el acceso de los negros a la universidad, contra la guerra de Vietnam. La lucha por el derecho al voto que culminó en el domingo sangriento de Selma. La campaña contra la pobreza y a favor de la justicia social para todos, negros, blancos, amerindios, mexicanos, puertorriqueños… El pensamiento de King le había llevado a denunciar los males del capitalismo y abogaba por un socialismo democrático.
Y finalmente llegó el reconocimiento internacional a su labor con la concesión del Premio Nóbel de la Paz en 1964.
King se encontraba en Memphis para apoyar una huelga de empleados negros del servicio de recogida de basuras, que trataban de obtener las mismas condiciones laborales y salariales que sus compañeros blancos.
El hombre que proclamó el poder de un sueño en Washington ante centenares de miles de personas se había reunido el día anterior con un grupo de seguidores y, como en una premonición se dirigió a ellos pronunciando un vibrante discurso en el que se comparaba con Moisés, que condujo a su pueblo a la Tierra Prometida pero, aunque no pudo pisarla, la contempló desde la cima de una montaña:
«Y luego llegué a Memphis. Y algunos comenzaron a lanzar amenazas o hablar acerca de las amenazas que lanzaban, o lo que me pasaría con algunos de nuestros enfermos hermanos blancos.
Pues bien, no sé lo que pasará ahora; tenemos días difíciles por delante. Pero realmente ahora no me importa, porque he estado en la cima de la montaña. Y no lo tomo en cuenta. Como a cualquiera persona me gustaría vivir una larga vida; la longevidad tiene su lugar. Pero eso no me concierne ahora. Yo solo quiero hacer la voluntad de Dios. Y Él me ha permitido subir a la montaña. Y he mirado, y he visto la tierra prometida. Puede que no llegue allá con ustedes. Pero quiero que ustedes sepan esta noche, que nosotros, como personas, llegaremos a la tierra prometida.
Así que esta noche estoy feliz; no me preocupa ninguna cosa.
¡No le temo a ningún hombre!! 
¡Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor!!!»
Al día siguiente, salió a la terraza del hotel en el que se alojaba y desde un edificio cercano, un rifle disparó una bala. Apenas una hora después fallecía en un hospital.
Sus ideas siguen mas vivas que nunca.