En este análisis en profundidad, Ana Matesanz analiza datos referidos al estado español pero las consecuencias de estas prácticas son extrapolables a cualquier parte del planeta.

¿Qué es el fracking? Si tú te lo preguntas, fracking eres tú. Con el permiso de Don Gustavo Adolfo Becquer, me tomo prestado el ritmo de sus poemas para intentar suavizar el tono de un asunto realmente complicado, pero que nos afecta o puede afectarnos a todos y del que muy pocos saben. Espero ser capaz de hacerme entender.

Desde las altas esferas se nos ha explicado que se trata de un sistema de extracción de hidrocarburos no convencionales o de una obtención alternativa. El lenguaje es engañoso, a mi juicio, lo es premeditadamente. En realidad, los combustibles fósiles que van a extraerse eran ya de sobra conocidos y utilizados. Tampoco estamos hablando de las llamadas energías alternativas, que en el subconsciente popular puedan entenderse como más limpias, lo que difiere es el modo de extracción y la base de dicho proceso, así pues, empecemos por entender unas nociones básicas.

Los hidrocarburos se generan por descomposición de la materia orgánica debida a la acción de bacterias, a la presión y a las elevadas temperaturas generadas a grandes profundidades. Estos hidrocarburos- líquidos como el petróleo o gases como el metano- por su densidad, se desplazan por las diferentes capas rocosas del subsuelo aprovechando grietas y poros hasta encontrar rocas poco permeables, como es el caso de las pizarras y los esquistos. Se forman entonces una suerte de esponjas sólidas que retienen dichos hidrocarburos. Solo donde existen esas rocas-sello se acumulará el hidrocarburo, en otros casos, cuando las rocas sean más porosas, aquel podrá seguir migrando o volatilizándose.

Se ha llamado gas pizarra, gas esquisto o gas de lutitas al gas, o mezcla de gases- es en su mayoría metano- que se hallaría alojado en dichas zonas de rocas casi impermeables. La existencia de estos hidrocarburos se conocía de tiempo atrás, pero la tecnología no estaba suficientemente avanzada como para acceder a ellos de modo rentable.

Es aquí donde interviene la técnica de la fractura hidráulica o fracking: los métodos de perforación vertical y horizontal con inyección de agua y aditivos químicos (sustancias de estimulación) que permita fracturar rocas de baja permeabilidad para la obtención de hidrocarburos. Para contarlo fácil, se taladra la superficie verticalmente hasta más de un kilómetro de profundidad, a esa profundidad vuelve a horadarse la tierra, ahora horizontalmente, durante otro kilómetro como mínimo. Y en esta parte horizontal se inyectan un fluído (agua con otros materiales). La altísima presión de inyección va a fracturar, agrietar y/o romper las rocas permitiendo que los hidrocarburos sean accesibles, pues fluirían por esas grietas a un canal de drenaje y a una bolsa artificial desde la que se extraerían a superficie. Las sustancias químicas que se añaden al agua para mejorar el resultado son de diferentes tipos, tenemos tanto inhibidores de la corrosión (para evitar el deterioro de las maquinarias y tubos) como disolventes, gelificantes, acidificantes, impulsores, etc.

Habría sido la dependencia energética la que habría hecho que muchos gobiernos se planteen la obtención de hidrocarburos por este medio, autorizando las perforaciones y posterior explotación de esas materias primas a diversas empresas transnacionales. Contado así, puede parecer algo absolutamente razonable, pero ese sería un análisis superficial. Las reflexiones deberán ser más profundas. Para comenzar deberíamos ser conscientes de hasta qué punto estas pretendidas soluciones son un verdadero avance o van a resultar un parche de mal calculadas consecuencias.

Empezaremos por los aspectos económicos del asunto. Si bien es cierto que países actualmente dependientes de otros para su suministro energético tendrían en su propio territorio esos hidrocarburos, no lo es menos que los métodos de fractura hidráulica tienen grandes costes directos e indirectos. Se necesitan enormes cantidades de agua para inyección, maquinaria compleja y la ocupación de extensiones de terreno muy notables, tanto para el almacenaje como para el tránsito de vehículos pesados, añadamos el transporte del agua y de todos los químicos- en muchos casos altamente peligrosos- así como el embalsado posterior al uso. Todo ello sin poder garantizar de antemano que los yacimientos, a profundidades mucho mayores que las actuales explotaciones, puedan efectivamente contener los combustibles. Algunas de las empresas que hoy investigan yacimientos en España llevan en ello más de un lustro sin haber aún puesto los yacimientos en plena producción. Puede llegar a suceder que parte de ellos se hayan desplazado por algunas microfracturas y las pretendidas “trampas de hidrocarburos” estén hoy vacías, como de hecho ya ha sucedido en algún caso. Estaríamos hablando de un experimento o tanteo de centenares o miles de kilómetros que puede no resultar bien.

Al argumento de la creación de empleo para las prospecciones y explotación, puede oponerse la desaparición de otros empleos en el sector primario, principalmente en la agricultura de las zonas, así como los valores paisajísticos que redundarían en que la actividad turística se viera radicalmente menguada. El fracking como tal no requiere grandes cantidades de mano de obra como la que cabrá encontrar en las zonas rurales, por el contrario, precisa de unos pocos empleados bien cualificados que la empresa podrá traer de cualquier parte. Como mucho, puede caber una oferta de empleo muy provisional en el inicio para la construcción de grandes pistas y conducciones para el transporte del agua, los combustibles y los residuos. Tan poco claro es que existan tales ventajas económicas para los territorios, que uno de los escasos matices que el gobierno ha introducido en la Ley de Hidrocarburos (que databa de 1974) se refiere a la creación de nuevos impuestos para apaciguar a las diferentes Comunidades Autónomas-algunas de las cuales habían aprobado sus propias leyes antifracking- así como a los propietarios de los terrenos.

Los estudios revelan que, de iniciar la explotación mediante fractura hidráulica, y en el mejor de los supuestos, España dispondría de suministro para algo menos de cuarenta años, de este tiempo deberemos además puntualizar que se barajan datos de entre 5 y 7 años de fin de actividad de cada pozo. Hablamos claramente de una solución cortoplacista en cualquier caso, que podría serlo más aún si por intereses y cambios de mercado se comenzara a desechar el modelo energético del carbono como fuente principal.

En esta evaluación apresurada tendremos que hacer cuando menos otras dos consideraciones, la primera, la referida a las implicaciones medioambientales de esta técnica. He mencionado la ocupación de grandes extensiones de terreno, añadamos la contaminación acústica, con el consiguiente efecto en la vida natural de las zonas afectadas, la presión directa sobre flora y fauna será muy significativa, pero no lo será menos la acción indirecta, puesto que parte de esos gases migrantes puedan acceder por microgrietas a los acuíferos y contaminar el subsuelo o ascender, siendo liberados a la atmósfera, donde afectan en el calentamiento aún más que el dióxido de carbono. Se estará por tanto afectando a la producción vegetal y a la potabilidad del agua. No podemos perder de vista además, que nuestros ríos, por hallarse en territorios de influencia mediterránea, sufren periodos de estiaje muy marcados (algunos de los que discurren por territorio de implantación de los primeros proyectos llegan ya a secarse en verano sin las pretendidas extracciones).Si muchos regantes deben soportar ya restricciones en periodos de sequía, cabe imaginar qué sucederá cuando se instalen los pozos de extracción que requieren una cantidad de agua superior a los cultivos medios de nuestro territorio.

En las labores previas pueden utilizarse casi siete millones de litros de agua y más de ciento cincuenta mil litros de químicos entre los que debemos incluir plomo, uranio, mercurio, radio, metanol, formaldehidos, varios ácidos… Las aguas utilizadas en el proceso necesitan tratamiento. El problema es que no existen plantas que los eliminen en su totalidad, es más frecuente que el fluido desechado se almacene en balsas ni siquiera sellados o que sea reinyectado al subsuelo. Más de las cuatro quintas partes del agua usada no retorna para nuevo uso. Las compañías extractoras son reticentes a revelar los fluidos que utilizan, e incluso existe preocupación acerca de la supresión de información sobre el impacto negativo de esta técnica por parte de ciertos gobiernos y corporaciones. Para decirlo bien claro, el fracking no solo consumirá los hidrocarburos, sino que gastará agua, mucho agua, más del doble que un pozo de petróleo convencional. En un país donde los recursos hídricos son ya limitados y objeto de discusiones nunca resueltas, destinar tales cantidades no retornables parece cuando menos merecedor de mejores estudios.

Tampoco podemos ignorar que se estará interviniendo sobre el terreno, modificando la consistencia y el equilibrio, acelerando a días u horas fenómenos que tardarían siglos e incluso eras geológicas en producirse, por lo que no es posible descartar seísmos y otros efectos colaterales por reacomodación de los estratos. Lo que se llama sismicidad inducida. En las regiones de Estados Unidos donde ya se aplican estas técnicas se ha probado la coincidencia de temblores de intensidades entre 1 y 3 con las intervenciones inyectivas sobre el subsuelo. En Ohio, por ejemplo, tras 77 movimientos coincidentes, los técnicos hubieron de reconocer que habían activado una falla tectónica que desconocían y que “No conocemos todas las fallas existentes”.

En nuestro país disponemos de ejemplos de tal inducción sísmica, tanto en el trágico terremoto de Lorca como en los sucesos con la plataforma Castor y los sismos menores en la zona de Navarra (en que hay precisamente trabajos de fractura hidráulica). A veces la alteración no se manifiesta de inmediato, pero crea las condiciones de inestabilidad propicias para fenómenos a medio plazo (por ejemplo, después de periodos de lluvias intensas o por el contrario, de intensa sequía).

Pero entonces ¿Es o no es éste el camino correcto a seguir? Si hasta hace poco nos parecía que por fin los países desarrollados comenzábamos a tomar conciencia para el uso de energías limpias, para la reducción de emisiones de efecto invernadero, para la limitación en el uso de combustibles fósiles ¿Por qué este repunte hacia viejos modelos?.

No podemos excluir de nuestras consideraciones las cuestiones políticas y macroeconómicas. Entre los grandes nombres vinculados al poder energético, podemos citar a los Bush, Cheney, Schröeder, Putin, las familias reales del Golfo Pérsico y ya en España, a los González, Arias cañete, Aznar, Acebes, Soria, Salgado… En el sector energético observamos la concentración y reagrupamiento de empresas de modo que muy pocos tienen el control global. No parece entonces baladí el empeño por conseguir parte de tan suculento pastel. Pensando en España más específicamente y con un tratado de libre comercio (TTIP) en el horizonte, nos estaríamos convirtiendo en un objetivo de interés para las corporaciones transnacionales que podría explicar muy bien el empeño en la explotación de este recurso (tan aparentemente contradictorio con el impulso a las energías limpias y al control de emisiones de efecto invernadero que se presentaban en el horizonte hasta hace no demasiado tiempo).

En cuanto a los controles por parte de los estados y la seguridad para la población, los estudios de la propia UE en 2011 revelaron la necesidad de más de cuarenta actos legislativos para permitir el fracking. La solución, se encargó otro informe a otra consultoría para hacer ver que tales reformas no son tan imprescindibles. A mi modo de ver, resulta paradójico y llamativo que una institución supranacional tan proclive a directivas y normas, se muestre reticente a regular algo que no solo afectará a las generaciones actuales, potenciales usuarias del recurso, sino que dejará sus rastros para siglos.

El Estado Español, en la situación actual y sin modificación normativa, dispone de la Ley de Hidrocarburos aprobada en 1974 y reformada en 1998, 2007 y recientemente para adaptarse a la liberalización creciente de los mercados. Ésta, le otorga un control muy inferior al que tiene sobre otras energías, así pues, el pretendido bien o no dependencia, no redundaría en la población, sino que pasaría a hacernos dependientes de otros al menos por los treinta años de vigencia de los permisos de explotación a las empresas.

No parece casual, ni un acto de extremo altruismo, que a solo 10 días de la modificación de 2007, para conceder permisos de investigación de hidrocarburos, la Petroleum oil &gas España ya hubiese presentado solicitud para el norte del país, dentro de la cuenca del Ebro.Tampoco parece justificable que, pese a las numerosas reclamaciones por parte del ayuntamiento y de diversos sectores sociales, no se exigiera evaluación de impacto ambiental a la primera prospección para fracking realizada en Vitoria (Muchos ayuntamientos acaban enterándose de las prospecciones por el movimiento ciudadano, pues en los permisos solo se indican coordenadas, no términos municipales) Pareciera que el oscurantismo no sea casual.

La batalla se libra entonces en otro frente, los tribunales. Se han tumbado ya varias leyes antifracking aprobadas por las comunidades autónomas de diferente signo político, incluso el Defensor del Pueblo atendiendo la queja de un sindicato agrario (UGAM)ha preguntado al gobierno respecto al fracking, con resultado de un informe que incluye afirmaciones como las que reproduzco a continuación y que hacen todavía más difícil creer en que el empeño del señor Soria en particular y de otros varios en general no esté basado en intereses que poco tienen que ver con reducir nuestras facturas energéticas de ciudadanitos normales.

“-Respecto a los recursos de gas no convencional teóricos estimados hay una gran incertidumbre en cuanto a la posible recuperación de los mismos y su viabilidad”
– Respecto a la autonomía energética: “el desarrollo de los recursos no convencionales de gas natural no parece suficiente para que España sea autosuficiente desde el punto de vista energético”. Eso sí, “puede contribuir notablemente a aliviar la balanza” –aunque no se atreven a aventurar porcentajes.
– Respecto al coste de producción reconocen: “un mayor coste de producción de estos recursos”
-Respecto al precio: “el desarrollo del gas no convencional tendría un impacto moderado en el precio del gas, sin que, a priori, parezca esperable un descenso de los mismos tan radical como el experimentado en EEUU” .

Con tales respuestas uno podría pensar que las conclusiones sean contrarias a la fractura hidráulica, pero no es así y ello sucede porque en estricto sentido, las ventajas están en la especulación financiera y no en el propio recurso, de modo tal que podríamos comparar la burbuja del fracking a lo sucedido con el mercado inmobiliario en años anteriores, con la enorme, preocupante diferencia, de que frente a los edificios vacíos, construcciones inacabadas, autopistas duplicadas y en quiebra, muchos de los desastres que esta nueva burbuja dejara como huella, permanecerán acechándonos en el subsuelo para siempre.Como decía al comienzo, si no lo tomamos muy en serio, fracking serás tú, yo, nuestros hijos y sus descendientes.

Ana Matesanz es ingeniera agrónoma y especialista en flora y fauna exóticas.