A los 15 años de edad, Manuel escasamente sabe leer y escribir. Nunca se interesó por aprender a sumar o restar. Su mamá siempre buscó la manera de que su hijo asistiera a la escuela, de que tratara de llevar una vida normal, como la de cualquier niño de su edad. Pero el destino fue otro. La muerte de su padre, de manera violenta, hizo que sus intereses se fueran por otro lado. Ahora porta un uniforme militar con botas de caucho y empuña en sus manos un fusil tan grande, que a duras penas lo puede sostener. La infancia de Manuel ya no está en el recreo del colegio o los juegos del parque con sus amigos. Las garras de la violencia le han arrebatado su inocencia y fragilidad para convertirlo en un adulto a muy temprana edad.

Las dinámicas del conflicto armado que vive Colombia se ha venido ensañando en las últimas décadas en la población infantil, convirtiéndose de esta manera en una práctica cruel y que atenta contra los derechos humanos de cualquier ser persona. Esta guerra se ha encargado de despojar las ilusiones y sonrisas de quienes empiezan a vivir en un medio hostil, ya que no es lo mismo que un niño empuñe un arma a que empuñe un lápiz, y tampoco es lo mismo a que sujete una granada a que sujete un libro.

Cuando Laura entró a las filas de las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), tenía 17 años. Había dejado las muñecas y sus sueños de ser profesora para combatir por una causa que ni siquiera ella misma conocía. Sus labores en esta organización guerrillera consistían en preparar la comida a los demás compañeros, prestar guardia en las horas de la noche y en desarrollar labores de aseo. El trato que le daban no era el mejor, ya que si cometía alguna falta era castigada por sus superiores al mando.

Debido al aumento de niños que ingresan a las filas de estas agrupaciones, diversas instituciones que promueven el fin del conflicto y la búsqueda de una salida estable y duradera, han venido desarrollando estrategias pedagógicas para que los menores ocupen su tiempo en actividades lúdicas y recreacionales como una forma de desarrollar sus capacidades intelectuales y artísticas. El uso de la No-violencia como herramienta para solucionar los conflictos ha sido un elemento de gran ayuda para superar este tipo de situaciones entre los menores.

Sin embargo, en las zonas en donde operan diversos grupos al margen de la ley, como el ELN (Ejército de Liberación Nacional) o las mismas Farc, es donde se reclutan la mayor parte de estos jóvenes. Esta situación se complica aún más, cuando la inversión social por parte del gobierno para escuelas y universidades es muy escasa y las fuentes de empleo bastante precarias. Pareciera ser que la juventud en varias zonas del país, tiene que verse supeditada a hacer parte de un conflicto que le es desconocido y que desde luego rechaza.

Como parte de la negociación que se viene desarrollando en la Habana, desde la sociedad civil se le está pidiendo a las Farc, que entreguen a los menores de edad que tienen en sus filas, esto con el fin de respetar la integridad y la vida de los menores, niños y niñas que han perdido su infancia de una manera absurda y que no corresponde a los anuncios y gestos de paz que esta agrupación guerrillera se comprometió desde un principio.