Todos hemos sido parte alguna vez de un conflicto. Pareciera que es algo inevitable. Nuestra historia está plagada de un sinnúmero de guerras, batallas y enfrentamientos donde pareciera indicar que la única forma de resolver las rivalidades es mediante el uso de la fuerza y las armas. Nos encargamos de engendrar monstruos innecesarios cada vez que acudimos al uso de la violencia como medio para dirimir nuestras disputas. Es el momento de replantear nuestra actitud belicosa y  poder empezar a construir, desde cada uno de nosotros, el camino que conduzca al uso de la No-violencia como máxima expresión de
nuestro propio ser.

Para comenzar a desarmar un conflicto, primero hay que desarmar nuestro lenguaje. ¿Por qué no  sustituir aquellos calificativos de muerte, odio, venganza y rencor? ¿Son nuestras palabras el reflejo de quiénes somos verdaderamente? ¿Al desarmar nuestro lenguaje estamos aceptando que existen nuevas formas de no ser violentos? Para desarmar un conflicto no es suficiente la entrega de armas ni la rendición del oponente, es necesario construir un lenguaje que nos permita hacer uso del diálogo y el buen entendimiento como mecanismos para el ejercicio del camino hacia la paz. Justamente, lo que necesitamos es un lenguaje incluyente, constructivo y que dé cabida a distintas formas de pensar y actuar de aquellas personas que nos rodean.

Al desarmar una guerra, se hace necesario perdonar. Perdonar no es olvidar ni dejar en el pasado lo sucedido. Es poder disfrutar de una vida más plena al reconocer en el otro sus capacidades y defectos, sus virtudes y sus debilidades. Al contrario, si no perdonamos estamos engendrando, sin saberlo, un monstruo que alimentara una nueva guerra llena de rencor y desprecio por parte de cada uno de nosotros. Estaríamos destruyendo la oportunidad de colocarnos en el lugar del otro y entender lo que piensa, más allá de sus defectos y problemas, pues reconocer que somos seres humanos frágiles y que estamos de paso por este mundo es una razón muy importante para empezar a perdonar desde este momento.

Como cualquier guerra, se hace necesario saber que va a suceder con aquellos ex combatientes que han hecho de las armas su principal herramienta de trabajo.

Para tratar de desactivar la guerra es vital reincorporar a la vida civil a cada uno de estos hombres que han permanecido la mayor parte de su vida en la guerra. Este no es un trabajo exclusivo del Estado, le corresponde a cada uno de nosotros fomentar espacios de participación inclusiva que permitan la reinserción y resocialización. Precisamente nuestro lenguaje y perdón se hacen necesarios para llevar a cabo este tipo de actividades. Así mismo, es propicio que nos desarmemos, que la armadura que acostumbramos a cargar la dejemos a un lado, pues la guerra nunca va a terminar si desconocemos que el uso de la No-violencia es el principal sendero para convivir de manera civilizada.