El Centro de Estudios Humanistas «Alétheia», el Partido Humanista de Chile, ICAN (Campaña Internacional para abolir las armas nucleares), en conjunto con la Cancillería chilena, organizaron un Foro en el que expusieron sus visiones académicos, activistas como Juan Gómez y Manuel Baquedano, así como representantes del Estado.

Transcribimos acá las palabras del humanista Juan Gómez:

El Centro de Estudios Humanistas Cehum Aletheia Chile, perteneciente al Movimiento Humanista Internacional, postula dentro de sus principios fundamentales, el poner al ser humano en el centro de las atenciones sociales, en el objetivo de toda actividad humana.

En ese espíritu, valora profundamente todo lo que brinde seguridad y protección a la especie humana, y rechaza con la misma energía todo lo que atente contra su integridad física y sicológica, por lo tanto promueve la resolución pacífica de todos los conflictos y la no violencia activa como forma de trabajo para la transformación y el mejoramiento de la sociedad.

El fenómeno del armamentismo en términos genéricos representa una transgresión fundamental a estos conceptos toda vez que fundan la seguridad humana en su defensa a través de las armas, transformándose así en una amenaza para la seguridad que pretenden defender. En este orden de cosas, se produce una carrera que hace que la violencia y la inseguridad sean los verdaderos vencedores.

Las armas nucleares siguen ese mismo patrón pretendiendo sentar las bases de la seguridad mundial en un sistema incapaz de brindarla, dado que su uso significaría la destrucción directa de parte de la humanidad, e indirecta de la otra parte. Así, su sola existencia representa la inseguridad para toda la especie humana, un riesgo inaceptable que se financia con la pobreza de muchos países de la tierra, ya que se gastan alrededor de 300 millones de dólares diarios en su mantención y desarrollo.

Las armas nucleares son el mayor despropósito de la historia de la humanidad, una aventura suicida que puede costarle la vida, un invento abominable del cual nadie va a resultar vencedor, sino que todos perdedores.

La humanidad ha sido capaz de desarrollarse prolongando su vida a través del desarrollo de la medicina, y mediante su refinamiento cuidar meticulosamente de cada vida humana, preservando su vida de plagas y epidemias, auxiliando afanosamente a quienes han sufrido un accidente o un desastre de la naturaleza, sin embargo también ha sido capaz de crear armas que pueden aniquilar en segundos a miles de personas, y a la humanidad completa. Así, la especie humana es capaz de grandes contradicciones, es tremendamente inteligente pero enormemente estúpida a la vez, es como si llevara el germen de su propia destrucción dentro de sí.

Es desde este gran mal que el humanismo llama a liberarse, de ese germen que amenaza con destruir a la humanidad, de la violencia intrínseca que subsiste en su interior, y que le ha hecho construir muchas veces a costa de la sangre de otros seres tan humanos como él, pero que no ha sabido reconocer como tales a causa del ego que le enceguece. Este considerar a los otros pueblos como de otra especie o como seres humanos de segunda o tercera categoría, es lo que lo lleva a hacer discriminaciones que muchas veces terminan en agresión armada. El humanismo rescata la utópica visión de una Gran Nación Universal en donde todas las personas sean verdaderamente iguales independientemente de su lugar de nacimiento, ya que son los nacionalismos los que dividen y llevan a disputas y enfrentamientos.

Ahora bien, en un plano real y concreto, aparte de las consideraciones filosóficas expuestas, nos vemos enfrentados como especie, a la inminente necesidad de prescindir de todo tipo de elementos que causen daño y sufrimiento a ese ser humano que hemos elevado al centro de la Creación.

La comunidad internacional ha comenzado progresivamente, de acuerdo al Derecho Internacional Humanitario, a celebrar Tratados y Convenciones que prohíben y eliminan aquellas armas que causan sufrimiento innecesario, que no discriminan entre blancos civiles y militares, o cuyos efectos no se puedan contener en un espacio determinado en donde se aplican. Así se fueron proscribiendo primero las armas biológicas y toxinas, luego las armas químicas, y más actualmente las minas antipersonales, y las municiones en racimo.

A pesar de lo anterior, el mundo seguía inundado de armas convencionales que se comercializaban sin ningún control, y que llegaban fácilmente a manos equivocadas, agravando y prolongando conflictos, por lo que tras un largo proceso de negociaciones se logró acordar un Tratado que regula su comercio, que se hace legalmente vinculante en 90 días más ya que anteayer se reunieron 52 ratificaciones de las 50 necesarias para su entrada en vigencia.

Sin embargo, las bombas nucleares, la más peligrosas, mortíferas, de efecto más indiscriminado, que genera un sufrimiento atroz en poblaciones completas, y cuyos efectos pueden destruir el planeta entero, sólo están sujetas a un Tratado de no proliferación, que ha logrado solamente eso, evitar que se sigan fabricando en países distintos a los que ya las poseen. Ni siquiera ha logrado el retiro de las 200 bombas nucleares que los Estados Unidos mantienen emplazadas en bases nucleares en Alemania, Bélgica, Holanda, Italia y Turquía, ni las que tiene Rusia en sus fronteras con los países de la OTAN. Si bien es cierto que la cantidad de bombas nucleares se ha reducido prácticamente a la mitad desde la entrada en vigencia del TNP, aún quedan 17.000, suficientes para destruir el planeta diez veces.

Ha llegado el momento de dar efectiva vigencia al artículo VI del TNP, que establece que “cada Estado parte se compromete a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativos a la cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana, y al desarme nuclear y sobre un tratado de desarme general y completo bajo estricto y eficaz control internacional”

Es precisamente este Tratado de desarme general y completo que reclama toda la humanidad y que a través del TNP no se ha logrado. Por eso es necesario darle vida aparte, en otro cuerpo legal jurídicamente vinculante, que prohíba y elimine total y definitivamente las bombas nucleares.

Este Tratado reforzaría y complementaría el Tratado de No Proliferación, renovaría su vigencia y potenciaría su carácter jurídicamente vinculante.

Las armas nucleares son una violación intrínseca al Derecho Internacional Humanitario, ya que siembra la muerte indiscriminadamente sobre todas las especies vivas, en forma absolutamente desproporcionada y fuera de todo control, irreversiblemente, ya que una vez que se empieza, jamás se termina, hasta el exterminio total.

Nos resulta inaceptable que haya un puñado de Estados, cinco de los cuales pertenecientes al Consejo de Seguridad de la ONU, que tengan en sus manos el destino de la humanidad completa a través de la vida o la muerte de cada persona, de ese ser humano que como centro de la Naturaleza queda debajo de una espada de Damocles cuyo hilo se puede cortar por accidente, por error, o por gobiernos irresponsables que ven amenazados irreversiblemente sus intereses geopolíticos, estratégicos o económicos.

Las recientes declaraciones de Vladimir Putin amenazando a los países de Unión Europea con su poderío militar nuclear, reafirman nuestra convicción de que no podemos esperar un minuto más en ponernos a trabajar en la dirección de la eliminación total de las bombas nucleares, exigiendo un Tratado que les ponga fin inmediato, ya que es un recurso militar absolutamente inaceptable toda vez que no compromete sólo a Europa, sino al planeta completo, a la vida nuestra y de nuestras familias.

Celebramos y agradecemos que Chile esté liderando una Red de Seguridad Humana a nivel estadual, que comparte los planteamientos que hace el humanismo de poner en el centro de las preocupaciones la seguridad del ser humano, y con un enfoque plenamente humanitario liberarse de estos abominables artefactos, antes de que sea demasiado tarde. La sociedad civil
latinoamericana y caribeña tiene su propia Red de Seguridad Humana también y comparte los mismos principios y objetivos.

Necesitamos por tanto una población consciente de esta amenaza, a todos los niveles, gobiernos, parlamentarios, jueces, profesionales, artistas, deportistas y el ciudadano de a pie, todos como una sola voz debemos exigir a los países nucleares que se desarmen, que respeten nuestras vidas como principio fundamental de los derechos humanos. Salgamos todos de esta sala con el compromiso de hacer conciencia en nuestras áreas de influencia de la necesidad imperiosa de liberarnos de esta pesadilla que son las bombas nucleares.