En un reportaje efectuado por la agencia alemana Deutsche Welle al  prestigioso escritor e intelectual israelí  Amos Oz, se perfila un Oz que nos deja perplejos. Si bien el famoso escritor critica la desmedida reacción Israelí, a la misma vez justifica el ataque y explica el motivo por el cual cayeron tantas victimas civiles usando la siguiente metáfora- «¿Qué harían ustedes si su vecino de enfrente se sienta en el balcón, pone a su niño sobre sus piernas y comienza a disparar una ametralladora contra la habitación de sus hijos?”

Como era de esperar tratándose de un icono de la literatura israelí, dicho reportaje se extendió vertiginosamente por toda la red y ha gozado de buena aceptación tanto en  círculos de derecha moderada como por la izquierda sionista. Cada cual se apropio del párrafo preferido: la derecha se aferró a su opinión de que «la guerra es justa» mientras que la izquierda encontró en sus palabras la prueba de que «la reacción israelí es desproporcionada».  Oz logró salir  de este reportaje (nuevamente) impecable-:  ha quedado bien con todos, a pesar de que tratándose de una personalidad tan creativa, esperábamos escuchar algo novedoso o interesante, en lugar de un reciclado del mantra  estatal repetido por los medios periodísticos hasta el hastío.  Amos Oz decepcionó (nuevamente) porque de un escritor con sus sensibilidades  esperábamos una reflexión  mas humanista  en lugar de una explicación un tanto retorcida de los acontecimientos. Si bien  a lo largo del reportaje no faltaron criticas contundentes a la política israelí,  aquella lamentable  respuesta  denota  una de dos posibilidades: o que la avalancha nacionalista abatió también al mitológico pensador, hijo prodigo de la ideología laborista, o cuan abrumador, y aplastante, es el grado de angustia y ansiedad que sacudió a la sociedad israelí que incluso Oz necesitó refugiarse en el seno del consenso nacional, a fin de aliviar la angustia y  la desesperación que nos carcome a todos por igual.

El argumento de Oz es reprochable  por tres motivos: el primero es la lógica que está por detrás de esa postura, el segundo es el punto de partida desde el cual eligió comenzar la crónica de los sucesos  y el tercer motivo por el cual las palabras de Oz son dignas de abominación es el aspecto  moral.

Antes  de entrar a fondo en cada uno de los tres puntos, quiero dejar sentado lo que para mi es tan obvio, pero en las circunstancias actuales hay que volver a repetir: criticar la postura de Amos Oz no implica defender o justificar la acción del Hamas, que es absolutamente reprobable, no sólo por atacar población civil israelí, sino por sobre todo, por exponer la vida de su propia población.

Volviendo a Amos Oz, es notable que la lógica que sustenta aquella comparación con la que abrimos el artículo, esté engarzada dentro de la cruda lógica militarista, aquella que sostiene que la única respuesta posible frente a la agresión es el uso masivo de violencia.  De acuerdo a aquella lógica  «árabe» es sinónimo a «enemigo»  y el trato que se le dispensa debe ser acorde con aquella definición. En el mundo militarista, el objetivo es aniquilar al enemigo y el fin justifica los medios. Desde esa perspectiva, los civiles bombardeados pasan a ser no mas que «daños colaterales» en el  mejor de los casos, o en el peor, «cómplices del enemigo» por el solo hecho de residir cerca de puestos desde los cuales terroristas lanzan misiles .  Esta  lógica,  tan destructiva como  bochornosa, sólo puede imperar cuando la figura del «otro»  deja de ser humana para convertirse en el «gran demonio», aquel que hay destruir a cualquier precio.

La segunda critica a Oz, consiste en haber elegido comenzar la crónica  del conflicto con Hamas en el punto en el que el vecino ametralla desde su casa con un niño en sus rodillas, sin preguntarse cuáles son los motivos por los cuales el  vecino dispara, como si se tratara de un maniático que se le da por disparar sin razón alguna, sólo por el gusto de matar.  Una lectura seria de los acontecimientos debería comenzar con la pregunta acerca de cómo reaccionaría una familia cuya  vivienda está bloquead por un poderoso vecino, que cercó sus puertas y ventanas sin permitir siquiera penetrar comida, agua potable, o medicinas y para colmo corta la electricidad cuando se le antoja. Se podría, por supuesto, empezar la crónica en otros puntos históricos, pero esta disputa – la versión local de la clásica historieta sobre «quien nació primero,  el huevo o la gallina»- , no es solo uno de esos juegos  inútiles de la contienda ya que nada aporta a la solución del conflicto, sino que también engaña, refuerza la versión derechista,  justifica el ataque israelí, o por lo menos, lo adjudica una cierta condescendencia.

El tercer aspecto reprochable en el argumentación de Oz, y el más trascendental,  es el aspecto ético-moral.  Hay cosas que un país decente no realiza, – no importa la coyuntura,  la situación, o las circunstancias. Entre ellas, un pueblo moralmente decente no bombardea población civil. Punto!.   Ante una situación en  la cual  contratacar implica matar a civiles inocentes,  un país ético debe optar  no sólo  por el respeto a la ley internacional sino, por sobre todo, a la ley de la vida y la moral.  Platón sostuvo  que es preferible sufrir una injusticia antes que cometerla y en el judaísmo el mandamiento «No Mataras»  es  categórico y absoluto aunque si bien contempla casos excepcionales y admite matar en defensa propia  en ningún momento permite matar a inocentes, o tal como bien ha escrito Uri Misgab en el periódico «Haaretz», el precepto bíblico que enuncia  «cuando tu enemigo se levanta para matarte, anticípate a matarlo» no implica que en la misma oportunidad se ha de matar a  su mujer, hijos, padres, vecinos y a todo aquel que casualmente se ha cruzado por el camino. (Haaretz 6/8/14)  Ante la pregunta retórica de Amos Oz «¿Que haría usted si un vecino dispara incesantemente desde su balcón con un niño en sus rodillas?»  la respuesta ética debería ser: ¡No sé! Lo que sí sé positivamente es lo que no haría bajo ninguna circunstancia en caso de que  «un niño esté sentado sobre las rodillas de un terrorista». Las guerras son generalmente el barómetro del grado de ética de los pueblos.  En la actual contienda el barómetro indica que hemos cruzado varias líneas rojas y nos hemos transformado en un país inmoral.  En circunstancia extremas en las que sus ciudadanos están expuestos a peligros de vida, un país con sólida base moral debería ser consciente de que el uso de la fuerza tiene límites, y por ende, debería concentrar todos sus esfuerzos en la búsqueda de nuevas formas de apaciguar al vecino, y siempre hay otra forma de hacerlo fuera del bombardeo indiscriminado, siempre hay una alternativa pacifica, constructiva, a nuestra disposición.  Hablar, negociar,  otorgar, comprender la razón del descontento  y tratar de aplacar al enemigo- esos son desde siempre los únicos caminos  viables para la solución de  conflictos, más aun cuando están involucrados civiles inocentes. Matar mujeres y 427 niños es un crimen imperdonable,  una atrocidad que nada puede justificar, ni excusar,  ni absolver. «Un ultraje moral y un acto criminal«, tal como lo definió el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon.  La única postura ética posible en este conflicto es la que declara Amos Medar en un poema  recientemente escrito-. «Decídete, de qué bando estas, a qué lado apoyas!….Yo ya he decidido-  estoy del lado de los niños !» (Haaretz, 8.8.14)   Y ante el argumento que el otro bando no está dispuesto a negociar y pretende aniquilarme, pues no tengo más que traer a colación los días en que decíamos lo mismo de Fatah y hoy son socios en más de un acuerdo pacifico.

Por ello, la respuesta de Amos Oz nos deja perplejos y nos demuestra cuánto debemos trabajar en el área del esclarecimiento y la sensibilización. Si Amos Oz cayó en la trampa estatal, que se puede esperar de tantos otros, victimas del  sistemático lavado de cabeza, que se adhieren ciegamente a todo lo que el gobierno promulga  y para colmo agregan la palabra- amen!

Dr. Meir Margalit

Centro por el avance de iniciativas de Paz

Jerusalén