Por Gabriel Boric y Carlos Ruiz – Fundación Nodo XXI –

El acuerdo por la reforma tributaria ha demostrado que la vieja política sigue viva. Que el presidente de la Asociación de Bancos, Jorge Awad, reclame con tanta naturalidad ser “el papá de la guagua”, y Andrés Zaldívar con senda comodidad diga que ciertos acuerdos “no pueden hacerse de cara a la opinión pública”, deja claro la persistencia de la política por construir una economía sin sociedad, donde predominen sin contrapesos los intereses empresariales.
Este antecedente marca el problema educacional y su resolución. La educación es la herida de la sociedad chi-
lena. La que concentra el malestar de sus profundas injusticias y su limitada democracia. ¿Se actuará con el mismo déficit democrático?
El gobierno ha planteado cambios en educación que se centran en la regulación de los proveedores privados. A
pesar de los eslóganes, es compartida la idea que no se ha presentado una hoja de ruta clara de cambios. Los es-
tudiantes y también otros actores -donde se incluyen rectores, intelectuales y voces políticas- han coincidido en este punto.
La reforma planteada por los actores pasa por la creación de una nueva educación pública como pilar educa-
tivo. Hacer público lo que tras la dictadura se pensó como privado -nuestros derechos más elementales- es el
eje que le da sentido a sus luchas.
Aunque ello no es necesariamente contradictorio con varias modificaciones impulsadas por el gobierno, La
Moneda aún no asume este eje como lo central. He aquí el problema de la reforma. No tiene un corazón claro.
Esta falta de sentido ha sido aprovechada por la derecha y los poderes fácticos. Estos intereses hoy presionan
al gobierno a seguir la receta del acuerdo tributario. Sin un corazón compartido que defender, las fuerzas
democráticas se dividen y facilitan esta alternativa.
El gobierno debe saber que si ignora al resto de la sociedad, y pacta con estos intereses conservadores una reforma educativa, llevará la escasa legitimidad de las instituciones democráticas a un nivel aún más peligroso.
Es imperativo actuar ahora. Postergar la resolución del problema educacional, o al menos su inicio, sólo ayudará a que la ventana abierta por la movilización de 2011 se cierre. Creer que la solución de estos problemas pasa por discutir las condiciones de hipotéticas primarias de 2017 es una irresponsabilidad.

La resolución del problema educacional sólo es posible ampliando la democracia. Urge un amplio pacto social
centrado en la construcción de una nueva educación pública. Un acuerdoplural y sustantivo que abra la política
a la sociedad, y sea también vinculante para las partes que lo suscriban.
Desde la Fundación Nodo XXI hemos trabajado con un conjunto de personas provenientes del mundo institucional, intelectual y social en un “Compromiso por una Nueva Educación”. La pluralidad de quienes lo han suscrito demuestra que este pacto no es sólo necesario, sino también posible. Aunque los diversos intereses sociales tengan diferencias, de lo que se trata la democracia, a fin de cuentas, es de encontrar puntos de encuentro. No de imponer, en nombre de la gobernabilidad, el interés del empresariado sobre el resto de la sociedad.
En el futuro acuerdo por educación se juega también el futuro de la democracia. Un pacto a puertas cerradas
con el empresariado y los intereses conservadores enterrará definitivamente la posibilidad de que el males-
tar social -cuyas raíces no desaparecerán con un nuevo acuerdo elitario- se proyecte de una manera políticamen-
te edificante.
Los estudiantes y múltiples actores institucionales han manifestado con claridad su intención de protagonizar un acuerdo de este tipo. Ya es hora que el gobierno se abra a esta alternativa. Es, a estas alturas, la única que le queda.